jueves, 22 de enero de 2015

Después del polvo






Después del polvo
Entrega por capítulos del wáter cósmico.



Volvió a la realidad en aquel instante perfecto, quiso recordar los últimos veinte minutos y disfrutarlos, cuando aquel vehículo tan lujoso perdía velocidad y por el altoparlante de la cabina de los pasajeros se escuchó la onda de Sócrates, que decía con voz de lacayo_. Señora, hemos llegado. Da usted el permiso para aparcar dentro del  edificio y poder ayudarles ¿en el abandono del automóvil?

La sensual Glenda, abandonando momentáneamente la caricia de aquel penis, y superponiéndose a la excitación, carraspeó para que el tono de su voz fuera creíble para el cochero y tras unos segundos de enfoque respondió_. Sócrates ¡Está bien! Aparca frente a los ascensores y dispón nuestra salida sin interrupciones ni encuentros, sin que nadie pueda vernos llegar, ni bajar del carro. Vamos directamente al departamento amplio de la primera planta. La Suite Presidencial de Jeques.

_ Ok Señora Glenda, lo que usted decida, siempre a sus órdenes, en cuanto esté realizada la maniobra, abro las puertas del Mercedes sin volver a solicitar su venia. Si hubiese algún contraindicado yo le informo, descuide.

El sonido metálico del parlante quedó mudo, escuchándose el tic de la desconexión. La sonrisa de Ángel era amplia, la de Glenda reflejaba el dominio de una mujer sobre sus decisiones y confiada se miró en uno de los espejos disimulado de la limousine, arreglándose las pestañas con los índices y retocándose el perfil de los labios con una barrita nacarada.

Hemos llegado amor _ dijo Glenda, dirigiéndose a Ángel, para se repusiera del efecto de los tocamientos lascivos.
Ambos se dispusieron a descender del vehículo cuando aquel mozo les avisara, reconduciendo sus respiraciones accidentadas y procurando estar decentes en el momento que se abriera la lujosa puerta para apearse del corto pero estresante viaje desde el restaurante Mar Adentro.


Por el sonido y la quietud notaron que estaban donde había indicado Glenda, sin embargo dieron tiempo a que el chófer, preparara el acceso a la zona vip, sin sustos ni complicaciones.

Glenda a pesar de ser la esposa un Caudillo Imperial de los negocios, Don Fulgencio Cánovas de Cangállate, tenía que representarlo y no podía más que atenerse a normas.
Con mucha calma y dirigiéndose a Ángel, Glenda le comentó a su amigo de negocios_, no sufras por nada, lo tengo dispuesto absolutamente todo al detalle y todo saldrá bien. Nos lo pasaremos en grande, disfrutaremos de nuestro ejercicio, se establecerán acuerdos bilaterales y después tú te las apañas con Fulgencio, que no te dará demasiada guerra, porque huele los buenos tratos a una legua.

_ ¿Estás tenso, o me lo parece?_ preguntó seguidamente Glenda acariciando las manos de su conquistado.

_ Estoy bien cielo, lo tienes todo tan atado, que ya quisieran algunos que presumen de control,  poderte llegar a imaginar. Con que ingenio tramas las cosas.

Además de disfrutar de tu cuerpo, de tu sexo, estoy aprendiendo más que en toda mi trayectoria humana, estoy empapándome de tanto salero, me estás entrenando tanto, que a partir de ahora, con seguridad seré otro Ángel, muy diferente y desconfiado, mediré todos los detalles como veo que los calculas y computaré las repercusiones hasta sus consecuencias finales.

Glenda, lo miro y a renglón seguido apuntó. _ A ti; te lo han dado todo mascado ¿Verdad?

_ Porqué dices eso_ le respondió Ángel, interesado.

_ Pues por tus últimas manifestaciones, sinceras y nada descabelladas, sin embargo, yo vengo de un mundo muy diferente al tuyo. He tenido que tragar mucha mierda en mi vida. He tenido que follar con tíos que me daban asco, y no me ha quedado más remedio, que hacerles ver que lo disfrutaba.

Ahora puedo elegir y por ello, lo saboreo tanto y con tanta naturalidad, porque mido como bien dices,  cualquier detalle que pudiera surgir, cualquier imponderable que ni imaginamos nos arruine el momento.
Nunca lo refiero pero, como ya hemos entablado tanta confianza, he probado el gusto de tu saliva, y he recorrido sin falsas emociones, ni escándalos por tu parte, tu perímetro sensual, te diré que de muy joven me vendieron a un fulano que vivía de las mujeres.

Tenía una especie de parada ambulante de cacharros de menaje, cuchitriles que vendía para ocultar lo que traficaba. Me casaron con él, y como ya estaba sometiendo a un par de chicas más, otra no molestaba, pues éramos las que le preparábamos la parada, vendíamos, limpiábamos, cocinábamos y encima se la lamíamos.

Un asqueroso, vicioso y borracho, como tantos en nuestro entorno.
Pude quitármelo de encima, pero ya me había hecho dos barrigas, que por cierto no las cambio por nada ni por nadie, pero me abandonó cuando más necesitaba su amparo, su protección y el dinero que me daba para mantener a las dos criaturas. Un chulo de putas asqueroso que no cuadraba en ningún ambiente decente.

Se olvidó de mí en cuanto caí enferma por su culpa, creyó que me moriría y me repudió para evitarse el gasto. Fue mi salvación, me desdeñó y me tiró en la mierda como si fuera un vómito. Tuve que apañármelas y lo conseguí, recordé todas las putadas que mi padrastro le hizo a mi madre y como salió adelante. Seguí su ejemplo y subí a mis niños. Me cuidé, dejé las drogas, abandoné el alcohol y me convencí que era la única forma. Sané de la neumonía, de la adicción, de la tuberculosis y me preparé con esfuerzos, hasta que me llegó mi oportunidad.


Mi marido, el que tengo ahora, Fulgencio, me engaña como yo le pongo los cuernos a él. Aunque cree, que soy ajena a ello. Está convencido que las mata con su mirada y sus cualidades, y el pobre no sabe que se tira a las que en la sombra sin que él lo sepa, le preparamos Rosalía y yo.
No he permitido me deje en cinta, ni creo que sirva. No nos amamos, le valgo y me sirve. Está muy introducido en negocios que dan dinero, con los políticos, con las grandes familias, con traficantes de toda índole.
Le ayudo a medrar y a engatusar al que me pide, y lo hago. Con ello viajo, les doy estudios a mis hijos, le mando comida a mi mamá y le arrimo todo el beneficio que puedo.


Conozco a gente muy guapa, otros son bastante cabrones y mala gente, gubernativos viciosos y maleantes y además tengo mi propio chiringuito, con el que me gano muy bien la vida. Ahora follo cuando quiero y con quien me pone tonta, sin dar explicaciones, pero con idea, sin amor, sin pretensiones y sin riesgos.

Tampoco quiero dar una presencia de pura alocada, ni de pérfida mujer. No soy una puta de Congresos, ni de alto standing.
Cuando me llevo un tío a la cama, es porque le saco algo, me gusta, y antes  lo preparo con mi secretaria, ella lo lleva primero y lo prueba, si huele bien, si jode en condiciones, es simpático y sobre todo si es un hombre desprendido y espléndido.

Lo agarro como decimos por aquí, me lo follo y punto. Creo que ha quedado claro, ¿verdad? _ siguió argumentando Glenda_, sin nervios, ni representaciones solemnes, tan clara como la luz del lucero_. Nosotros_, continuó sin parar_, después del polvo, o de los coitos que se sucedan, firmaras tu convenio con mi papito Fulgen y te llevarás el gato al agua.


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