viernes, 18 de marzo de 2016

Prostitutas por gusto

Viene del capítulo anterior: Gruta vaginal

Capítulo Actual: Prostitutas por capricho


Mathías, “herr Sröeder”, fue oficial de las S.S, y nunca lo admitió pero tuvo que salir huyendo antes que se celebrara el famoso Juicio de Núremberg. Dándose a la fuga para siempre, vivir en la penumbra de los días y el crepúsculo de la verdad.

Siempre vivió sumido en su propio secreto, en el de su identidad, de sus miedos de la guerra, y de actos que cometió, aunque fuesen obedeciendo órdenes de sus superiores, detalles que jamás comprendí.
Todo ello, quieras que no, te deja una inseguridad muy grande, que a medida que vas cumpliendo años, reconoces que te hace ser una persona no exactamente igual que las demás, que aunque éstas no tengan un trozo de pan que llevarse a la boca, cuando explican, cuando narran, cuando critican incluso; lo hacen con la tranquilidad de que no les pasará nada inesperado.

Jamás me faltó nada, pero siempre supimos que aquello se podía terminar. Éramos diferentes, no nos podíamos comparar con nadie de nuestro alrededor, hasta mi madre, cambió de forma de ser para llegar a ser una sumisa esclava de mi padre, una callada y silenciosa persona. Otra víctima más de los nazis llegados a Centro América.
No podía compararme con mis amigas, mi gente no era igual. No reíamos por cualquier cosa, siempre estuve rodeada de fórmulas y de mandamientos que cumplir. Esta situación fue un nudo irresoluble, que nos hacía vivir de puertas hacia adentro y no poder llevar a nadie a casa, vigilar con quien me juntaba, elegir a mis amistades con demasiada escrupulosidad y encima, algunas personas que eran para olvidar, te las colocaran sin ser de tu gusto; tuvieran que intervenir por obligación. Un desastre para una niña abierta como era yo, en mi infancia.

Hasta que me enviaron a Boston, para estudiar y para evitar que sufriera los desgastes de la guerra Somocista y a la vez quitarse mi presencia de encima, para según que padres, es un compromiso tener que educar a sus hijos, como Dios manda.

Me adapté a la fuerza, me acoplé con unas niñas mejicanas y otras venidas de Colombia que coincidimos en el colegio mayor y nos hicimos muy amigas, yo la menor de ellas, adopté sus costumbres y me dejé llevar por sus aficiones. Aprendí todo lo que ellas me enseñaban y superé aquella falta de padres que me inundaba, crecí sola y amparada por amigas que hicieron el papel de benefactoras.

Con el tiempo conocía a Gary, en la Universidad, un tipo muy agradable con un sentido del humor muy  americanizado, de una familia muy significada en la ciudad. Aquella tarde que le eché el ojo, estaba jugando en la Bolera de la calle catorce, con un cubano llamado Williams, muy gracioso, y que además cantaba flamenco y salsa de Puerto Rico. Entablamos una amistad preciosa, sincera y calurosa. Tanto que un buen día nos encontramos desnudos follando encima de su piano. Entonces  comenzó nuestro idilio fantástico del que no me despegué hasta que no le vi los inconvenientes.

Felicidad, drogas y rock and roll con Gary,  con el cual tuve unos años de felicidad extraordinarios mientras estudiaba su propia tierra, del cual engendré y parí a una niña a la que pusimos por nombre: Mildred.

Mi hija ya ha cumplido los veinte años, sigue viviendo en Boston, que no tengo apenas contacto, aunque sí; nos vemos de vez en cuando y nos queremos a nuestra manera. Sin embargo mi hija hace su vida y yo hago la mía.
Los conflictos familiares y las malas acciones hacen que padres e hijos vivan apartados y no porque no sean buenos, los unos con los otros, porque la vida distancia. Haciendo que los provechos tan consumados y jodidos hagan el resto.

Vive Mildred,  con la familia de Gary. Que fue como decía, mi primer amor, del que bebía las aguas por él y aunque nos juramos amor eterno, jamás se pudo realizar aquel sueño.
Es imposible mantener a veces las palabras de tu propio juramento, a pesar de que cuando las pronuncias, estás completamente segura_. Matizó moviendo la cabeza y testificando_. Tampoco me casé con Gary, no porque no quisiera yo.

No lo permitieron sus padres, al saber que era hija de un comandante Nazi, escondido en América y buscado por los caza recompensas de medio mundo.
Gary era un tipazo, fornido, guapo, rico y además culto, la única falta que tenía que se dejaba gobernar por su madre y esta lo llevaba de culo.

Un portento en los estudios y cuando acabó la carrera, y ocupó su lugar en la industria; se transformó en un economista destacado de la delegación de la Warner Bross, en  Boston.
Gary Donahue, que tiene un nivel de vida grandioso, con ayudas por todas partes, no le costó casi nada criar a la nena. Ella, mi niña Mildred lleva el mismo ritmo que su papá, y es tan especial como él.

Tampoco le gusta Managua, ni quiere cambiarla por Boston. Encuentra diferencia y lo entiendo_ dijo Mechthild como queriendo justificarla_ siguió argumentando aquella larga explicación_. Dejamos nuestra relación Gary y yo; porque llevaba una doble vida_ paró para matizar y dijo_, ¡Es mentira! _Eso lo digo yo, porque me interesa, y que nadie me culpe directamente_. La dejamos porque no quise quedarme con mi hija y con él en Boston.

No quise responsabilidades ni crianzas de una hija. No supe ser madre, ni esposa. No tuve corazón. ¡Así fue! Toda la culpa de la Nica, esta que ves, frente a ti_ se reprochó frente a Manolo, que la miraba, sin saber que decir y aguardando el final de aquella historia.

_ Aun viviendo en los Estados Unidos_ recordó para relatárselo a Manolo_, y ya con el compromiso de Gary, la imposibilidad de la boda, mi embarazo; vinieron los miedos, los vicios y alcohol, el juego. Yo; demasiado joven sin rumbo, acababa mis días a la velocidad del relámpago, por ello mis padres enviaron a una cuidadora desde Managua para que fuera mi estimulante y tutora hasta concluir con los estudios y que la guerra en Managua, tocara fin.

Prácticamente vivía con mi tía, Malena, a la que jamás le llamé por el parentesco, como nos llevamos poca edad, podían fácilmente confundirnos con amigas de piso, o coleguitas de la Universidad.

Ella, Malena, tan guapa, con aquella planta, con el color de piel precioso, la que me enseñó todas las malicias que ahora se y la macana que adapto para conseguir lo que quiero.
Fue la despachada a cuidarme y quedarse conmigo, para guía de comportamiento y vigilancia en los trances habituales del embarazo.
Acabamos las dos siendo unos pendejos, y follando como conejas en aquella ciudad americana.

Nos veían curiosas, y muy guapas con este tono de piel que tenemos y les hacíamos creer que éramos presa fácil para los idiotas que se nos acercaban. Después les desplumábamos los dólares y los tragos, entre otras cosas, una vez nos daban caña puta y nos hacían disfrutar, nos gozaban y les gozábamos; sin las complicaciones que en nuestro país se usan como costumbre, al tirarte a un tío.

Nos vinimos a Managua_, aclaró convencida_, y comencé prácticamente de nuevo.
_  Como te comentaba, en cuanto volví de Boston, una vez dejé allí a Gary a mi hija, a sus abuelos y a los amigos_ pocos los que valían la pena_, en aquella ciudad imponente si la comparamos con mi tierrita; me presentaron a Julen.

Estaba recién retornada de Boston, con la carrera universitaria finalizada una hija oculta, más leyes que la tabla de los Mandamientos Hebreos y un bagaje de vivencias amplio como el Testamento de Nicea.

La contienda entre civiles de mi tierra, ya había acabado o eso parecía.
Fue mi segundo amor, lo quise desde el principio, me hacía salir de una vez por todas de todo aquel corsé de lo prohibido; bueno y lo malo; que me oprimía desde mi adolescencia.

Nos conocimos por mediación de una ocupación profesional que realicé en la capital de la República, y de una amistad colateral lejana, que nos presentó por convenir en labores técnicas, relacionadas con la seguridad doméstica.

Un especialista que estaba muy vinculado con la gran familia Costosa, otro sicario venido a técnico de humanidades y seguridad en aspectos anti rapto y anti todo lo que se considera como reglamentario.

Los  “pro somocistas”, anti rebeldes, los que estaban en el poder antes de la revuelta y a la vez tenían una relación muy estrecha con mi padre.

Narciso Costosa Diskatble, ex alto ejecutivo político y Mathías Sröeder, llegaron a ser amigos y se encontraban con asiduidad por temas poco declarables, que jamás intuimos en el seno de nuestra familia.
La de prebendas que llegó a retener mi padre y la de misterios que compartían en tapado, era notable. Aunque lo disimulaban y negaban.



to be continued
Continuará......




0 comentarios:

Publicar un comentario