martes, 12 de agosto de 2014

El Wáter Cósmico_ Es tu hija _




Cuando me vieron aparecer mis padres, Margarite y mis hermanos con ella. Con Jimena. Una morena pálida y hermosa como adjunta acompañante, acólita y amante novia, en el hall de recogida de maletas del aeropuerto procedente de México, quedaron atónitos.

Todos los que me fueron a recibir, absolutamente todos y cada uno de ellos permanecieron lívidos y desconcertados, al ver aquella estampa de mujer especial que me rendía del brazo izquierdo y pasándome la mano por doquier, me acariciaba con sus labios, los míos, sin el mínimo rubor y pretendiendo que el mundo al completo lo descubriera.


Como podía suceder aquello_ pensaron, los que esperaban al pie de la sala de llegadas de la gran terminal para sus adentros_  ¿Podía Javier haberse enredado con una mujer tan diferente, a nosotros?, tan desigual y sin además conocerla debidamente, y tener los santos cojonazos de traerla a España sin viaje de vuelta.

¡Hala! ¡A lo bestia! Sin haberse puesto en contacto con nadie, ni preguntar cómo y de qué manera. A la pura y dura aventura.
Ni una sola palabra ni gesto salió de sus bocas al verme arribar, parecía que me conocían pero que nadie quería saludar en aquellas condiciones, en aquel interín.  Todo obedecía a como si quisieran que la tierra se los tragara en aquellos instantes tan intensamente rígidos.


Siempre lo refiero como si hubiera sido una imagen obtenida de la Sagrada Biblia, en la metáfora de la imagen de Edith la que se convirtió en efigie de sal, al huir y mirar hacia atrás huyendo de Sodoma.

Mi exnovia, la de toda la vida. Margarite, que también daba tiempo al tiempo para acogerme. La hija del tendero del pueblo. Mi prometida, la joven engañada que esperaba mi regreso, sin sospechar ninguna infidelidad de mi parte.
No estuvo enterada de fiestas mundanas ni aventuras de alcoba, ocurridas en Barcelona. Ni siquiera cuando nosotros mantuvimos nuestra larga y emocionante locura amorosa, en el tiempo que fuiste residente en Barcelona _ apuntó de forma violenta, para que se enterara en aquel instante Cecilia.


Podrás imaginar el chocho que se montó en aquella terminal, creo que todos huyeron desperdigados excepto mi madre que frenando a mi padre se armaron de paciencia para darme la bienvenida, no sin un disgusto que se notaba y un ambiente que se podía cortar con el borde de una navaja.


La admitieron en casa, como con calzador. La pusimos en el negocio, y nos puso más trampas que en la casa de un chino, se quedaba con parte del dinero para enviarlo a su pueblo.
Poco a poco fue haciéndose un falso  hueco, se cameló a mi padre, con muy buenas palabras, _ le llamaba suegrito y mamacita_ a mi madre.
Ellos sufrían más que nadie, porque veían lo que estaba preparando aquella jinetera. Sin posibilidad diligente para poder tomar las riendas en el asunto, ya que pruebas no tenían y no podían levantar un falso testimonio sin esas certidumbres.


Un cuento teatral para tenernos engañados hasta que, a pesar de los consejos y de las pruebas que me ponía la gente que me quería, para que ¡abriera los ojos! ¡Nos casamos!


No he visto boda, con menos invitados, después de lo que le hice a Margarite, medio pueblo me tildaba de poco menos que mujeriego, putero y cachondo redomado.

Cuando ella se vio firme en la familia, comenzó a traerse gente de su ciudad natal y nos llenó la casa de mariachis, familiares suyos. Una gente muy rara y muy poco abierta, que hablaban entre ellos un dialecto desconocido, cuando no querían que nosotros nos enterásemos de sus chácharas.
La tal Jimena, se quedó en estado, no sabré jamás si de mi semilla o de las que le repartieron sus tantos primos y compadritos con los que alternaba en mi propia cama.


Nació nuestra preciosa hija,  Estela. Lo más precioso que te puedes imaginar, es ella un regalo del cielo para toda la familia y ¡Cómo no!  para mí. ¿Quién se pone a averiguar si es o no es nuestra? Después de tomarle tanto cariño, ¿Quién nos la puede quitar? Que no sea un desalmado, que nos quiera lo peor.

Miedo nos da, el pensarlo, porque sería la enfermedad que se llevaría por delante a mis padres y a mí a presidio,  por lo que sería capaz de ejecutar.
En esa población, yo no soy nada bien visto, y menos mal que trabajo en Zaragoza que quieras que no;  los 136 kilómetros de distancia que hay entre mi pueblo y la ciudad, me inhiben de todos los insultos e improperios a los que me veo obligado a soportar.
Por supuesto Margarite ni me mira, y su estirpe, ha dejado de tratarse con mi rama. Ese fue el regalo que les traje a mis padres de México.


Un buen día del invierno pasado, que llegué a casa mucho antes de la hora prevista, por unos asuntos que no salieron como preveía, volví a mi domicilio, como cinco horas antes de lo normal. 
Al llegar sin previa advertencia, pensé en no encontrar a nadie en la casa, que utilizábamos como familiar, ya que mis padres se desmarcaron de Jimena, por no poder aguantarla, ni soportar su trato diferente al que disfrutaba antes del bodorrio.


Lloros de mi Estela, me hicieron ser sigiloso, y retuve el ruido para ver que estaba pasando, aquellos llantos tan amargos por parte de una niña de tan corta edad.
En mi cama jodiendo a todo trapo y sin preámbulo estaba Jimena y un “mariachi” con su música de cuerdas, canto y trompeta. Amigo suyo, que me había presentado como primo hermano pocos días antes de encontrarles follando como perros amaestrados.
Ella, borracha perdida de tanto traguito de tequila, se echó a llorar diciendo que no era lo que yo creía. Que había sido una acción forzada y violentada por su cínico primo que la vejaba desde la infancia sin miramiento. La había pillado por sorpresa en cama y no pudo impedir su locura.

El valeroso primo del arrimo, se fugó echando ostias de la casa, sin casi coger sus pantalones, que por cierto, eran míos, ya que la fulana de Jimena, se los había proporcionado, por aquello del vínculo carnal y que al salir a la calle, nadie le viera sus pelotas al aire huyendo de casa de un cornudo y de una ramera venida a ama de casa respetable.


No te cuento más;  que tu imaginación seguro te lleva al cabo de la calle, con pelos y señales de lo que sería un folletín a partir de ese instante. ¡Excusas y condones todos los que quieras y más!

Malos modos, en cualquiera de las necesarias explicaciones ante los abogados. Fantaseando para evadir la verdad, para no admitir que la habían pillado fornicando con un paisano muy allegado y abandonando las obligaciones de madre. Acusada de adulterio.


Me transformé en otra víctima de nuestra sociedad. Corporación que mantiene unas reglas de juego, la que sin darnos cuenta a veces, las pisoteamos.
De juzgado en juzgado, de gasto en ristre, de perdida de días de trabajo y de paciencia, de agotamiento con una mujer que no vale ni un céntimo. Mentiras e ingratitud a granel, para no llegar a nada positivo.


Llegado el día, acordaron los magistrados en que la vivencia con la niña seria de trato compartido y así andamos. Cuando le toca atenderla a Jimena, ¡pues no lo sé!  A padecer por la intriga de cómo estará atendida una chiquilla tan pequeña en manos de una madre que no es trigo limpio y cuando nos toca a nosotros mis padres son los que la atienden, la alimentan y la crían.
Una vida horrible si es que tienes vergüenza de padre y de hombre competente.



Ahora, aquí en Costa Rica, por lo que ya te expliqué, con un reto nuevo y con un programa de ventas que espero tener suerte y poder ganarme unas comisiones importantes y formalizar algún destino fiable para mi Estelita y mirar de educarla en lo que a mí me enseñaron. La verdad Cecilia_ con un quejido en la garganta le pronosticaba_  No soy nada feliz, aunque mi impronta diga lo contrario y mis relaciones me lleven por caminos a veces, que no son del crédito permitido, pero que desde que me dejaste y te viniste a tu país ¡Éste precioso que estoy pisando ahora mismo!, no he sido el Javier de siempre, el de la confianza en sí mismo, el hijo de la señora Adelina, como me conocían en mi pueblecito ribereño.


Sé que ahora he de llevarte a tus obligaciones en la farmacia para que sigas con tu turno, y que no tienes tiempo para nada más, que cumplir con tus deberes de profesional de los brebajes, pero has de decirme algo tan importante para mí, como lo pueden ser tus miedos o miserias. ¡¿Lo harás?!


Esperó a que Cecilia reaccionara y se pusiera al cabo de lo que terminaba de explicarle, que además de todo lo que se hubiera podido imaginar hubo detalles que no los esperaba, y ya bien fuera;  por el respeto a  preguntar a Javier, o por el cariño que algún día le tuvo, jamás le había hecho tales interrogaciones y quedaron sin formulación. Por tanto era el momento de saber y de indagar.


_ ¡Cecilia!, responde ¿quieres?  Le asaltó Javier,  a quemarropa

_ ¡Sí! Creo que contestaré a todo lo que sea,  para ti un desconocimiento, ya bien sea por ignorancia o por negligencia y lo haré con la verdad por delante. A pesar de tener ese miedo que me imprimes y que siempre me ha recubierto estando junto a ti.


Javier hizo un gesto al mozo del restaurante la Cava del Duende. Donde almorzaron  y más que alimentarse,  aquella tarde, que lo habían hecho, disfrutaron y charlaron juntos y en una mesa solitarios como tanto tiempo atrás ejercían en los restaurantes de las Ramblas de la Ciudad Condal, en las cercanías del Liceo.

Le tomó de la mano a Cecilia, y esta sin esperar vacilación, sin aguardar ni tener intuición alguna, y notando el calor de su piel, permitió su pregunta directamente, mientras ella lo miraba a los ojos, haciendo él, lo propio.

_ ¿Es hija mía, Caterina?  ¿Es hija nuestra?

No hubo receso, ni preámbulo, no existió duda ni titubeo, Cecilia contestó.

_ ¡Sí!  Javier es nuestra hija.


El mozo del comedor, dejó la bandeja de plata, con la minuta escrita y se retiró esperando que Javier, depositara la tarjeta Visa, sobre el platillo para volver a los pocos minutos







1 comentarios:

Anónimo dijo...

Perfecto.

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