martes, 6 de mayo de 2014

Otra canción triste de Macarena


La hora de la comida quedaba atrás, ellos estaban tranquilos recordando detalles de cuando ni se sabe. Estaban profundamente atraídos los dos, no se notaban los defectos que cargaban, ambos bebían los vientos y nada les hacía perder el control de la sinrazón. Totalmente a la deriva vivían desde hacía unos meses. No atendían casi a nada ni a nadie y los efluvios amatorios, les hacían estar fuera de la concentración necesaria para desempeñar sus funciones.
Era una abstracción ingenua e imprevisible, que comenzó en un momento y no se sabía hasta donde podían llevarla. Macarena, una mujer madura que había sufrido lo suyo hasta el momento, Cheo Oriol, un “Viva la Virgen” descerebrado con un tendón privilegiado para la felicidad.
Ella, obnubilada después de una exaltación erótica recién concluida, quería contar lo que se le agolpaba en su mente, y no dudó en posicionar su cuerpo semi vestido para decirle a Cheo, aquello que le quemaba.
_Voy a contarle desde el principio una historia que revelará la forma en que fue mi infancia. Es ¡más! algo de mis antepasados. Temas a veces tabús que se llevan muy en secreto y que no se suelen contar a nadie_ preparó con antelación aquella hermosa de mujer_ Nunca hay un motivo ni  existe el momento oportuno y ¡claro! Estas historias suelen quedar en el olvido y se mueren oxidadas con nosotros_. Expresaba Macarena, una jaca campuzana muy bien puesta y agraciada en la habitación de un motel tras haber tomado un baño de flores y perfumes.
En la pausa y el reposo de un viaje de placer con un amigo y acompañante íntimo que conoció hacia poco más de dos años en uno de los Ateneos de Caracas, la capital Venezolana.  Pareja que hacía algo más de tres meses compartían cama, cuerpo, mesa y mantel y vivían juntos en el intenso paraíso de los placeres mundanos.
_ Y eso cariño a que viene_, le dijo Cheo, mientras abría el frigorífico de la suite_,  es que te ha venido de pronto un ramalazo histórico y crees que debes darme información antigua, ¡qué digo antigua! Completamente añeja, para mi conocimiento especial; o te ha sobrevenido algún misterioso poder y te obliga a que lo cuentes sin miramiento antes de tu juicio final.
_ Cree, lo que te venga en gana, ¿No me taladras tú?, con los pensamientos Freudianos y con las aventuras profanas de tu padrino, aquel que fue con Fernando de Magallanes a descubrir el archipiélago Filipino. Quedándose en la plaza de Cavite y casándose con una aborigen, que a la postre llegó a ser tu abuela paterna, pues atiéndeme, que nosotros ya, a estas alturas ya no lo podemos narrar a nuestros hijos, ni los tuyos ni por supuesto los míos. Nos mandarían donde pican los pollos, si les venimos con una traca como esta. Por lo que me place contártelo, ahora que puedes atenderme ¿No lo crees justo, chavalín?_, concluyó Macarena, mirando a su amigo que se preparaba uno de esos combinados de verano que tanto le gustaban.
_ ¡Sí cielo mío! ¡Ataca!  Mientras siga despierto y procura llevar una intriga.  Es en definitiva lo que me obliga a interesarme por las aventuras_ Redujo definiendo Cheo, su amigo con esa gracia que tienen los nacidos en Cádiz.

_ Mi abuelo era Teniente Coronel, con especialidad en artillería tuvo tres hijos; dos mujeres y un varón. Venancio Toledano, mi abuelo, que además de ser castrense era una persona muy recta y con poco engrase en su simpatía. No se reía aunque le hicieses cosquillas en las ternillas de su pecho.
Sus fotos lo dicen, y alguno de los familiares que le sobrevivieron, siempre lo acreditan como un ser demasiado serio y poco comunicativo_ continuó desgranado aquella guapa mujer el dibujo del terrible abuelo paterno_ Enviudó cuando sus hijos eran aún muy niños. El mayor; Wilfredo, Epifanía y Angustias tenían, siete, cinco y tres años respectivamente. Los que quedaron al cuidado de las monjitas legionarias, seglares que estaban al cuidado de los huérfanos del Ejercito en uno de esos colegios mayores, destinados para los hijos de militares viudos o sin familia cercana. Venancio, no se volvió a emparentar con mujer alguna, ya que tenía tantas que no sabía cual escoger.
Epifanía, fue una niña muy recatada, y bondadosa, tanto que pasó la vida haciendo caso a los hombres de la casa, dedicada a coser y planchar, además de encargarse de la cocina, pudo estudiar por los profesores que el abuelo les dispuso, aun y no estando demasiado bien visto, que las mujeres tuvieran tanta letra y adiestramiento, dada la época vivida.  Sin embargo ella siempre quiso prosperar y sacó la cabeza de entre tanto machista y tanto ordenante. Licenciándose en Filosofía y letras y llegando a finalizar la carrera de profesora de Física en la Universidad de Caracas.
Angustias, ya fue de otra forma, gruesa, obscena, embustera y envidiosa, lo que le llevó siempre de cabeza, ya que a los patrañeros se les caza siempre, tarde o temprano y a ella, se le notaba mucho, porque además de mentir, no tenía memoria y eso la dejaba siempre con su gran culo al aire. También estudió pero sin llegar a hacer nada sobresaliente. Esperando un marido que la hiciera feliz en su casa, le diera caña y llevando y trayendo chismes de un lugar a otro.
Cuando Wilfredo, cumplió los diez años, su padre decidió llevarlo a una escuela militar donde estuvo hasta los dieciocho años. Saliendo con el grado de teniente. Un tipo chulo y duro, agraciado, nada feo y con dotes de mando, que rompía corazones allí donde latieran y además las mujeres, según cuentan, caían a sus pies para que las amara.
Se casa a esa temprana edad con una mujer algo mayor que él y este a su vez tiene tres hijos. El primogénito muere a los dos años del nacimiento, quedando Eladio como sucesor y Pancho, el menor de ellos.
La vida, pasaba entre espadas y traslados, entre cuarteles y prisas, entre chismes y engaños, insultos, enfermedades contagiosas, traiciones y barbaridades escuchadas y vividas de entre los asistentes ayudantes de cámara que les tocaban por reemplazo. Se vivía como venia el viento, unas veces hacia el norte y otras a verlas venir limpiándose los mocos.

A los tres años muere Marciana, esposa de Wilfredo, una muerte casi anunciada por la enfermedad del momento, Disentería, unas diarreas tremebundas la llevaron casi de la noche a la mañana, a dejarla sin peso hasta que acabaron con su existencia, dejado a los niños Eladio de cuatro años y Pancho el menor de ellos con dos. Para entonces Wilfredo Toledano ya es Capitán y Comisionado en el Acuartelamiento de Puerto Cabello. La desolación entró en la casa y los chiquillos, no podían quedar solos sin la atención de una persona que los pudiera criar y educar mientras su padre atendía las cuestiones del cuartel, sus guardias, sus montas sus maniobras y sus ausencias y faltas.
No le queda otra que llevar a sus hijos a casa de su hermana Angustias, la que ya tenía cinco hijos y un esposo sin trabajo conocido, muy delicado de salud _solo servía para preñarla, hacerle barrigas cada nueve meses y tener descendencia, no tenía otra fuerza en ningún otro músculo de su cuerpo el pobre de tío Elías_, Angustias, no podía tampoco salir a la calle a trabajar, por lo que su hermano llegó a un trato honesto,  ella cuidaba a sus hijos y sobrinos y en retribución el capitán Wilfredo, el que sería mi padre, se hacía cargo de toda la familia_. Hizo un inciso Macarena para tomar respiro y pensar en todo lo que había explicado, cuando su amigo Cheo Oriol, le preguntó para aclarar un poco toda la información que le había regalado.
_  Me habías comentado en alguna ocasión que tus abuelos ¿se habían separado? Ya en aquel tiempo, ¿funcionaba el divorcio? Es increíble, porque me estás hablando prácticamente de los años cuarenta principios de los cincuenta, estás hablando de fechas del siglo pasado_. Definió exacto Cheo Oriol

_ Los que se separaron divorciándose fueron mis abuelos maternos, y te estaba contando detalles sobre mis yayos y mis tíos, los padres y hermanos de papá. ¡Espera que todo llegará! _. Significó Macarena, agradecida por el preámbulo y la escucha.

_ ¡Cierto, perdona, Así es! _ dijo Cheo Oriol, dejando que siguiera en su gran despliegue la señora que disfrutaba, recordando todas aquellas anécdotas que le sobrevenían a su cabeza de forma natural y necesitada contárselas a alguien que de una forma u otra le importaran y pudiera juzgarlas.

_ Eso que apuntas es real, se divorciaron y mi madre, la señorita “cenicienta” que fue mi mamá, se tuvo que ir a vivir con sus abuelitos, los padres de su madre, Don Joaquín y Doña Emma, por todos los sinsabores que sus padres despojaban. Por tanto ella, mi madre quedó sin el amparo de sus progenitores.
Bajo el cuidado de sus abuelos maternos, personas ya de edad avanzada y sin ganas de criar a nadie_. Sin perder el hilo tomado y la inercia, siguió argumentando Macarena, mientras Cheo Oriol, le escuchaba cortésmente concentrado en la historia.

_ Mi abuelita se vuelve a casar y tiene tres hijos más, a los que mi mamá no puede conocer  porque, el nuevo marido de la abuela no lo permite. De modo que ella vive como he referido antes con sus abuelos hasta la edad de los diez y seis años, que coincide con la fecha que ellos fallecen.
De ahí  vive un tiempo sin apego con un familiar y otro tiempo despreciada con otro distinto, sin que su madre la que la trajo al mundo, sin ella pedírselo, la amparase en ningún momento_. Gimió disimulada Macarena y trago saliva para continuar con desprecio relatando aquellas efemérides
 _ ¡Ya me dirás que clase de madre hace cosa igual!  
En no querer saber nada de sus hijos, aunque hayan sido concebidos en otro matrimonio, o de forma ilícita, pero los hijos, siempre son los hijos. ¡Así lo creo yo! _ modificó la postura Macarena, frente los ojos de Cheo, para que la luz de la tarde le llegara en tenue caída sobre sus pechos desnudos. Siguiendo el cuento con la más convincente de las amarguras.
_ Hasta que se prepara  para formar parte del ballet, de la Universidad de Zulia.  Ella bailaba muy bien el son Joropo_ música llamera_ y pasa a formar parte del cuerpo principal de danza, y es así y como conoce a mi papá.

En aquel país el día 24 de junio es el día del Ejercito Bolivariano, conmemorar a las tropas de la nación,  se agasajan con un festival al cual asisten como artistas invitados a tal evento El Ballet de la Escuela Nacional de Danza del cual formaba parte la Srta. Verónica Ferrándiz una hermosa Joropeña,  rubia de ojos verdes y ahí inicia una relación en la cual termina casándose con el viudo capitán Don Wilfredo Toledano.  Los que después resultarían fueron mis padres.

En pocos meses se arregla todo, se pacta lo necesario para que mi padre pueda montar a la joven bailarina de danza, festejan, se mal conocen y se casan y ella Verónica, va a vivir a la casa familiar, la misma casa donde vivía la tía Angustias. La mansión que gobierna Wilfredo desde que enviudó, donde todos los gastos pasan por sus fueros y bolsillos. Siguiendo con el cargo de mis hermanastros de padre el niño Eladio de ocho años y el pequeño Pancho de seis.

Pasan diez años y la señorita Verónica no se embaraza y en el transcurso de ese tiempo, la pareja desborda su cariño sobre los hijos de Wilfredo y los cinco hijos de  Angustias, haciéndose cargo absolutamente de su cuidado y educación.

Por fin Verónica queda en cinta para su dicha, y desdicha de tía Angustias y uno de mis hermanastros  Pancho,  ya que se sentía el consentido de su papa, por ser el más joven_. Macarena, siguió explicando a Cheo, sus pensamientos mientras él, no perdía detalle emocionado de todo lo que escuchaba.

Nací un día de agosto de 1949, en el seno de una familia que aparentaba lo que no existía. Como pasa en tantas y tantas casas. Mi madre era una mujer asustadiza, y con miedo de perder a mi padre, por lo que le seguía siempre sus caprichos aunque en alguna ocasión, ni ganas de compartir con él tanta fiesta, tanto alcohol y tanto mujerío transitorio.
Creo que mi madre se casó con el gran militar sin amor hacia él. Buscando una seguridad y un hogar donde por lo menos, tuvieran cariño con ella, para mitigar todo el sufrimiento que había llevado en sus días.

El ballet hacia de trampolín y de escaparate ayudado por la belleza que ella poseía para encontrar refugio fuese donde fuese y costase lo que costara, todo eso unido con las deficiencias de mi padre y la necesidad de labios genitales femeninos que llevaba aquel capitán del ejército, surgió esta ecuación con necesidad de despejar aún su incógnita.

Por ello aguantó a la bruja de mi tía durante años y a toda la parentela. Sin embargo si las vidas se han de medir por la cantidad de felicidad. La de madre fue escueta.



Todos se disputaban el querer ponerme nombre. Mi papá se empecinó en ponerme un nombre tradicional, mamá no estaba nada de acuerdo. Al final ganó la cordura y quedaron no sé de qué manera de acuerdo para bautizarme con el nombre de una amistad que tenían en España muy devota de la Virgen llamada Macarena.
¡Así me pusieron Macarena del Mar!

_ No sé cómo ha sido que te he contado todos estos recuerdos con pelos y señales, querido Cheo, pero igual tenía necesidad de que me acurrucaras y me hicieras de nuevo feliz soportado estoicamente todas las emergencias de la leyenda_ recordó la guapa mujer, mirando a su amigo y alargándole la mano para que se la estrechara_ con esto ya finalizo y te dejo descansar_ comento riendo sin ganas, esperando una señal de Cheo Oriol.

_ No sufras Macarena, cariño ni te atolondres, todos y cuando digo todos. ¡Yo mismo! Voy incluido. Tenemos nuestras vivencias, momentos y detalles que igual es mejor olvidar. Lo que has conseguido con tu novela es, que aún valore más tus cualidades, y sepa que eres más sincera de lo que esperaba. Deseo, algún día puedas continuar, con otros detalles que han quedado grisáceos o no explicados que desde luego ahora ¡sí! estoy interesado en conocerlos.









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