_ Será el último golpe
que demos. Te lo puedo prometer querida Virginia_. Expresó Arsenio a su
partenaire que le miraba desesperada y fuera de sí. Cuando hacía una semana le
habían soltado del trullo
_ Solo necesito creas en
mí y verás como todo cambia. ¡Yo el primero!, y que sea por ti y por nuestra
historia de amor, no quiero que tengas que venir a verme a la celda cada jueves.
Estaremos como personas viviendo en nuestro garaje hasta que podamos encontrar
trabajo y tengamos nuestro nidito de amor_ sentenció Arsenio, mirando por
encima del hombro de su novia, esperando una respuesta inmediata.
_ ¿Es que no puedes
cambiar? No has tenido bastante con lo que nos ha pasado, ¿Crees que no tengo
sentimientos? ¡Estoy harta de tus fechorías! Y no digamos mi familia que me
pregunta muy preocupada ¿Si es que no hay otro hombre en la tierra? que pueda
ganarse la vida como lo hacen la mayoría de los tíos de tu tiempo._ siguió
argumentando Virginia, con incipientes lágrimas en los ojos_ Con la facilidad
que tienes para la escultura, pintura, las bellas artes.
Podrías ser otra clase
de persona, más honrada, más digna y yo tonta de mí_ continuó, llorando a moco
tendido_, que me he ido a enamorar de un ser como tú. ¡Eso me preguntan en mi
familia!
No lo hubiera imaginado jamás,
tener que ir a una cárcel a hacer un bis a bis con un tío que es el que debería
hacerme el amor en la cama de mi casa. Si fueras normal como los demás.
Si no te emborracharas a
cada instante y no te drogaras, no hubieras llegado a este punto en que estamos,
hubiera sido muy feliz. En cambio tengo que soportar a un carterista de guante
blanco cuando no a un ratero a domicilio
_ ¡Sabes que todo lo que
me digas es verdad!_ dijo Arsenio, entristecido. Sin embargo tengo una deuda de
juego que me enreda casi con mi existencia. Si no la cumplo ring rand. He de hacerlo. Se
lo debo a ese fulano y con ello me juego la “honra” Es un delincuente muy
peligroso, preso y compañero de celda que
es el que me resguardaba de los demás en la cárcel.
¡Será algo fácil! Sin riesgos y punto, …y
punto. ¡Te lo juro Virginia!
¡Te lo juro! No entraña
peligro alguno, ni allanamientos, ni desfalcos en ningún banco, un trabajo
limpio y rápido. ¡No preguntes más!
_ Arsenio, he de
preguntar de que se trata ese golpe tan perfecto que nos ha de sacar de esta
mierda que estamos viviendo. Yo no puedo seguir demasiado tiempo así, sin una
conducta normalizada y con el miedo que en cualquier momento te vienen a buscar
y te vuelvo a ver cuando acaba la condena que te impongan o cuando nos dan el régimen
abierto de visitas. ¡No lo aguantaré más!
_ No puedo explicártelo_
gritó Arsenio_, pero no has de sufrir es una acción muy sencilla. ¡Sí!, si es
verdad que hay que buscar el momento y será un visto y no visto y además tan
controlado que nada ni nadie podría complicarme con ese golpe por nada del
mundo. Además si tu quieres te daré todos los datos en cuanto sepas en qué
forma me indican que lo haga, donde y de que como. Te juro que será el último y
dejaremos estos capítulos como un mal sueño y cosa pasada de nuestras vidas.
_ ¡No te creo, Arsenio!
En el otro linde de la
ciudad lloraban dos amigas muy íntimas por una desgracia habida en su familia.
La repentina muerte de su gato Horacio, un animal que había estado con ellas
durante quince años, que era el tiempo en que se habían ido a vivir juntas al
apartamento de “Playa Distinta”.
Un gato parecido al
afamado por los dibujos animados de televisión. El famoso Félix, que tanto
gustaba al público en general y que al igual había hecho las delicias de las dos
mujeres, que enamoradas de lo que les rodeaba y en ese paraíso que es Playa
Distinta, habían compartido durante tantos años. Tantas bacanales, con sus
amigos y tantos suspiros rotos en presencia de Horacio, el gato pardo confidente
que las dejaba en la más triste de las situaciones y con el mayor de los
disgustos. Sin que nadie lo sospechara Horacio se murió llevándose con él,
aquel solaz a que las tenía acostumbradas.
Mirna, una enjuta mujer
delgada, muy roñosa con ella misma, preocupada tan solo por ahorrar. Excitada por no consumir. Con el lema de
coleccionar como fuere todo aquello que no tuviera necesidad de gastar.
Vivía al margen de lo
que era natural y que se quitaba de la boca el alimento necesario por no derrochar.
Una mujer fría y engañosa, sin buen olor corporal, ni presencia femenil.
Abandonada en su presencia por escasez de agua y jabón y por usar unas ropas
tan pasadas de moda que bien le hacían parecer, tener diez años más de los que
realmente cumplía.
Nerviosa y hambrienta
siempre, desconfiada y noctambula, eran los rasgos que mostraba por su
enfermedad que no era otra que la angustia de la economía compulsiva por
intentar vivir tan solo con un menú barato al día o comer a costa de los demás.
Empleada en una empresa de hilados, en la que se encargaba del repaso de los
tejidos y del buen empaque de los mismos, pasaba sus días junto a su gato
Horacio y a su amiga Brenda, que muy distinta a ella se complementaban.
Brenda una hembra
distinguida en su ambiente, muy expresiva y tan allegada a los suyos, que eran
si cabe cualquier persona que se preciara y le hiciera sentir bien. Nada
destructiva, ni desconfiada, abierta a todas las fiestas carnales que se
pusieran por delante.
Mujeres al comando, le
gustaba pensar y proponer medidas de solución para todos cuantos problemas
surgieran a su alrededor. Una señora garbosa y nada descabellada con un color
de piel muy agraciado, por los detalles y caprichos que le obsequiaba a su
cuerpo. Esmerada en su presencia y en su persona, mirando de ser concisa pero
si era menester, sabia proporcionarse todo aquello de lo que tuviera necesidad
o capricho.
No dejando pasar un deleite
por mucho que otras fuerzas ajenas a ella se pusieran en contra. Amante de los
animales y en especial de su gato Horacio. Estaba empleada en una de las
taquillas del metro de Plaza Urquinaona, y se mezclaba con todo dinámico viviente,
era abierta, amable y engatusadora. Virtudes que posiblemente le vinieran de su
trato intimo con cualquier gato.
_ Mirna se disponía a
preparar todo lo necesario para llevar a sepultar a Horacio, ese gatuno tan
grande que pesaba más de ocho kilos y que de una forma disimulada tenían que
sacar de su casa y llevarlo donde ellas dos; Brenda y Mirna en todo su dolor y decisión
usual decidiesen para darle el mejor descanso al felino.
En ocasiones cuando las
dos se disputaban el amor de su amigo, dejaban que se les subiera encima y
lamiera su cara con esa lengua enroscada de color bermeja y les diera besos húmedos
en los morros dejando impregnada esa saliva astuta en sus perfiles.
Ambas coincidían en el
futuro de su animal de compaña. Querían que Horacio fuese a un lugar cercano,
un jardín libre del mismo barrio de “Playa Distinta”. Lugar que ya había
recogido los restos mortales de Antorcha, una perra loba que en su día estuvo
con ellas, cuando aun no compartían la misma morada.
Siempre lo habían tenido
decidido hasta que se dio el momento de darle sepultura al animal de manera
delicada y sin levantar demasiado la atención del Ayuntamiento, que para estas
ocasiones tiene montado un proceder. No exento de gastos y papeleo, que se ha
de cumplir por todos los ciudadanos, que tienen a los animales de compañía
registrados y en condiciones. Pretendieron pasar indefectiblemente por las estrictas
normas de Mirna, ya que si se lo dejaba a Brenda el asunto del sepelio, igual
le costaba más de la cuenta, en dinero en tiempo y en esfuerzos.
Arsenio intentaba ponerse
en contacto con el Padrino de los Substancia Madrina, el jefe de todas sus
desgracias, para que le diera los términos de lo que él decía, sería su último
encargo y tras una espera prolongada de comunicación le atendieron desde aquel teléfono
móvil de un solo uso, que le proporcionaban cada vez que había tenido que hacer
trabajillos para esta entidad.
_ ¡Quien llama! _ Contestó
un delincuente de forma desagradable con sonido despreciable en el otro lado
del hilo telefónico. Una voz rota y ronca de dormir poco y de beber mucho.
_ Soy Arsenio del Pino,
amigo de Matías Volcán, que he de recibir instrucciones para un trabajo rápido
y sencillo en el barrio de Playa Distinta.
_ ¡Espera!, aunque
llamas algo tarde ya pensábamos que te habías rajado, no cuelgues_ Aquella voz
le mantuvo en espera, mientras llevaba el encargo a otro lugar, no distanciado
al cual llamó. Tras un par de minutos de aguardo, la misma onda se puso al
aparato indicándole lo que debía y cuando, el tiempo que le daban y el modo
para llegar al lugar.
_ La motocicleta la encontrarás
aparcada en la acera del kiosco del paseo de la playa. Ha de ser un visto y no
visto, nadie tiene que ver cómo te acercas y como desapareces y cuando tengas
la bolsa roja, la traes aquí al antiguo edificio del Consorcio de las Minas de
Potasio.
_ ¿Cómo reconoceré a los
miembros porteadores del alijo? _ Indagó Arsenio.
_ Ese detalle no lo
sabemos, creemos que serán dos tipos de la banda Gluten Severo, pero pueden ser
abuelos o dos jóvenes, o vayan disfrazados.
¡Eso has de descubrirlo!
Lo que ¡sí! Es notorio es el color de la talega, el peso
del contenido y el nombre grabado. Donde van todas las pertenecías de Matías,
que esos datos lo encontrarás en el sobre que hallarás bajo el sillín de la
moto, que te dejamos aparcada.
_ ¿No me podéis dar más
pistas? _ No quisiera errar y después vengáis
con problemas.
_ Si no lo haces en
condiciones, no tendrás necesidad corregir problemas.
Arsenio colgó el aparato
y quedó pensativo al lado de su Virginia, contándole con todo lujo de detalles
en qué consistía el asunto que debía realizar para esos malhechores, por su
mala cabeza.
Salió en busca del
kiosco de la playa y allí divisó la moto Guzzi Stone, que le habían dejado
apostada con las llaves, y bajo el sillín un sobre con instrucciones para
seguir. Abrió la carta y leyó todos los puntos, unos ya anunciados por teléfono
y el resto que se lo manifestaban. Bolsa roja de viaje, transportada por dos
personas, caracterizadas y disimuladas.
Brenda y Mirna, ya
ultimaban los detalles para llevar a Horacio al escampado de Playa Distinta, lo
habían colocado por su volumen dentro de una talega bastante amplia de color
rojo, que le habían regalado en su último viaje al Caribe, una mochila bastante
lucida que le venía al pelo al gato Horacio, por su dimensión su anagrama, el que iba grabado en los
laterales de la maleta.
Bajaron por el ascensor
las dos mujeres, soportando el peso de aquella talega roja que trajinaban entre
las dos y en la que decía en los laterales de la misma: Vuela y descansa en
Paz, y en el otro dorsal anunciaba: Ve al otro mundo es el cielo.
Brenda se puso de
minifalda y tacones altos con su cabello escarolado y disimulando con una
lentes oscuras a pesar de ser de noche, para que no la reconocieran y Mirna,
unos pantalones de paño, y una blusa de lino oscura desabotonada hasta la mitad
del pectoral y un sombrero de lluvia color azul marino para pasar si no inadvertida
que nadie les inspeccionara.
Caminaban por el paseo
de la playa en busca del jardín del Edén para Horacio. Con su disgusto y su
llorera por la muerte del gato, cuando repentinamente y a tres manzanas frente
a ellas en sentido contrario, se escuchaba claramente en el silencio de la
noche, no había ningún paseante y el ruido de la motocicleta de cilindrada corta
que se acercaba era claro.
La moto, conducida por
un motorista con un casco opaco, invadió la acera por la que estas dos mujeres caminaban
no cómodas llevando el fardo donde iba Horacio, sin más y de buen tirón y sin
parar el vehículo Arsenio, arrebató aquel saco, arrancándolo de las manos de
las señoras que se quedaron estupefactas y el intrépido conductor les desposeyó
del morral donde iba el cadáver de su gato perdiéndose en la nocturnidad.
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