jueves, 15 de junio de 2017

Sobre la copa del pecho



Tan solo hacía un par de meses que Irene se había desvinculado de su casa, haciendo visitas los miércoles tarde, para saludar a su madre y hermanas. Su padre Antoine, hacía unos años había muerto y su hermano como si no existiera por no interferir jamas en sus asuntos. Ella, haciendo un esfuerzo procuraba de momento, no perder la conexión y el trato con sus allegados. ¡Más que eso!, era una falsedad manifiesta que interpretaba para no hacer daño a su madre. 
¡Realmente fingía!

Los fines de semana era mas difícil ver a su familia al completo__ decía Irene cínicamente sin ser realidad__, cuando a ella le repateaba estar con sus dos hermanas y no hubiera sacrificado ni siquiera un rato del fin de semana por estar con ellas. 
Añadiendo a la inmolación; el viaje de llegada y regreso a la urbanización de marras. El Valle del Sol para darse además del baño de sol, otro homenaje de discusiones, envidias y sinsabores. Por lo que decidió una vez lo había analizado, el visitarles entre semanas alternas, explicar lo que a ella le convenía, y enterarse, sin demasiada expectación, como le iba a su madre desde que ella decidió dejar la casa y huir del barrio.

Merche y Pilar, amigas inseparables que no se podían ver, iban a la greña con la boda. Con detalles que eran insignificantes, magnificados para aprovechar insultarse a costa de un matrimonio, que ya de inicio era una patochada. Mientras el señor del cadillach de Mollerusa. Sixto Pollventó Garri, pagaba las facturas de las dos mujeronas.

No era fácil hacerle entender a Pilar, ese matrimonio y más escuchando por boca de Merche, que se había enamorado de Sixto perdidamente en Venecia pasando por aquellos canales venecianos, los dos solos y el barquero, donde él, quiso llegar hasta el límite de lo permitido.

Un viudo de cincuenta y tres años, con dos hijas de mediana edad, las cuales ya dominaban su propia situación y pretendían hacerle ver a su padre, que era totalmente descabellado que contrajera matrimonio con Meche, a esas alturas de la vida, sin que fuera necesario. Sin conocerla realmente, viendo con claridad la tendencia sexual de la dama y el enredo que llevaba con su amiga Pilar.

Cuando de necesitar a una mujer para la cama, con levantar la vista podían llegarle las que quisiera y elegir, para después quedar como amigos y no tener repercusiones ni compartir cuenta bancaria y propiedades.

Merche, no era una mujer para fregar platos y organizar armarios roperos, ni llevar a cabo la colada de la casa. Menos de estar en la cocina preparando platos comestibles y ollas de cocido. Merche, era una mujer moderna de esas que se toman el croisant y su cortado en la cafetería del Ideal, cada mañana con su madre la señora Pietat. 
Acarreando muchas veces a la anciana por donde quiera que ella viaja. Merche es señora que finge cierto postín y luce tarjeta del Corte Inglés. Guía y azafata de una compañía de turismo de Barcelona, que hace excursiones de fines de semana y vacaciones con grupos de jubilados y personas de la tercera edad.

Un tipo de persona nada difícil de mirar, a pesar de ser una mujer madura. Conserva su estilo y su figura, alta y recia teniendo un busto mas que apreciable y dibujando un perfil, con las medidas femeninas exactas que a muchos hombres pudieran ponerles acerados. Con un carácter agraciado por ser simpática sin excesos y comedida, educada en sus gestos. Dominando tres idiomas, fácil de verbo, voz de gamuza y expresiva a tope. Hablándole los ojos antes que sus propias palabras, y que tiene a Pilar a caer de un burro, por estar ésta colada por ella. Creyendo que es de su propiedad, y pretendiendo tenerla controlada siempre, para no perderla.

Pili, tampoco era fea de jardín, ni siquiera un adefesio de mujer, aunque si con algún meneo viril que en según que espacios la delataba, sin ser un balanceo exagerado. 
Alta, cabello rubio tintado con un corte a modo de su elegancia, muy limpia y exageradamente celosa, enfermiza. Su estampa más bien era de una tía maciza, fuerte y tratando de parecer un ser acaramelado. Un busto formidable por su volumen y forma y una cintura fuerte para agarrarse sin caerse al ir en moto.

Sus senos fuertes erguidos y promiscuos no necesitaban de sostén para que sus tetas pudieran mantenerse elevadas con esa curva de grados inclinada y exacta que eriza el pezón por sobre la copa del pecho. Ni un gramo de grasa a pesar de ser alta y estar fornida, sus piernas largas y esmeriladas, sin un bello, sin varices del todo preciosas, dando paso a unos pies grandes y cuidados, que parecían hablar mientras caminaba por el movimiento de sus dedos.
Espalda de nadadora incipiente, sin ternillas ni músculos agresivos y prominentes, con unos brazos recios sin ser feos, sin bello y totalmente dorados por el bonito color de toda su piel, que embargaba así mismo a su cuerpo.








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