sábado, 10 de mayo de 2014

El Chambelán de Lupita - segunda parte -


El Chambelán de Lupita

Segunda  parte




El joven piloto Jorge Von Riegel, era  nacido en Berlín, por circunstancias de la vida. Cuando su padre Adolf hacía unas practicas especiales en Múnich, conoció a Antonieta Richy de Sorrenti, una italiana bella que lo llevó de cabeza y de bragueta mientras quiso hasta que engendraron y tuvieron a Jorge, inclusive antes de contraer matrimonio en Bernal.



Todos ellos mexicanos de pro desde hacía generaciones. Muchos de ellos, personajes destacados en el campo de la industria, del comercio, de la medicina conocidos por todo el ámbito ciudadano.


Acentuando esta popularidad por su amparo al prójimo, por sus declaradas manifestaciones en pro de los sin techo y veladores de la iglesia católica, dando grandes sumas dinerarias en concepto de donativo y de misericordia. Lo cual les califica dentro del grupo de personas caritativas del país.


El viaje a la familia Chalamangui Tarascona les duró tres meses.  Disfrutaron de California, de sus encantos, del clima y de las distracciones varias a las cuales puedes acogerte en aquella preciosa zona. Visitaron todos los vericuetos y sus estados, San Francisco, San Diego, Monterrey, Los Ángeles, y todos aquellos recuerdos que se trajeron para sí, fueron imborrables.



La estancia con su tía Epifanía, les hizo recabar y reactivar el cariño, tras tantos años de silencio y lejanía. Los padres de Guadalupe, gozaron de su hermana y familia y agradecieron a la idea nacida en Epifanía, siendo el enlace del nuevo trato que seguro durara para siempre.



Al regreso de la familia Chalamangui a México y pasados unos meses, Javier con una excusa llama a Héctor, para entregarle unos presentes que sus padres habían preparado para la familia, dada que en una de las fiestas ofrecidas por los Von Riegel, habían tenido presente a la familia Chalamangui Tarascona, por los consejos y las buenas vibraciones que produjo la conversación de Héctor durante el vuelo coincidente que hicieron con Jorge, su querido hijo.

Una llamada telefónica de Jorge, puso en antecedentes a Héctor de la verdad de todo aquel delicado detalle.


_ Don Héctor. Gusto en comunicarle de nuevo

_  ¡Qué tal Licenciado Don Jorge! A que se debe tanto honor.

_  ¡Pues no le voy a engañar! Don Héctor, es por su hija Lupe

_  ¡Luego que pasó con Lupita!

_ ¡Pasó que es muy bella! y quisiera galantearla. Le solicito permiso para poder hablarle de mi amor y decirle mis intenciones. Siempre con su anuencia ¡claro! y con la de su señora esposa. ¡Además por supuesto de entregarles unos obsequios!, que mis padres prepararon para ustedes, en agradecimiento.

_ Licenciado, no mezcles cosas. Ni quieras distraer la verdad.

_ Don Héctor, quiero ser su yernito. ¡O mejor, poderle tratar a usted de suegrito!

Una risa estridente surgió de la gran garganta de Héctor, a la vez que le abordaba un ataque de aquella grosera tos, que le importunaba frecuente, cuando quería respirar, tragar y hablar a la misma vez.  ¡Gritándole a voz en gollete!

_ Mira piloto aterrizas en casa un día para almorzar y lo tratamos todo, frente a ella, delante de mi Lupita. Lo normal es que mi Guadalupe, opine sobre estas cosas, que a la postre son necesariamente temas muy personales de ella misma, ¿No crees? y así nos volvemos a saludar en persona ¡Sí!

_  ¡No se hable más Don Héctor! ¡Así se hará!


Lupe estaba en la preparatoria y sus amigos y amigas por igual que ella, seguían estudiando para poder graduarse en su momento. Sin embargo eso no era obstáculo para aquietar esas prisas de Jorge, ya que la tal señorita Chalamangui, no le hacía ascos al cambio de vida, a los lujos constantes, viajes por todo el mundo, reconocimiento inmediato y lujo a granel. Sin contar con el sexo desabrochado y practicado poco después de los quince años, con un hombre algo  mayor que ella, que siempre le produciría mejor regodeo que el de esos amiguitos que se miran a cualquiera antes de decidirse por rubia o morena.

La lujuria que ofrecía la nueva etapa, las venias que su piloto le concediera mientras lo dejara planear por el aeródromo de su vientre y aterrizar entre los dos volcanes de fuego para seguir y hacer aparcamientos torpes en el hangar de su vagina flamante, el dejar a unos padres tan sumamente remilgados, que ahora ya comenzaban a prohibirlo absolutamente todo, le hacían ver el mundo en colores.

El piloto, rubio, joven, atractivo y millonario ya tenía una profesión, ya trabajaba en una línea aérea internacional,  gozaba del mejor carro del año y su departamento amueblado en la ciudad.

Ella le admiraba  y le simpatizaba.  Era otro globo y le parecía un individuo muy interesante e inteligente. Amor por él, no sentía_ ¡es lo de menos!_  pero tanto se lo había escuchado a la frígida de su mamá, que esas cosas no le eran de importancia, que si debía llegar el cariño, el amor, llegaba y si no, pues_: siempre había hilo incoloro para cosidos de prendas rotas.

No fue un obstáculo para dejarse ir por la novedad de la nueva etapa de Guadalupe Chalamgui. El sexo ya consentido pero disimulado, las bebidas fuertes, estupefacientes y las salidas nocturnas. Amén de renunciar a toda responsabilidad académica y familiar para dedicarse en alma y cuerpo al hombre que Dios le había puesto en su camino.
Un gusto para Lupe, que no midió las consecuencias a no largo plazo, pero que por demostrarle a sus amiguitas todas, de clase alta, de cuna regia, que era la primera que se situaba con garantías plenas en la sociedad, por nada menos que amparada por un verdadero  Von Riegel.



to be continued 

Continuará

El Chambelán de Lupita - final -













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