Viene del capítulo anterior: Genitales al aire
Corriente orgásmica en la grada
Manuel, desgravaba el espectáculo con su locución hasta que cedió
importancia al silencio, llegando ser protagonista. Permitiendo que las
imágenes que transmitía Cheo, explicasen por si solas, lo que sentía, lo que
proponía y lo que disfrutaba en un acto tan sencillo como el de orinar.
Acabado el trance; Cheo pulsó
la tecla que encendida le indicaba la acción elegida. Lavado e Higiene. Al
instante y como un resorte, entraron a ocuparse del escroto, esas manos mecánicas
adjuntas al equipamiento, que trabajan los bajos de una forma exquisita.
Concediendo mejoría a lo conocido_ a lavarse el pirulo después
de una micción_, frotando con suavidad maestra los órganos genitales y
dejándolos suaves, tersos y lavados, como la piel de un recién nacido. Engrasados
y dignos tras de una friega íntima en la propia picha.
Acción más parecida a un tocamiento sexy que a un secado de culo.
Uso rutinario al final de la acostumbrada urgencia de deponer. Lo que
vulgarmente llamamos en tono de calle: después de cagar . La cara que
presentaba Cheo, era de poco padecimiento, al haber utilizado una forma
estupenda y jamás imaginada.
Después de mear. Quedarte tan apañado. Sin prisas, sin manchas, sin olores, sin peligros
de goteo, muy parecido a una sesión de
masaje íntimo reconfortante. Seco y limpio de humedades producidas por el
lavado intenso, completamente impecable, por los aires y meneos silenciosos que
desprendía el artefacto.
El presentador, hizo adrede un mutis gesticulante para que la
gente se oyera en sus expresiones, se moviera de sus asientos, se colocara bien
sus genitales en secreto, después de la
fabulosa representación presenciada; volviera a sojuzgar y se relamiera o
detestara lo visto, y comprendiera; que es un higiénico gestor de angustias,
sin mancha, sin peligros y con mucho futuro por lo cómodo y lo seguro.
Cheo, se vistió elegantemente como iba antes de penetrar en el
cubículo y salió del retrete, con la suntuosidad de una persona que acaba de
bañarse, y acicalarse para emprender el resto de sus ocupaciones.
Manuel, agradeció al actor su actuación y mirando al estrado,
rogó no hicieran de momento preguntas, para pasar a continuación a escenificar
la siguiente elección. La marcha número dos del equipo que no era otra, que la
de: defecar con lavado e higiene.
No tardó el escenario rotativo en circular hacia la izquierda,
mostrando parte del decorado que ofrecería la puesta en escena de la segunda
opción del wáter maravilloso.
La elección elegida era tan clara como todas ellas. Un ensuciado
controlado e higiénico, que no podían ni siquiera imaginar.
Se iban descorriendo los cortinajes azules y se abría un
panorama perfecto, con una luz potentísima y una claridad propia de lugares
limpios y aseados.
Todo puesto en su lugar y en el centro del escenario el amigo
Cándido Rondeles, provisto y vestido de veinte mil botones, peinado y
engominado.
Los accesorios del equipo presentado, impolutos, brillantes como
las propias estrellas del horizonte y la gente con una expectativa inusitada.
En las localidades donde estaban sentados los clérigos, parecía
había disfunción de pareceres pero de momento todos aguantaban con
"donaire" el espectáculo que aun no había llegado ni mucho menos al
epicentro del mismo.
Doña Daysi Cumbres del Bosque, la alcaldesa del Poder Ciudadano,
que estaba colocada al lado de sus acompañantes_, más caliente que el rabo de
una sartén_, miraba de vez en cuando con cara de intriga en el lugar donde
estaba sosegado el sustituto del Obispo; el Presbítero Alejandro Pérez
Martínez, que de momento no hacía ascos a lo que había visto, disimulando muy
acorde a su cargo y justificando con la sotana, los bultos y grosores en su
falo, que le provocaban aquellas vivencias en los calzoncillos a punto de
reventarle por una explosión de pene frito y disfrutando muy mucho al descuido
con cuidado.
Todas las emociones que pudo albergar hasta el momento el nuncio
de la iglesia las encubría celoso y apretando su culo para no correrse allí
mismo, y tener que utilizar de prisa y corriendo el cósmico en la opción de
lavado de huevos.
Algunos de los industriales que allí estaban se les observaba
muy excitados por lo que habían presenciado y con miedo interno por lo que aún
tenían deseos de contemplar.
Mechthild y su mamá doña Clara, la famosa Pajarita, se miraban no
sin disimular su nerviosismo por la temperatura de su cuerpo, en la zona
erógena justo al lado del culo, por decirlo suavemente, ya que los labios verticales
de las dos mujeres, no hacían más que abrirse y cerrarse como fuelle de aire, que
indisciplinado acogía bocanadas de gusto. Respirando profundamente y mirando a
otras personas para compararse con ellas el grado de fiebre adquirida.
Aguantaban como podían y sonreían a medida que se les escapaba
el flujo en sus bragas, porque no hubiesen imaginado que aquella obra iba a
desencadenarse con aquellas guisas.
Justo a su lado Don Lucas Lizardo, el administrador de los bienes
de la Pajarita mojada, nervioso se zarandeaba en su localidad, intentando
disimular la mesura de su eslabón carnoso, brutalmente crecido por la sangre
contenida sin necesidad de pastillas azules y mostrando una cabeza de pez ahogada
por tantos estímulos.
Deseaba tomar alguna iniciativa sin atreverse, por no llegar a
molestar a nadie y menos demostrar su estado de libido tras lo visto y
escuchado en el escenario. Ni tampoco poner más a caldo a su distinguida
amante, la dueña de todo el patrimonio de la Tinaja del Secreto, la Hacienda de
su propiedad que él gobernaba a su antojo.
Lucas ya muy humedecido y algo impertinente, a la vez que acalorado,
fogoso y encendido por las posturas de Cheo, trataba de estar distendido ya que
los meneos del actor dentro de aquel abrigadero transparente le evocaban
tiempos lejanos y desatar una polución diurna agresiva a sus sesenta y tantos
años.
René el hijo de Mechthild, como una piedra, accionando el
Smartphone, y whasAppeando con quien sabe quien, no prestaba asunto a las
oscilaciones del actor que representó hacía escasos minutos. Sin embargo
Virtudes Malena, la sensual y ladina
mujer no paraba de agitarse en su butaca meneándose el ajustado tanga para que
no le molestara, modificando la posición de la tirilla del mismo, que se le
incrustaba entre las nalgas de su ano y los labios de su excitada vagina.
Esa sensación le precipitaba un conocido nerviosismo
masturbador, como percibiendo en aquellos momentos un arrojo brutal, para
follar con el primero que se pusiera a tono, ya que imaginó que el actor, el
mismísimo Cheo; la estuviera trasteando directamente a ella desde el tablado.
Se había acalorado por los flashes que le llegaban desde el
escenario. Recordando situaciones parecidas de su vida, aunque éstas sin luces
ni taquígrafos. Tan sugerentes y agradecidas, que se relamía mientras imaginaba
y se miraba a su sobrina que tenía a su vera y que había sido en ocasiones
testigo de lo que ella pensaba en silencio.
Al no poder disimular la descarga repentina de un orgasmo precoz,
se dejó ir plácida sobre la butaca, ganándole el placer y la exudación que le
mitigó aquel acuífero tan espeso. Supuración
que le había sucedido cuando miró descaradamente a Cheo y observó el tamaño de
su pene que lo trajinaba de un lado a otro sin perder grosor.
Ángel Petrowsky, se había ruborizado en directo. Cachondo consigo
mismo y con las posturas de Cheo, por el beneplácito que le embargaba al ver
tanto cuerpo de hombre al desnudo, certificando y dando por establecido que
para él, no le era ni molesto ni ajeno.
Jamás había justificado su tendencia y no tenía intención de
airear ninguna tesitura sexual personal, aunque en el transcurso de la
actuación, sin percatarse y en silencio profundo admitió sensitivo algunos
principios y detalles que dejaba a las claras, su condición natural.
Elvira, nada idiota y muy puesta detectó el placer de Ariel y de
vez en cuando le iba haciendo palpaciones con su mano introducida en el pantalón
a la altura de la bragueta, debajo del calzoncillo, tocando rabo.
Sutiles y encubiertos tocamientos con y sin ritmo acompasado para
su amigo Ariel, que las admitía de buen grado en la oscuridad del patio de
butacas, manteniéndolo a tono y jadeante, como cuando se practica la auto estimulación de los genitales en un bebé,
término muy elegante de la conocida y no siempre entendida masturbación
Continuará
To be continued
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