Por
consejo que di, fui despreciado.
Pasé
vergüenza. No río ni miento,
al
amigo fiel, sin remordimiento
y
seguir falseando con agrado
Su
defecto más grande: estar cegado.
Imposible
apreciar mi sufrimiento,
que
disimulé para darle aliento,
cuando
mentía tan alucinado.
Le
dije algún remilgo y, altanero,
supe
combatir su frase embustera
que
indecente decía muy severo.
Con
todo no gustó mi voz sincera
Perdí
al amigo por no ser trolero
y
no preservar su alma torticera.
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