jueves, 9 de marzo de 2017

Conmemoro el dia de la : Mujer




Idelfonso Gutiérrez de Molrenach. Un alto Adelantado del Comendador de las Reales Cortes Indianas, relataba unas vivencias en el más puro secreto, confesiones; que a su vez le había contado en el lecho de muerte el Almirante Dionisio Calero, nacido en Panamá, hijo natural de una Borinquén y un soldado español que llegó a las más altas instancias de la milicia, gracias a sus padrinos, unos duques venidos a menos de la Martinica.

Hechos ocurridos al mismísimo almirante y mejor persona, cuando andaba en las colonizaciones entre las costas colombianas y mexicanas, allá por finales del siglo XVI. Que, abducido por la belleza de Yanita y de la luna, dejó su simiente en la hermosa Guajira Colombiana.

En aquel tiempo no se celebraba el día 8 de marzo, la Conmemoración del día de la Mujer, pero como los hechos se dieron en esa fecha exacta del año. Así lo fueron contando los familiares de estos indígenas Wayuu y así llegaron a nuestros conocimientos, por las actas y las bitácoras marinas, por los registros eclesiásticos que realizaban los sacerdotes en cuanto a nacimiento y bautismos al uso y del boca a boca entre pobladores de la zona.

Era el tiempo de los piratas, cuando saqueaban las costas del Pacífico y aquellos barcos ingleses capitaneados por Francis Drake, atracaron una noche en Riohacha, entrando y arrasando todo lo que encontraban a su paso. Cometiendo las fechorías vulgares que ellos practicaban, robo, asesinato, abuso de poder, violación a las indígenas, ya fueran vírgenes o no y abuso a todo lo inimaginable, Aquellas salvajadas que van en el zurrón de los más facinerosos y mal nacidos, sea la nacionalidad que sea y para sus vergüenzas ahora saltan a la luz, para su escarnio.

Allí entre las cabañas de los indianos había una mujer preciosa, hija del Wayuu jefe que, conociendo los abordajes que solían hacer aquellos proscritos británicos pagados por la propia corona inglesa, para desdoro de la dinastía española, supo dónde ubicar a los preciosos marinos, que medio heridos renqueaban por la playa donde ella solía pasear sus tardes en la espera de un guerrero, que la poseyera y la conquistara.

Serena, aquella princesa, supo esconder a dos jóvenes españoles supervivientes de la masacre atroz que dejaban aquellos filibusteros por donde pasaban y que habían quedado en retaguardia de las naves españolas que fondeaban diezmadas en el puerto pequeño, cargadas de minerales, y objetos procedentes de todas las posesiones españolas de la Nueva Granada, que no eran más que los virreinatos españoles de la época.

Aquella mujer, Yanita, entonces enamorada del que fuera con los años el almirante Dionisio Calero, buscó entre su poblado wayuu, lugar seguro para esconder a los dos militares que bastante asustados trataban de ocultar sus cuerpos allá, por donde pudieran.

En pro de disimularlos y que parecieran gente del poblado y evitar fueran descubiertos, los desnudó completamente a los dos, les tildó con ungüentos de sangre de tiburón y excrementos de ballena, que es la rojez que ellos presumen en sus epidermis, y la repugnancia del olor, usadas en las efemérides que ellos celebran para desterrar a la muerte de sus poblados. O sea, tiznados hasta los ojos, quedaron tan manchados que no hubieran sido reconocidos por los salteadores ingleses, ni en sus mejores horas de lucidez.

Aquellos perversos no llegaron a invadir la población guaireña, en aquella fecha, del 8 de marzo y quedaron beodos de licor y maldad, retozando por las playas emborrachándose y comiendo de aquellas frutas tropicales sabrosísimas, hasta que partieron en busca de otras ciudades costeñas.
Hoy sus antepasados, los choznos, más que eso, los reta tataranietos de la hermosa Yanita, la indígena bella del acantilado, resaltan el recuerdo como la primera mujer valiente de la saga de los Wayuu, madre de un hijo no reconocido del Almirante Panameño, que le pusieron como nombre de pila: Toinzo, que nació en la población de Riohacha, allá por finales de diciembre del año 1573, engendrado en una noche de amor del ocho de marzo, entre Yanita y Dionisio.






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