miércoles, 26 de agosto de 2015

El wáter cósmico _ Penetrado en ella

Viene del capítulo anterior _ Búscame en Zihuatanejo



Sinvergüenzas tapados que esperan su oportunidad para gozarla sin que nadie les vea y disfrutar como el caimán más feroz de la guarida.

La interpretación de Cinta en el Convento de las Trinitarias con el manejo de las virtudes del wáter cósmico fue de lo más real y convincente. Consiguiendo que más de uno de los clérigos presentes se pusieran tensos y más rezumados que las morcillas de Valle Santo, que sus orificios se distendieran y volvieran a contraerse mil veces, a medida que ella iba lavándose y enjuagándose su sexo laxo, llegando algunos de los presentes a deleitarse con el derramamiento de su propio suero.

El resto de monjas y novicias llegaron a empapar sus ropajes interiores con acalambres vertiginosos inesperados. Dejando bragas y taparrabos mullidos por el empuje de su propia esencia de esperma.
Ayudada en aquella intervención por Severiano Simón Campos, que también supo ganarse el óscar al mejor festival de limpieza intima. Siendo uno de los actores de la presentación del artilugio en el convento.
Por su actuación desnudo frente a tantas beatíficas monjas y tanto desconsolado monje, que se soportaba las ganas de secreción dándose pellizcos en las nalgas para evitar que les hipase su glande
Todos los presentes en aquel hotel de Managua, esperaban con mucho deseo que la representación se llevara a cabo cuanto antes y que además se cumplieran las expectativas.

Manolo hacía bastante que esperaba pacientemente a Mechthild, la oía que hablaba con alguien por teléfono estando en el baño, desde hacía ya un buen trecho, parecía que aún le quedaban flecos por contar de cuanto le había ocurrido en las últimas horas. Imaginaba que sería con alguien de su familia, allegados o amigas, que sabían de su primera noche de amor compartida con él mismo.

Se reclinó sobre el diván del salón y sus pensamientos se escaparon a España, imaginando entre muchos y variados recuerdos, que sin duda le habían dejado un saldo negativo y doloroso.

Su casamiento con su exmujer, la abogada, ahora fiscal de Vinaroz, Mercedes, que lo abandonó por un futuro ministro y en la actualidad profesor de la Universidad de Valencia. Sin motivos claros ni causas tangibles, sencillamente dejó de amarlo. Se le acabó el amor y no quisieron continuar con una farsa indecente.
Sin malos tratos, sin recriminaciones, sin lamentos dejaron de verse y pusieron fin a su relación hasta que les llegara el divorcio, que por cierto llevaba ella misma la propia Mercedes Piedra Roqueta desde su despacho de abogados de la capital Vinarocense.
A la familia, le dieron la noticia, con sencillez, sin ataduras, ni zarandajas, Manolo explicó su versión frente a una familia de la vieja guardia, que quiso disimular los acontecimientos frente a sus amistades y vecinos, sin éxito puesto que por la otra parte, la familia de Mercedes, dieron un comunicado exiguo a la prensa local, aduciendo motivos increíbles y falaces. Ruptura y divorcio.

Mechthild entretanto ya había finalizado de acicalarse y salía desnuda por la habitación de hotel, mientras Manolo estaba inserto en sus cavilaciones con los ojos medio entornados, a la vez que ya se deleitaba del cuerpo de su nuevo y estrenado amor, que le tenía emocionado.

_ ¡Manolo, vida mía! ¿Qué piensas? _ preguntó la mujer con descaro clavándole sus ojos en la abertura del jubón que llevaba medio desabotonado, por donde asomaba parte del pectoral, a la vez que conjugó con gracia su deseo, metiéndole mano en su pernera hasta tocar con aplomo su glande, que ya comenzaba a inflamarse.

_ Pues, fíjate cielo_, dijo Manolo con dulzura_, mientras hablabas por teléfono y te bañabas, me han venido unos pensamientos arcaicos que han hecho comedir y volver a vivir instantes escandalosos. Los cuales, no quisiera repetir por nada del mundo. ¡Observa! _ comentó Manolo_, acercando a Metchild y tomándola por la cintura hasta juntar sus cuerpos y sus labios_. Con lo dichoso que me hace tu compañía y lo ardiente que me tienes.

_ ¿Amores pasados? _ sondeó Mechthild, arqueando las cejas y esperando una respuesta convincente tras un recado corporal que pedía soborno inmediato y sexo continuado lindante y muy urgente_ Te apetece uno rapidito antes de ir a ver a mamá, o quizás otro más prolongado y lo dejamos, la visita para más tarde.

No hubo frases expresas, ella iba desnuda, y no medió ni minuto para quedar entrelazados por sus sexos y subyugados en una satisfacción._ Dentro de ti; deseo estar_, le manifestó la joven a Manuel, atrayéndoselo para que la poseyera.

Se tendieron sobre aquel diván y quedaron íntimamente trabados por su desenfreno, que derrochaban ellos mismos, sudando y follando como posesos, como si el mundo hubiera de extinguirse en breves minutos y no diera tiempo a llegar a un apogeo relajado y paciente, a una eyaculación nerviosa, a un orgasmo desenfrenado.
Manolo se dejaba llevar por la nica y ésta lo portaba en volandas imaginarias al mundo sutil de unas nubes rosáceas, donde solo notaba el frote, la fricción de su cuerpo penetrado en ella. La cabeza no pensaba, el talento no existía, la mentira se había evaporado, quedaba únicamente el deleite, la prisa desmedida que coronaba desde los infames fondos sensuales para convertirse en una especie de locura indescriptible por los beneficios del gozo y de sus disemines orgánicos, hasta una excitación inaudita. Soplidos exagerados de pasión inundaba la sala, un incesante mete y saca, como muelle automático, semejante a un interruptor automático de ascensor con dos movimientos; los clásicos el sube y baja, el entra y sale, el rompe y rasga.

La besaba como un poseso, y ella, mordía los labios y la lengua de un Manolo que se dejaba fornicar por un placer desconocido, descubriendo un perfume, el proveniente de los recovecos de Metchild, su aliento roto por el despertar matinal, sus axilas recién perfumadas daban ese alegre incitar al deseo incontrolado, sus pechos erótico bailables por la potencia de unos músculos ejercitados, potentes danzaban arriba y caían después hacia abajo, haciendo el ruido de las campanas sordas cuando crujen la propia carne del cuerpo sano y fornido y que bajo sus conos mamarios, aromatizaban las pituitarias del susodicho amante, que aspiraba cuanto bueno destilaba el cuerpo maduro de aquella hembra nicaragüense.

Aromas ardientes y a la vez agrios, confundidos con la transpiración corporal que le embelesaba, y necesitaba consumir sin demora juntamente y a la vez que su jadeo batiente y nervioso, tan propio de una mujer que tiene prisa por auto  desperdigarse encima de su propio orgasmo.
Se lo comía, lo absorbía en vivo, sin sutilezas, para que el mismo Manuel, sacara fuerzas de flaqueza y avasallara su vagina una y otra vez sin descanso hasta debilitar, y volver a consumar en los segundos precedentes otra versión y otro polvo, otro meneo más, otra corrida en la cima del sumo placer, hasta que muriera de gusto genital, provocado por los tuétanos endurecidos de su macho amante y  Mechthild quedara completamente exhausta, despeinada y enrojecida de tanto balanceo y temblor suministrado por la jodienda.

Manolo, ya carecía de esperma, de pujanza y de pericia, había desfallecido por la carencia de semen, sus poluciones nocturnas habían anexado la decena, pero sí;  le quedaba ternura para seguir dándole antojo a una mujer necesitada de todo el bálsamo erótico, de todas las succiones bucales que hizo sucumbir sus deseos más escondidos y a la vez más ansiados.


_ Nena, me pones jugoso, te veo tan guapa, tan elíptica, tan físicamente sabrosa, que sin dudar estaría encaramado, o debajo de ti, días enteros más húmedo que una lombriz parasitaria. Hueles a romero, o quizás a hierbas asilvestradas, sabes a papaya anaranjada, tocas y ejerces la caricia que enervas mis escamas y me comes con la vista con ese encanto femenino que no puedo negarte absolutamente nada. Miedo me das, dado el caso que te aburras de mí, me abandones, como ya me sucediera hace unos años.




Continuará

To be continued






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