martes, 12 de enero de 2016

Exitus Letalis

Había prendido en aquel autobús de la línea regular, el que recorría el pueblo en circunvalación discrecional, un vehículo no demasiado grande, que hacia su servicio para todo aquel que necesitara desplazamientos dentro de la ciudad.

Al entrar alojó su ticket dentro del picador de billetes automáticos para validar el viaje y observo donde podía sentarse, dentro de la oferta de plazas libres que dispuestas esperaban en aquel microbús.

Fue a ocupar precisamente aquella vacante entre la puerta de salida y el culo del vehículo, tomó posesión de lugar justo al lado de la ventana y se sentó frente a una señora seductora y atractiva, muy despejada que nadie había visto montar al autocar ni validar su boleto.

Con un color de cabello muy poco visto, pero a la vez,  con un brillo natural profundo y una limpieza extraordinaria.
Atracción definitiva exigía aquella mujer. Un encanto de aquellos penetrantes, que apenas podías apartar la visual, de la presencia de la joven, por el instinto obligado del cerebro a repetir y volver a echar ojeada con la mirada al envoltorio plateado y reflectante que dibujaba el todo, de aquella fémina.

La dama era más bien hermosa y la sonrisa permanente que le decoraba su rosada piel, permitía mirar a hurtadillas sin que ella hubiese dado el permiso para que una y otra vez el examen de Jairo tropezara con su perfil lumínico.
Al poco de arrancar el bus y continuar recorriendo las calles, recogiendo y dejando pasaje;  la mujer le dijo sin cortapisas _  Jairo puedes mirarme sin que te ruborices, a fin de cuentas me ibas buscando.

Jairo, en un principio, creyó que aquellas palabras no iban dirigidas a él, a pesar de haber escuchado claramente su nombre y no siendo demasiados los  bautizados con ese  patronímico.

El caballero volvió la cabeza, para cerciorarse de lo que intuía. Sin ver que nadie fuese en el pasillo del ómnibus para con seguridad y certeza mandar a la señora un mensaje_: ¿Se dirigía usted, con su comentario a mi persona?

_ ¡Sí! Claro, aquí no hay nadie más que le llamen Jairo, es más en esta localidad contados con los dedos de una mano, los convocados como tú. Es un nombre poco frecuente en esta zona.
La señora dejo de hablar notando y sabiendo la exclamación exagerada que iba a soltar el vecino de viaje, el acreditado Jairo.

_ ¡Como sabe usted que me llamo así!  ¡Porqué afirma que la estoy mirando de forma continuada y que al mismo tiempo asevera con tanta bola; que la ando buscando sin yo saberlo. ¿Con que derecho se dirige usted hacia a mí en ese tono y que pelotas le da derecho a hacerlo?
Aquella guapa señora, sonrió fácil sin enfados y se limitó a seguir con su distinguida charla, comunicándole su recado.

_ Jairo son muchas preguntas al mismo tiempo, ¿no crees?, párate a pensar un poco y verás que no voy desencaminada, que has tomado la línea L73, sin saber ni donde ni por donde, ni hacia dónde vas.
De hecho has salido de la cafetería donde te has tomado un café cargado, con dos gotas de Armañac y de hecho ibas hacia tu domicilio, que justo está en sentido contrario al que vamos.
El hombre, se contuvo en su estado de frenesí y miró alrededor de su cuerpo, viendo que justo estaba haciendo un viaje a ninguna parte, que no tenía por qué haber tomado la línea del servicio público aquella, que de hecho hubiera debido tomar camino hacia el transporte ferroviario de cercanías para llegar a su domicilio habitual.

Fijó su mirada ahora descarada en aquella mujer, que ya no le parecía tan hermosa y ésta; que esperaba una reacción inusual por parte de Jairo,  le sonreía de forma sublime. Haciendo tiempo y turno para seguir exponiendo sin titubeos.

_  Nadie sabe que me busca, o mejor dicho, que yo os encuentro a todos en el momento preciso. Si no es ahora, será después; si no es mañana será cuando tengas destinado, pero lo que puedo asegurarte sin errores es que;  en pocas fechas has tenido unas pesadumbres fuertes. Has perdido a tu madre y eso duele.
Aunque la enfermedad iba dando muestras y la debilitaba, no había mas salida y fue su final.
El que a ella le convino y cuando decidió y agotó su pétalo de trayecto. Así le llamamos nosotros al viaje de:  irás pero no volverás.

La dama continuó en el uso de la palabra mientras Jairo, no daba crédito a lo que escuchaba y veía_  Deseos suyos_ dijo la mujer_ en los que yo poco he podido hacer, porque era su hora, y a pesar de no tener billete comprado para principio de año, se lo pudimos dispensar.

_ ¡Oiga señora, pero usted quien coño es!  Yo no lo he dado vela en este entierro como se suele decir, para que usted me salga con esas pamplinas suyas. No tengo idea de quien pueda ser, ni quien le haya informado, pero sus palabras me molestan mucho y no quisiera tener que aguantar más su broma.

_Nada de bromas Jairo. Ni son gazmoñerías, me llaman los amigos "Mortis o en español Defun" un diminutivo de Defunción y ahora estoy in Corpore Presente, hecha figura en la carne que vosotros conocéis y además muy atrayente para que a ti precisamente se te fuesen los ojos tras de mí y a pesar de tu pena_ que la tienes_ te fijaras con atención a lo que voy a decirte sobre: la Exitus letalis de tu madre.
Me ha enviado a recordarte un mensaje, que no debes olvidar y aprovechando que he venido a transportar a un abonado, me acerqué a ti. Provoqué tu persecución hacia mí y conseguí que me alcanzaras en la línea de la L73 para decirte su mensaje_ la señora Mortis, pronunció sus palabras sin titubeos_ dejando boquiabierto al ínclito Jairo, que escuchaba aquellas palabras en latín, que no fue difícil entender.

_ Recordari oportet, quod incinerarme_ Ese es el recado de su madre. Yo me apeo en la próxima parada, en la confluencia de Avenida Vida Feliz, con esquina de Rigor Vitali. ¡Gracias y nos veremos, cuando le toque!









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