miércoles, 23 de noviembre de 2016

El misterio de Irene



El recuerdo de Edwin saltó por los aires yendo a recaer unos cuantos años atrás queriendo perpetuar a la Irene; que él había conocido.
Eliana, le miraba y sabía que Edwin se encontraba ausente; ya no estaba allí en el salón de la casa y queriendo saber le incitó a que le explicara.
_ ¿Cómo llegó a esos extremos la desconocida Irene? _ sondeó Eliana con mucho tacto y casi en silencio, para dejar que fluyera la palabra.
_ Pues imagina, la cantidad de secretos que suceden a lo largo de una vida, y ella misma ha sido un completo secreto_ dijo Edwin, continuando su charla_ tampoco podemos decir que ha vivido demasiado, que se ha marchado con setenta y tres años. A pesar de haber falsificado los papeles y las fechas de su nacimiento_ afirmó contundente Edwin, entornando los ojos y comenzando a relatar a Eliana, aquello que él conocía.

_ Así fue aquella mujer presumida y elegante apreciada por algunos y denostada por otros y tan sumamente extraña y suave.
Era la quinta hija del matrimonio formado por Antoine Delapeire y Charme Ruwi, matrimonio que tuvieron un hijo varón y cuatro niñas, y que habían conseguido una vivienda en el año 1934. En la zona de las casas baratas Ramón Albó, en el barrio de Horta, junto al Turó de la Peira.
Cuando las cosas estaban tan difíciles en Barcelona, con la proclamación del fallido Estado Catalán dentro de lo que era la República Federal Española.

Fue el tiempo cuando se produjeron las revueltas en las calles de la ciudad, hechos insurrectos provocados por las consecuencias y libertades entre partidos políticos que entonces estaban en la pomada de la actualidad. Haciendo efervescencia y mella en muchos obreros y buenas gentes.
Todo obedecía al desengaño que el pueblo soportaba, harto de apreturas. Estalló de forma inconexa produciendo una serie de vicisitudes, a cuál de ellas más sonora y todo derivado de las secuelas que trajeron las elecciones generales de noviembre del año anterior.
Hechos afamados en la historia nacionalista de Cataluña, y conocidos como los “Motines del 6 de octubre”.

Eliana, escuchaba atenta aquel relato desconocido para ella, interpretado por Edwin, en la forma que él argumentaba sus narraciones, casi como si fuera un cuento explicado con unos matices y una voz que embargaba el entorno y hacía entrar a vivir lo expuesto sin percatarse. El pensamiento de Edwin, iba de un lugar a otro, y la propia inercia le llevó a recordar, como se iniciaron los prolegómenos de la familia de Irene.

<< ((Antoine y Charme, estaban casados hacía varios años. Ocupando siempre viviendas modestas, todas ellas de alquiler que anidaban unas veces solos y otras compartiéndolas con algún familiar. A medida que se les iban cumpliendo los contratos de arrendamiento, iban adecuándose según su escaso presupuesto, recorriendo la ciudad y procurando en el último tiempo, acercarse a lo que era la urbe, en tanto en cuanto iban naciendo hijos.
Entonces residían en un piso no demasiado amplio en la calle Sepúlveda, y ya contaban cuando entraron en aquella vivienda cerca del Mercado de San Antonio, con cuatro de los seis hijos que a la postre tendrían.

Thiago de ocho años, Charme de seis, Xita de cuatro. Todos ellos malviviendo y pasando calamidades, como era normal para según qué obreros no cualificados, de aquella época.
Antoine, era un hombre sin energía, venido de la Andalucía rural, de la parte de Linares en Jaén. A la postre cuarto hijo de la saga Pageo, que no quiso ni quedarse en la tierra, ni trabajarla, ni tan siquiera pudo conseguir un trabajo de los que se regalaban por designio de amistad en la zona.
Con lo que se hizo Guardia de Asalto, en cuanto estuvo licenciado de su servicio militar obligado en la zona africana de Guinea.
Volviendo a su Linares natal, ya con los correajes y el uniforme de la policía gubernamental. Destino marcado en la gran Barcelona, que era donde se necesitaba mano de obra tirana, por tantos avatares y tantos cambios en la política española.
Así que entró de lleno, en la vorágine de la ciudad, en un tiempo muy revuelto, pero con grandes expectativas, para hacerse con un trabajo estable, por todo lo que acontecía y por las expectativas que se daban de futuro, como era la cercana Exposición Universal, que se celebraría años más tarde.

Fue cuando conoció a Charme, en uno de los quioscos de las Ramblas de Capuchinos, un domingo de mañana. Se acercó a ella, por un flechazo inminente, al verla tan clara y lozana, para preguntarle sin más; si era recién llegada a la ciudad y ofrecerse para guía y acompañante de paseos. Alucinada por la planta del joven y por el uniforme que llevaba, se dejó acompañar.
El desamparo y la soledad obra los milagros más inauditos y mezcla aires, pasiones y como no a las personas, que andan solas sin saber dónde caerse muertas, aunque pertenezcan a diferentes estratos. 
Ella, una señorita hacendosa y cultivada, llegada desde Castilla la Vieja, huyendo de su familia. La primogénita de tres hermanas, hija de Saturio; barbero y practicante en oficio, con plaza fija en Embid de la Ribera y Chon, hija de unos potentados valencianos, que se dedicaban al comercio y mercadeo de pieles y tejidos de exportación.

Antoine, era un hombre bien puesto y además de guapo, muy perezoso, llegando a rayar la vagancia y fue despedido del cuerpo de Asaltos por unas faltas cometidas adrede para que lo defenestraran. En su tiempo había accedido a esa ocupación creyendo que en el cuerpo no se padecía ni trabajaba, ni siquiera se corrían riesgos para la integridad física.
No fue el destino de su vida y pronto vieron en la Dirección Provincial de Seguridad, afecta al Ministerio del Interior, que era un inútil el pobre Antoine, por lo que cuando acabó su prestación contractual, y teniendo pendientes algunas faltas leves; le hicieron renunciar y dejar el uniforme. Colgado para que lo luciera otro varón más atrevido y con más sangre que él. Así que, poco después de conocer a la que sería su esposa, por más de sesenta años, dejó de pertenecer a los guardias de asalto.

No tardaron demasiado en preparar sus arreglos nupciales, tan solo les hicieron falta, noventa y tres días desde que se conocieron en aquel cuchitril, para contraer matrimonio.
Un casamiento sencillo y solemne, en la llamada Catedral del Mar. Oficiando el cura párroco de la Barceloneta, que tenía amistad con Charme por ser un compañero de la escuela del pueblo. Amistad de la niñez al haberse criado juntos y haber jugado por las calles de su natal Calahorra.
Doce invitados asistieron a la ceremonia, contando el oficiante, que aplaudieron y disfrutaron en una merienda en el Siete Puertas, de la plaza Palacio.

Ya por aquel entonces Antoine, recién ocupaba un oficio mucho más tranquilo y sosegado, también conseguido a dedo por las amistades de la familia radicada en Linares. La nueva faena sería la de cobrador de línea de transportes ciudadano, en la Compañía de Tranvías de la ciudad Condal. Línea 24 que funcionaba desde el Paralelo hasta El Carmelo.  ))>>


Edwin, reaccionó súbitamente, tras la huida de su balance, de su pensamiento, que se había mudado en muchos años hacia atrás, tantos, que él mismo ni siquiera había nacido y, sin embargo, por comentarios de sus antepasados y por su propia imaginación le llevaban de la mano a explicar aquellos pasajes a su compañera Eliana







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