La
dependienta del Cafetal, está completamente enamorada del señor guapo de la
perrita. Es una mujer de unos cincuenta y muchos años, muy cuidada con un
peinado muy de diseño y tintado en color rubio, a modo de capas que le caen a
la cara, dejando una toga de fina y espesa melena. Su rostro muy agradable
acompañado siempre de una sonrisa pulcra y sensitiva que dice a todas luces, que
está para que la miren, para gustar y para que se lo reconozcan.
Luchadora
y agradable persona. Viste pantalones negros y zapatos de mocasín acordonados
para la mejor sujeción del pie y un delantal que evita ver con libertad un par
de pechos maduros y femeninos bien situados, muy puestos que ayuda con uno de
esos sujetadores indesmayables de cazoleta.
La
blusa negra amplia, desabotonada hasta la canalilla, muy bien planchada y en
lugar de usar la cofia como hacen las demás compañeras prefiere lucir ese
cabello güero con esa crin rubicunda al viento, que utiliza como aparejo
laboral.
De
tan agradable que es, desprende algo de intimidad sin que ella lo perciba,
dando un toque de cariño a todo lo que hace en su interpretación comercial.
Floja
de brazos y manos, cuando habla; toca y
abraza a la persona, detalle que no a todos agrada y algunos molesta. Sin
embargo ella, no percibe malicia en la expresión y los signos externos y sigue
su paseo por toda la cafetería.
El
hombre de la corbata, el que no disimula a su perrita, bajo el mantel de la
mesa y se vale de ella para moverse. Parece que la mira cada vez que cruza la
sala, derrochando placer imaginario, sin poder verla con los ojos inactivos que
se traslucen detrás de unos cristales de lentes opacas sensacionales.
Ella
lo sabe, lo ha percibido. Ese comérsela con sensaciones le llega desde
cualquier ángulo.
Lujuria
total para la hembra que lo certifica a cada instante. No le molesta, al
contrario, lo anhela, y admite.
El
lenguaje corporal de la rubia le responde al dueño del perruno, sin que éste lo
perciba y en silencio como se transmite ese idioma, el corpóreo dice_: Si
quieres algo, dímelo, pero hazlo y no disimules, yo puedo aguantar así cada vez
que vengas.
Nuevamente
el atisbo de aquel tipo le sumerge en bellas sensaciones que ella relativiza y
le son sugerentes, como si la estuviera acariciando a la distancia estética de un
beso de hondo calado.
Tantos
paseos como hace a lo largo del pasillo. Sin dejar de hablar con él, bajo ese
lenguaje del cuerpo y de los gestos. Se para frente a su mesa con cualquier
excusa. El servilletero no está colocado, el salero no tiene demasiada sal, le
envía medias palabras… y él no responde.
_ Si
tú supieras; si yo te contara, si me conocieras, sabrías la
necesidad que tengo de ese amor que desperdicias entre titubeos y dudas, entre
vergüenzas y cobardías.
Estoy
deseando me cites y me digas ven siéntate a mi lado para recoger esas caricias
que recibo de tu parte, que tan solo yo valoro y que cuando pagas tu café y te
vas, dejando tu espacio libre tanto añoro.
No
sé cómo te llamas ni quién eres, solo te conozco de mirarte, de servirte tu café
en la misma mesa que me agradaría pudieras invitarme un día que yo libre en el
trabajo y que todas mis compañeras vieran que tú, el dueño del caniche, el tío
serio de la corbata, el guapo de pelo cano, sale acompañándome.
Si
es verdad, que percibo ese olor de tu masaje de afeitado, del color de tu voz cuando
me pides te sirva tu café. De cómo abres tu espíritu y lo regalas para que yo
lo ampare en mí_, amargamente siguió pensando sin dejar de hacer su labor.
_ No
me has dicho nada, pero se de buena tinta_, miró al cielo por una de las
grandes ventanas la rubia del cafetal_ que te gusto. Que no existe nadie en el
mundo que te haga un café tan exquisito como el que yo te sirvo.
Como
me encantaría saber la sensación que te provoco. Alguna ha de ser, porque
sigues viniendo a menudo, y si estoy me buscas con tus ruidos, y te cuesta
dejar de prestar atención a mi perfume.
Te
embelesas, me persigues en los pasillos con la luz decadente de tus retinas.
Aún y sabiendo que no tenemos futuro porque tú tienes tu vida cerrada. Eres un sueño inalcanzable, eres un
maravilloso ser humano, aunque seas invidente y yo una pobre enamorada de un
ciego que es incapaz de decirle nada.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho sobre todo como conduces la historia hasta el final para nada sospechado
saludos
amparo
Sorprendente la historia hasta el final. Saludos.Nikitta.
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