sábado, 6 de junio de 2015

Los poetas lloran tinta_ episodio tres_

Continua del capitulo ant. ...

Los poetas lloran tinta.

Viene del capítulo anterior.

 


Con alevosía, de forma perruna por lo irracional y sin ninguna prisa lo iba calentando, aplicando esa maestría del recato con que constituyen en sus actos las mozas cuando persiguen un trofeo.

Con su proceder cristiano, sin levantar malas impresiones, sin demostrar  perfidia y con la feminidad que atesoran las buenas prácticas. 


Reme iba consiguiendo su propósito, cuidando el qué dirán. De suma importancia para cualquier cristiana. Tenerlo controlado se hacía imperativo, para la decencia y probidad de su persona, y más ella, que aún estaba virgen. Aunque en el sexo y en la guerra todo vale y siempre había que utilizar, aquella máxima vulgar_: Si dicen que dizan, mientras no hazan”.




Las actuaciones del afamado Ateneo Samboyano, eran de un prestigio sonado. Por aquel establecimiento pasaban todos los artistas con renombre del cartelero nacional, vedettes, malabaristas, tonadilleras, músicos, y como no, aquellos conjuntos musicales, que ya comenzaban a proliferar y a sonar en las diferentes cadenas de radiodifusión de la urbe, en especial la cadena no estatal, la conocida por Sociedad Española de Radiodifusión.



Aquellos boleros de Machín, ponían la sangre embravecida a Reme que ya provocaba descaradamente a Lucas, con una sonrisa abierta y un lenguaje no verbal que exclamaba ¡Ven y tómame! 


Lucas, timorato aún masticaba cual sería la forma más varonil para entrar a conversar con aquella señorita, que ya lo tenía camelado.




La tarde era especial, parecía casi el final de una etapa aburrida y sin gozos, y el comienzo de una felicidad merecida.  Alegrías constantes y sexo a granel jugaban en la mente de Remedios, que notaba el desborde de placer en aquel dubitativo joven sin experiencia. Los dos mojados por la pasión ya se tocaban con los ojos. No había vuelta atrás. Lucas sonriendo se acercó, y sin mediar casi palabra, la llevó al centro del entarimado, asiéndole por un hombro, guiándola en el camino. Dándose cuenta que ella quería ser arrullada de forma ostensible.


Inspirando de su piel al protegerla hacia la pista de baile, el olor perfecto que transmitía.

Ese olfato a secreción inmediata, tan agradable por confundir la transpiración con la limpieza explosiva de la que presumía Reme y su aroma atrayente que irradiaba inevitable. Directo a las pituitarias acechantes de su acompañante deseoso de cualquier gesto o efluvio sensual.



La dimensión del lindo cuerpo femenil de ella y la abstinencia de mujer en él,  hacía mella en su vigor y le transmitía una necesidad de gozarla tan briosa, que con la imaginación, la que posee un inventor de diálogos, un mago de las palabras, se hacía la boca agua. Pensando que en breves instantes la iba a estrechar en sus brazos, y podría invitar a que la sensación de pasión se prolongara como mínimo durante aquella tarde.


La música sonaba en plenitud y los esfínteres se ensanchaban dejando la ropa más tibante que una herida cuando sana. Las canciones interpretadas eran de lo más sugestivo para ambos, que buscaban ese incipiente cuerpo a cuerpo. Encajarse entre las piernas, cercarse el busto a medida y con la presión justa, para recibir y enviar placer. Calor y sofoco en Lucas, ardor y pasión en Reme.



Les podían las ganas de tocarse con las yemas de los dedos, palparse con las pupilas, enchufar sus caderas entre sí. Notarse los tolondros. Sus bultos  enquistados crecían exagerados y latían con ansia bajo la presión corpórea de sus vestidos. 


Vivos, nerviosos y atropellados, con la prisa del torero cobarde, que finaliza su faena, pichando mil veces y con miedo al entrar a matar. Se masturbaban de forma espiritual, ralentizando ese deleite intuitivo hasta dejar abortar la delicia sin efecto.


Les apetecía continuar disfrutando de sus momentos. Besarse irracionalmente mientras los dos, cerraban los ojos, y se abandonaban a lo indecente, trazando un deseo de usufructo corporal que les movía las entrañas. Un placer tan efusivo que les restaba conciencia


El propio ritmo de los boleros, ofrecían una gimnasia que mezclada con la música les servía de nexo maravilloso de su felicidad. 
 

Era cuando la situación había perdido la cordura, ya no se podía dar marcha atrás, imposible pensar con la cabeza, cuando las manos están palpando pecho, y nalgas jugosas, notando nervios erectos y hormonas atropelladas buscando un embeleso sin parangón. Tan carnal que desatendieron su conducta por la excitación. 


Hasta que el vigilante de pista del ateneo, aquel empleado circunspecto y místico, el tan electo y célebre señor Clavell, notaba que alguna pareja hacía de las suyas. Se acercaba diligente y abortaba tales desmanes en cuanto veía que podían estar disfrutando más allá de lo que la censura consentía. Llamándoles al orden para que volvieran al comportamiento acostumbrado en ese perímetro ovalado, usado para bailar



Mandaban los genitales, la vista se hizo miope, el oído de cemento, el sentido a flor de piel y la prisa del furtivo, por querer acaparar en un santiamén, todo el placer que da el éxtasis al ser acariciado por una hembra.


Sacudidas arteriales procedentes del corazón que escondía Reme, detrás de aquellos sujetadores blancos con aros metálicos, que resistían unos pezones puntiagudos, queriendo emerger al viento, cuando cedían las carnes al ser elevada por aquel fuego propagado, sin vistas a ser extinguido.



Perdían la llaneza y la educación para transformarse en dos seres subyugados, al encontrarse dentro del placer tan maravilloso. Morreándose, sin prisas y con un tono algo salvaje, como el que usan los poseídos.



Atraídos Reme y Lucas, avisados por segunda vez por Clavell, el astuto vigilante, se comportaron temporalmente, volviendo a la cadencia melodiosa, que ya sin ser tan protagonista por otros motivos, se escuchaba en segundo plano, dándose en la pareja ese bienestar íntimo y húmedo que dejan al finalizar esos encuentros libidinosos.


Lucas, con esa mujer llena de vida y erotismo, a la que ansiaba conseguir, en ese preciso instante, sin rechazos y sin el mínimo control,  tenía los frenos desgastados.


Remedios, excedida por la satisfacción con esa pujanza erótica con el hombre que la toqueteaba,  hubiera permitido cualquier meneo erótico, que le hubiese sugerido. A pesar de la clandestinidad más lúgubre, con tal de rematar aquella faena.


Bulleron toda la tarde, porque bailar, ¡No! Enlazados y trabados como dos robustos e inmorales amantes, sin el temor de ser advertidos por nadie que les perturbara, compartiendo sus alientos por la cercanía de los labios y bocas, defiriendo ese perfume de agua de lavanda que injertaba Reme, y esa loción en boga denominada Floiid, emanada por Lucas.

La pasión emergía con la energía y potencia vasodilatadora, que impregnaba cuño varonil, que desprendía él y que admitía ella.







 Continuará... en otro capítulo
To be continued from..






1 comentarios:

Anónimo dijo...

Una historia muy divertida. Nikitta.

Publicar un comentario