martes, 6 de septiembre de 2016

Un sueño precipitado




Anoche ya bien de madrugada; cansado y exhausto, cuando dejé mi libro sobre la mesilla de noche, y desconecté la luz de la lamparita, me quedé profundamente dormido y entré en otro mundo. ¡Sí, como lo lees! Otro mundo del que cuando he despertado no sabía avenirme.

Al quedar en la profunda oscuridad, mi pensamiento se fue, como es habitual, en los detalles más significativos de la jornada que ya finita decía adiós y se transformaba en historia.
Pensaba en lo que me había pasado, en mi última jornada. Establecía sin menoscabo, para emprender en cuanto pudiese, lo que dejé pendiente para mañana. Cavilaba muy tranquilo, con las personas que me he encontrado, recordaba los momentos graciosos de mi conversación con… y entré en otra esfera, sin pensar que me podría ocurrir a mí.

De pronto entré sin llamar en ninguna puerta, y sin quererlo en otra vida, la mía, pero sumándole unos cuantos decenios.
 Habían pasado ochenta y tres años, o sea que el calendario marcaba sábado día 5 de septiembre de 2099. Yo por supuesto ya no estaba aquí. Ni tú tampoco. Nadie o casi nadie de los que conocemos en la actualidad estaban y es lógico ¿Cómo no había de serlo? ¡Todos, absolutamente todos!, estábamos en el Limbo.
Sin embargo, yo a mí mismo, me veía como estoy ahora. No me veía nonagenario de consideración. No parecía que me hubiesen caído más de dieciséis lustros ¡Así de puñetero golpe!  
La verdad, que, pensando en ti, tampoco lucías mal palmito. ¡Como puede ser este cambio! Me preguntaba para mis adentros y alguien me contestaba sin saber de donde provenían aquellas informaciones.
_ ¡Ya verás cómo nada es lo que parece! Siempre sufriendo por esto o por aquello y de que te vale. ¿Has perdido el tiempo? O ¡Te has vuelto loco!

Todo era diferente, los americanos habían descubierto vida en un planeta llamado Starbafo y comenzaban a celebrarse relaciones entre gentes de aquí, de la tierra con algunos de ellos, los Starbafinos.
Según parece y hemos de creerlo, por razones obvias; que ya, nos conocían perfectamente.
A pies juntillas, sabían de nuestras consecuciones, desde hacía cientos de años. Teniendo en cuenta lo que desprendemos.
El caso es que no se atrevían a acercarse a nuestras coordenadas y latitudes, porque nos consideraban salvajes e intratables, por tantas y tantas barbaridades como hemos ido cometiendo a lo largo de los siglos.
Guerras entre hermanos, mal reparto de los bienes naturales, envidias y desuniones, asesinatos por celos, por capricho, maltrato a nuestros semejantes y por estar completamente descerebrados. Ricos y pobres, rubios y morenos, gordos y flacos, guapos y feos, vagos y activos. Jamás estamos conformes, nunca llegamos a la verdadera felicidad, y ¡Claro! Ellos se preguntaban desde sus naves de trayecto, ¡Así es la raza humana! Sigamos investigando a ver como acaban estos insatisfechos de pro.

Dicen que nos invaden, para colonizarnos y hacernos más “humanos”, imponernos sus reglas Starfafiana, que anuncian es más llevadera, y que no existen diferencias.

De todo esto me enteré, ya que las comunicaciones se habían modernizado tanto, que ya la televisión era cosa de la prehistoria, en la muñeca derecha de todos los ciudadanos, llevábamos incrustado una especie de chip, que comunicaba con el cerebro informando de cuanto ocurría en aquel instante en nuestro mundo. Sabía detectar la necesidad del que estaba a tu alrededor y proponía de una cantidad de soluciones viables para que todo fuese perfecto. Ya iban por la versión mil diez, todo actualizado y bien pertrechado.

¡El teléfono! Ni fijo, ni móvil, de eso ya nada de nada. La información llegaba al chip de marras y automáticamente podías hablar con quien fuera, sin necesidad de pasar por las compañías de telecomunicación. Tal era el adelanto que noté, que en uno de los instantes de mi recreación tuve ganas de tomar un café_ por aquel vicio, al despertar o estar en otra fase, tomarte algo calentito_, y como el que no quiere la cosa y ni tan siquiera pedirlo, se acercó una vecina muy guapa que tengo; Manoli y me dijo como si lo supiera de toda la vida, cuando yo con ella, jamás tuve contacto ni amistad _ te he puesto tan solo una cucharada de “zurrapation”.
No tuve necesidad de preguntarle, porque yo también llevaba el chip Inestation, que así se llama, incrustado en mi pulsera y me llegó por línea interna, la información_ Azúcar, ya no existe, se ha suplido con la zurrapation.
¿Café? Eso es del tiempo de Colón, que lo trajo de América, ahora se toma Anfetamon.
Quise preguntarle un pormenor y tampoco hizo falta, Manoli me contestó al punto, con detalles súper inteligentes y con una gracia manifiesta, mucho antes del impulso de mi pregunta.
Es más cuando me la miré, pensé para mis adentros y ella misma me corrigió_ no seas descarado, que veo lo que estás pensando, pero no es postizo es auténtico.
Cambié de registro de inmediato, vi que todo lo que cavilaba, me lo detectaba, pero yo; y sería por la falta de entrenamiento, no llegaba a ver lo que los demás sentían.
A todo esto, me sonó el teléfono, que en este mundo se llama de otra manera. Se le denomina Fireface y de buenas a primeras, me sentí envuelto en una sensación nueva, veía al intercomunicador, al que me llamaba, y según parece, no hacía ni un minuto que se había despertado y lo veía despeinado y en prenda interior. Como si estuviera a mi vera, ¡algo inaudito! De película en colores ¡Claro, comencé a reír! Todo aquello era nuevo para mí _, pero a desternillarme de forma abierta, por lo que estaba viendo_, mientras Paquito me miraba a los ojos y me preguntaba_ ¡Oye tío, tú te has visto! No sé de qué te ríes tanto, porque si te miras a un espejo, igual se te corta la gracia.

Le hice caso, me miré en un reflejo que tenía a mano, en la imaginación que sigo guardando como un tesoro en mi mesilla de noche y ahí se acabó la cosa. ¡Desperté! encontrándome más desvalido que un berberecho en una moto. Volviendo a la realidad sin haber solucionado ni una sola de las preocupaciones que ahora mismo tengo.


Lo que sí puedo decir, es que igual no vale la pena vivir en el año 2099, dadas las ventajas que se han dado en la tecnología. Lo que es el llamado “secreto”, ya no tiene la mínima importancia, porque no existe, aunque si llegan esos nuevos habitantes los de Starbafo, igual nos ponen un poco de chiste a la comedia, que de momento toleramos.





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