miércoles, 18 de noviembre de 2015

Incesto y culpa



_ ¡Sí! Fue tan cierto como que estamos aquí tú y yo_. De verdad que no sabía cómo ponerme, si marcharme o quedarme y aguantar aquellos lloros de rabia y de impotencia que daban tanta pena que no supe reaccionar.

Estaba tomando una caña con un amigo y éste me refería, la confesión de un mal de amores que le provocó mucha pena, ya que_: exponía_, a pocos le puede pasar una desgracia como esta.

Acabó la frase, Byron McPherson, calificando al amigo que mencionaba anteriormente, que no es otro que el que le confesó su pena. El periodista más agudo de la ciudad. W. T.
Por eso yo, ahora te la cuento a ti. Después de muchos meses de lo sucedido y porque hay sucesos que son irreparables y dejan un lastre indeseable.
¡Así se llama! para que ocultarlo si a veces los enredos y mentiras o las excusas tienen las patas muy cortas_ aclaró Byron_. Si no te enteras por mí, te lo explicará cualquier otro amigo o conocido y no será de primera mano como yo lo viví.

Aquel periodista del Mackenzie telegraph de New Jersey, famoso columnista y muy respetado en su ciudad, es ni más ni menos que  Walter Trejo, que le había contado una noche de juego y licor, la desgracia de sus amores.
Anunciaba que la vida sin ella no le importaba, y estaba decidido a emprender cualquier solución para recuperarla. Ya que si no lo lograba; su vida no tenía sentido y haría los posibles por acabarla súbitamente.

Ahora lo pienso, más tranquilo y parece que lo estoy viendo_ recordó Byron con una expresión rara en sus ojos_, en el momento en que me lo refería, igual no llegué a valorar aquel padecimiento y aquella congoja. Se sirvió un trago de ron y se volvió a sumergir en el recuerdo.

Desesperado, sucio, abandonado y borracho_ razonó Byron refiriéndose a la memoria de Walter y añadiendo a su reflexión_. ¡No podía creerlo! Que ocurrieran estas atrocidades en el tiempo que vivimos.
Estamos en la globo de la comunicación nadie pudo ponerles al día_ prosiguió pensando en aquella conversación consigo mismo y volvió a personificar su repaso, recordando que: Walter comenzó a balbucear en broma.

No estaba dispuesto a explicar sus miserias, ni su vida, ni ha sido jamás persona que le guste que lo compadezcan. Más bien ha sido un personaje de los que creaban hilaridad y desenojo
Incluso creo que la bebida le fue traicionando, soltando los labios y las vivencias de la felonía ocurrida.

Infamias que dejaba caer como bolas ardientes que abrasaban la atmósfera y no dejaba feliz a nadie que le pudiera escuchar_. Siguió argumentando Walter muy sereno y tras un respiro y una mirada hacia atrás como si no quisiera que lo sorprendiera la competencia de las revistas del corazón; las de papel cuché; llamadas: “rosas”, o alguno de los camuflados reporteros free lance, que pululaban por aquel antro.

Lo relató con puntos y señales, con actos y vanidades, con deseos impuros, todos ellos regados de detalles obscenos y sexuales.

Desde su mente no clara por la embriaguez que facturaba; entonó la explicación de la tragedia como si lo estuviese viviendo de nuevo, como si en aquel instante estuviera en el escenario del sufrimiento, y le fuera apuntando al oído, con aquel secretismo americano, mientras se lo refería detalle por detalle, acción por acción, tocamiento por tocamiento.

Siguió lloriqueando amargamente un tipo tan duro y tan varonil_ recordaba e insistía Byron con crudeza dentro de sus conclusiones_, nadie lo hubiera podido entender. Hacía tan solo unas semanas había descubierto el tal Walter, una trama dentro de la política de su zona y no dejó títere con cabeza y además, hizo saltar a la junta de portavoces sin titubear. Para que ahora estuviera hecho unos zorros, gimiendo como un vulgar chiquillo.

El recuerdo de Byron se volvió a pasear por la conversación mantenida con el enjuto periodista que le contó sin cortapisas_ Me dejó solo, por un equívoco_ exponía Walter, mientras ingería aquel Armañac francés que le derrotaba el duodeno_. Me abandonó por mi carácter flojo, por no saber defenderla frente a los que me rodean. Mi propia madre_ adujo Walter, se ha puesto en contra con mucha furia y la ha convencido a Angelice a que me deje y me olvide.
Ahora que todo está perdido y no tengo opción a recuperar a esa mujer, solo me queda una salida. Morir.

Después de conocerla en Noruega por casualidad y convivir con ella, durante dos años y medio; estando destacados como corresponsales y cubriendo la guerra fría en la península escandinava; me abandona como si fuese un detrito.
Meses deliciosos, que han sido los más felices de mi vida. Compartidos con nuestro trabajo para la revista. Nos amábamos cada noche, en las frías y largas esperas, en la cúspide de nuestro amor.

Llegando la interrupción de nuestra relación como si fuese un apestado. Tantas y tantas horas de sexo y de pasión, no han servido para nada. Me ha abandonado sin darme explicaciones.

_Por ello me duele el alma. _ Anunció Byron sin palabras, en su pensar y para convencerse él mismo que su amigo llevaba razón_. Poseído y dolido por las palabras de Walter, relatando el hecho desconcertante, como si él fuese el protagonista, como si él pudiese ayudarle para que dejara de penar y volviera con ese amor que tanto adoraba.

 El acontecimiento lo llevó tan lejos a recordar el último acto de la confesión y a pesar de que ahora le resonaba de lejos lo vivió como si fuera in situ, viéndose de nuevo como protagonista de aquel sucedido, que jamás sería reparado con la normalidad con que otros, suelen corregirse y volvió a inundarse con el recuerdo.
Volviéndole las imágenes cuando divagaba en voz alta, sin saber que la madre del periodista vencido, le escuchaba aquel infausto día. Súbitamente Margarite, una mujer entrada en años, muy vivida y en sintonía con lo que se estaba dirimiendo se levantó de su butaca y acercándose a Byron le dijo sutilmente_: ¿Podemos hablar señor McPherson? Es urgente y necesario, por el bien de Walter_ Le anunció en aquel entonces la señora Margarite.

Byron desconcertado solo pudo preguntar_: ¿usted quién es?_ Teniendo por respuesta un desaire de parte de aquella dama, que ya caminaba hacia un apartado a la izquierda del salón donde Byron compadecía a su amigo.

_Acompáñeme y así dejara de hacer el ridículo más atroz de su vida_ Esperó a que tomara el pasillo y le anunció_ ¡Sígame! _ exigiendo desde la distancia y, mirando hacia atrás esperando que el joven accediera a su ruego y la alcanzara sin perder puntazo por el angosto pasillo.
Al llegar a lugar, la señora ni se sentó, no quiso acomodarse expresando una vez estaba a la altura Byron_ Lo que debo decirle es escueto y conciso, doloroso pero inapelable.
Margarite le miró muy de cerca a los ojos y le exigió a Byron_ ¡Cállese y no se meta por Dios! Es un tema que está fuera de su incumbencia. ¡Es que no lo sabe!

_ ¡Oiga señora!, que habría de saber según usted. Explíquese y si no piérdase por donde ha venido.


La mujer con lágrimas en los ojos le comunicó_: Angelice es hermana de Walter.





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