jueves, 11 de mayo de 2017

Cadáver desaparecido





__ Si señora, pero está usted segura de ello, porque el lugar no está cercano y no es plan que me hagan volver de nuevo hacia aquí, perdiendo el tiempo y habiéndome dicho y asegurado la policía de la comunidad, que el cadáver se encuentra depositado en la nevera de demora de Sancho de Ávila, por no haberle realizado el forense la autopsia de momento. Al dar en principio la causa como muerte natural
__ Como le digo valdría la pena que se asegurara y todos quedamos satisfechos__ acabó Edwin su petición sin que le escuchara, a la vez que la señora que daba las explicaciones le entregaba un documento de seguimiento, escrito posiblemente por los forenses donde relataba un algo de lo que ocurre con las identificaciones y los acuses que puede producir el hecho.

__ No ¡mire usted!, le han informado mal, ha de hacer lo que yo le digo, vaya a la Ciudad de la Justicia y pregunte allí, en recepción explicando su caso. Le atenderán y le pasaran a la morgue que es donde tienen los refrigeradores mortuorios y la neveras de prórroga. ¡Con seguridad, su familiar está allí!
Son bastante directos y no hay demasiadas esperas, ya que tampoco es ejercicio agradable ese repaso. No le puedo decir nada más a usted, como ha visto he ido a recabar información a mi superior y me ha ordenado le dijera lo que le expongo.

__ Bien pues si no me queda otra, allí voy a finalizar el trámite.
Tomó el dossier de papeles que le había entregado la informadora de atención al público y con las mismas salió a la calle, para dirigirse al metro que le aproximaría donde debía personarse. La Ciudad de la Justicia.
Llovía a cántaros, los zapatos de Edwin ya estaban mojados y resbalosos, al ser la suela de cuero, con lo que llevaba sumo cuidado en no resbalar por aquella acera de la calle de Marina, tan pringosa y grasienta para evitar un resbalón que diera con él en el piso.


Pronto llegó a la boca del metro y tomó la linea uno en dirección al sur. Los vagones a esas horas iban anchurosos incluso pudo sentarse justo al lado de la puerta del convoy, para releer aquella publicidad que le había obsequiado la persona que lo atendió en las dependencias de Sancho de Ávila.
Tomó el prospecto por el encabezamiento y comenzó a leer:

__<< Las señas para la Necro identificación, de personas fallecidas; por terceros y testigos, son la razón satisfactoria que existe o debería existir para la constatación y reconocimiento una vez están muertos.
Es la certificación más real y aproximada, hecha por un conocido, allegado o familiar del cadáver.

El escaso valor de una identificación visual deriva que en ocasiones los fallecidos se encuentran tan desfigurados por el propio mecanismo de la muerte o, por los fenómenos putrefactivos que, resulta imposible su reconocimiento, incluso por seres de la propia familia.

Además del estado psicológico en que puede encontrarse una persona, que va a tratar de identificar a un ser allegado, unido a posibles deformaciones del rostro en los muertos, por deterioro, bultos, variación de coloración, rigor de laxitud.

Hace que no sea rara la comisión de errores>> No decía más aquella información de usuario, aquella guía explicativa, que instruye a los no habituados.
No era demasiado enjundioso el texto de lo explicado, sin embargo, quedó pensativo en alguno de los puntos, de los mismos que se iba a encontrar en breve al llegar al Instituto, para poder reconocer a Irene.


Tampoco la distancia era de horas de trayecto, hizo en plaza España el transbordo a la línea F8, la que corresponde a los ferrocarriles de la “Generalitat Catalana” el famoso carrilet del baix y en nada llegó al Instituto Anatómico Forense, entrando por una de las puertas principales, donde tuvo que depositar todo lo que llevaba en los bolsillos, para que fuera escudriñado por el escáner correspondiente. Las personas tenían otro fielato, el que traspasó ayudado por los agentes de vigilancia, no sin mirarlo de arriba abajo y sin contemplaciones.





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