Lourdes tomó asiento y recriminó a Ernesto, después
de un pensamiento no demasiado prolongado. Se había enfurecido por algo que éste
dijo y le había molestado momentos antes de llegar al recinto de la institución.
_ Estas solo o hay alguien que te interesa_. Preguntó
sin más Lourdes_ No sé de ti desde que rompimos.
_ Vivo ahora con Corinne, desde hace unos años. Una
mujer mayor que yo. Que me comprende, no pregunta, me ayuda y sabe arroparme_
le respondió sin rubor Ernesto, a Lourdes tras su directa pesquisa.
_ Que te impulsó a vivir con ella. Notabas que te
faltaba una mujer, necesitabas a alguien para calentarte la cama, o buscas las
mismas indecencias a las que me sometías a mí_. Recriminó aquella mujer, con
bastante repugnancia
_ Por puro sexo_, contestó gozoso Ernesto y
apostilló_, compañía y seducción y algo de empatía, cosas de las cuales en ti,
siempre encontré a faltar. Tú; quitado el arreglo de las uñas, el cuidado de tu
cabello y el que dirán tus amigas, si te notan patas de gallo, no sientes ni
padeces por nadie. A mí me llegaste a aburrir tanto, que fuiste una carga en el
último tiempo.
_ Entonces es_
preguntó Lourdes, algo contrariada y estupefacta_ ¿Es la mujer que estabas
esperando?
_ Crees tú, que alguna vez esperas algo de esa índole.
¡No lo sé! _, se respondió el tipo sin ruborizarse y sin interrumpir su
perorata_ ¡Está conmigo! Lo agradezco, siento por ella una ilusión que contigo
jamás noté.
Sencilla, normal y despistada en ocasiones, o sea una
tía de lo más corriente. Pretende sorprenderme con detalles gratos, se desnuda
y me cita sin tener que pedírselo, comprende que el contacto humano es
necesario y en mi caso ineludible, como imagino será en el de ella, para ser
preciso cuando tiene necesidad de una caricia lo hace saber y a mí eso me
gusta_ remató Ernesto, con exceso.
_ Dime que
hace que un hombre se rinda más, la cama o el buen trato_. Preguntó Lourdes,
algo excitada por cómo se desarrollaban aquellos desordenes, que no esperaba en
un principio
_ La mujer_, matizó Ernesto muy sincero y
convencido_, por lo menos las mujeres que a mí me ponen y que conozco, cuando
deciden que un hombre es para ellas, disputan hasta con su destino si es
necesario.
Luchan por sus huesos y no paran hasta que consiguen
lo que necesitan. Embaucan al elegido, lo seducen, le hacen lo impensable, lo
que ella imagina y sabe que necesita. Siempre le deja algo despojado; para que
él vuelva a por su cuerpo y como ella,
la mujer lo sabe, conduce y dispone.
Un hombre se rinde más ante una mujer por su olor, su
encanto, por las caricias que sabéis proporcionar y por esa caída de ojos que usáis.
La cama y el sexo, desquicia. Por ahí ganan las
mujeres. Bien es verdad_ continuó diciendo_, si además de esas virtudes,
belleza, maestría y seducción tiene conversación, agrado, poder de persuasión,
entelequia. Aún la hace más ejemplar.
_ Esta muy bueno todo lo que expresas tan claro_. Comentó
Lourdes, un tanto nerviosa y perdiendo casi el control_. Sin embargo tú no lo
practicas.
Tú eres de los que_: me puedes dar todo pero yo no
haré lo mismo_. Prosiguió argumentando con más detalle, después de apostillar
con un ejemplo_ ¿Así me comporté, es lo
que hice mientras estuve contigo? ¡Es tu modo de pagar todos los desencantos
que sufrí en el tiempo que estuvimos juntos!
Me estás diciendo que no supe amarte, que no intenté
seducirte, que no quise conquistarte, ni tuve ingenio ni capacidad para llevar
conversaciones agradables, ¿De todo eso me acusas?_. Inquieta y atropellada
balbucía Lourdes, aquellas palabras, queriendo hacerse entender por Ernesto, con
aquellas preguntas, añadiendo más ebullición al comentario_. ¿No supe llevarte
a la cama?, ¿no gozaste conmigo?, ¿no alcanzaste la cumbre del placer con mis balanceos?,
con todos los efectos cósmicos a los que te sometí. ¡Entonces es que jamás me
quisiste!
_ Mira Lourdes, el juego del amor es complicado, y tú
no lo conoces, o lo mismo no se lo brindas a todos por igual, eres distante y
frígida, no confías en nadie y te muestras en muchas ocasiones engreída y
desequilibrada.
Del juego del sexo, se participa en conjunto, y sin
tener en cuenta todo aquello que tú, no dejas de controlar, creyendo vas a
perder tu imagen de sacerdotisa.
Es imposible que puedas brindar placer, eres
demasiado anómala para poder conseguirlo. Creo que lo sabes, aunque me mires
cabreada, estás escuchando la verdad, y te duele. Has de saber que cuando una
hembra te gusta, tratas de conseguirla, usar el mismo feeling, el mismo encanto
la misma seducción y contigo no pudo ser, porque eres una piedra, un trozo de
hielo que quedas rígida y abstinente tirada en el lecho, severa con la luz
apagada, o casi en penumbra, reservando con tus manos aquello que sin querer
dar, debes conceder para que tu amante, ese prójimo participe del acto y del
sexo. Quedas recibiendo y esperando te
hagan las maravillas que deseas, sin despeinarte. Sin el menor gesto, el menor consuelo, la
mínima mueca de placer. ¡Eres un mármol!_, acabó riendo al pronunciar el nombre
del mineral usado en su expresión.
_ Claro, ¡Ahora lo entiendo! Me estas acusando de no tener implicación, de
no ser una piadosa amante, de no hacerte feliz por no perder el volumen del
peinado, por no ser vulgar, por no ser una simple puta a tu servicio, aunque yo
tratara por todos los medios de implicarme en todos tus dicterios.
Ahora me vienes con esas, ¡¿No supe conseguirlo?! No sé si te gustaría si te dijese claramente
y sin pelos en la lengua de que adoleces y como lo haces tú, ese montón de
carencias que tienes. Aunque presumas, eres un tipo detestable y vulgar.
_ El tener una mujer al lado, que te ansíe, es como
una adicción_ afirmó Ernesto.
_ Claro que ¡sí!, en eso concuerdo_ apostilló Lourdes.
_ Sois clave de la vida_, siguió argumentando Ernesto,
sin dejar que prosiguiera hablando Lourdes_, para llenar al mundo se necesita
una mujer ¿Quien no ha nacido de una mujer?
_ ¡Qué bellas palabras! ¡Y qué idiota eres! Es espectacular,
me recomiendas que ¿luche más por amor? ¿En
mi nueva etapa, y no deje escapar ni perder todo lo que contigo no supe? ¿Pretendes
darme clases de todo aquello que rechazaste? Te portas como lo que has sido
siempre un cínico, engreído y discapacitado, un don nadie, un poca pena.
_ Si amas, serás dichosa_ recomendó Ernesto, mirando
al cielo, sin precisar el movimiento ágil que hacía con sus manos_. No pongas
barreras, y sáltate siempre las normas. A los hombres nos gusta que una mujer
tome las riendas en el amor, ahora no existe la vergüenza, solo vale el placer.
_ Desvarías, eres un aquejado, ¡ya no recuerdas! _ le recriminó Lourdes enfadada y desencantada_,
cuando venías bebido a casa ¿verdad? Pretendes darme una clase magistral de
vida. ¿Es que te has transformado para bien, desde que mal vives con tu nueva
pareja? ¿Tanto te soporta, o te ha cambiado?_ finalizó Lourdes, con media
sonrisa en sus labios, no creyendo lo que estaba escuchando, ni viendo.
_ ¡Es su mérito! Tú fuiste incapaz Lourdes, eres
violenta y déspota, también hay que apostar por alguien que valga la pena, a ti
tuve que desterrarte, eres frígida y calculadora. No me hacías feliz, y sobre
lo que dices de mi pareja, aunque tal vez no sienta un gran amor por ella, con
el tiempo el cariño siempre aparece.
Nunca es tarde para aprender y para dejarse querer de
forma ordenada. No te necesito Lourdes, vivo bien en mi estado, con mi
compañera y no necesitamos de nadie y menos de tías estiradas como tú, que solo
sabéis recriminar a los demás.
En aquel momento, se escuchó un timbre atronador que
alertó a todo el gabinete de la institución. El celador del psiquiátrico, por
la megafonía les avisó a los no residentes, que el tiempo de visitas había
terminado, que fueran despidiéndose de los internos y saliendo de las
instalaciones del Manicomio.
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