martes, 25 de marzo de 2014

Gato incluido



_ Será el último golpe que demos. Te lo puedo prometer querida Virginia_. Expresó Arsenio a su partenaire que le miraba desesperada y fuera de sí. Cuando hacía una semana le habían soltado del trullo

_ Solo necesito creas en mí y verás como todo cambia. ¡Yo el primero!, y que sea por ti y por nuestra historia de amor, no quiero que tengas que venir a verme a la celda cada jueves. Estaremos como personas viviendo en nuestro garaje hasta que podamos encontrar trabajo y tengamos nuestro nidito de amor_ sentenció Arsenio, mirando por encima del hombro de su novia, esperando una respuesta inmediata.

_ ¿Es que no puedes cambiar? No has tenido bastante con lo que nos ha pasado, ¿Crees que no tengo sentimientos? ¡Estoy harta de tus fechorías! Y no digamos mi familia que me pregunta muy preocupada ¿Si es que no hay otro hombre en la tierra? que pueda ganarse la vida como lo hacen la mayoría de los tíos de tu tiempo._ siguió argumentando Virginia, con incipientes lágrimas en los ojos_ Con la facilidad que tienes para la escultura, pintura, las bellas artes.
Podrías ser otra clase de persona, más honrada, más digna y yo tonta de mí_ continuó, llorando a moco tendido_, que me he ido a enamorar de un ser como tú. ¡Eso me preguntan en mi familia!
No lo hubiera imaginado jamás, tener que ir a una cárcel a hacer un bis a bis con un tío que es el que debería hacerme el amor en la cama de mi casa. Si fueras normal como los demás.
Si no te emborracharas a cada instante y no te drogaras, no hubieras llegado a este punto en que estamos, hubiera sido muy feliz. En cambio tengo que soportar a un carterista de guante blanco cuando no a un ratero a domicilio

_ ¡Sabes que todo lo que me digas es verdad!_ dijo Arsenio, entristecido. Sin embargo tengo una deuda de juego que me enreda casi con mi existencia.  Si no la cumplo ring rand. He de hacerlo. Se lo debo a ese fulano y con ello me juego la “honra” Es un delincuente muy peligroso,  preso y compañero de celda que es el que me resguardaba de los demás en la cárcel.

¡Será algo fácil!  Sin riesgos y punto,    …y punto. ¡Te lo juro Virginia!

¡Te lo juro! No entraña peligro alguno, ni allanamientos, ni desfalcos en ningún banco, un trabajo limpio y rápido. ¡No preguntes más!

_ Arsenio, he de preguntar de que se trata ese golpe tan perfecto que nos ha de sacar de esta mierda que estamos viviendo. Yo no puedo seguir demasiado tiempo así, sin una conducta normalizada y con el miedo que en cualquier momento te vienen a buscar y te vuelvo a ver cuando acaba la condena que te impongan o cuando nos dan el régimen abierto de visitas. ¡No lo aguantaré más!

_ No puedo explicártelo_ gritó Arsenio_, pero no has de sufrir es una acción muy sencilla. ¡Sí!, si es verdad que hay que buscar el momento y será un visto y no visto y además tan controlado que nada ni nadie podría complicarme con ese golpe por nada del mundo. Además si tu quieres te daré todos los datos en cuanto sepas en qué forma me indican que lo haga, donde y de que como. Te juro que será el último y dejaremos estos capítulos como un mal sueño y cosa pasada de nuestras vidas.

_ ¡No te creo, Arsenio!



En el otro linde de la ciudad lloraban dos amigas muy íntimas por una desgracia habida en su familia. La repentina muerte de su gato Horacio, un animal que había estado con ellas durante quince años, que era el tiempo en que se habían ido a vivir juntas al apartamento de “Playa Distinta”.  

Un gato parecido al afamado por los dibujos animados de televisión. El famoso Félix, que tanto gustaba al público en general y que al igual había hecho las delicias de las dos mujeres, que enamoradas de lo que les rodeaba y en ese paraíso que es Playa Distinta, habían compartido durante tantos años. Tantas bacanales, con sus amigos y tantos suspiros rotos en presencia de Horacio, el gato pardo confidente que las dejaba en la más triste de las situaciones y con el mayor de los disgustos. Sin que nadie lo sospechara Horacio se murió llevándose con él, aquel solaz a que las tenía acostumbradas.

Mirna, una enjuta mujer delgada, muy roñosa con ella misma, preocupada tan solo por ahorrar.  Excitada por no consumir. Con el lema de coleccionar como fuere todo aquello que no tuviera necesidad de gastar.
Vivía al margen de lo que era natural y que se quitaba de la boca el alimento necesario por no derrochar. Una mujer fría y engañosa, sin buen olor corporal, ni presencia femenil. Abandonada en su presencia por escasez de agua y jabón y por usar unas ropas tan pasadas de moda que bien le hacían parecer, tener diez años más de los que realmente cumplía.
Nerviosa y hambrienta siempre, desconfiada y noctambula, eran los rasgos que mostraba por su enfermedad que no era otra que la angustia de la economía compulsiva por intentar vivir tan solo con un menú barato al día o comer a costa de los demás. Empleada en una empresa de hilados, en la que se encargaba del repaso de los tejidos y del buen empaque de los mismos, pasaba sus días junto a su gato Horacio y a su amiga Brenda, que muy distinta a ella se complementaban.

Brenda una hembra distinguida en su ambiente, muy expresiva y tan allegada a los suyos, que eran si cabe cualquier persona que se preciara y le hiciera sentir bien. Nada destructiva, ni desconfiada, abierta a todas las fiestas carnales que se pusieran por delante.
Mujeres al comando, le gustaba pensar y proponer medidas de solución para todos cuantos problemas surgieran a su alrededor. Una señora garbosa y nada descabellada con un color de piel muy agraciado, por los detalles y caprichos que le obsequiaba a su cuerpo. Esmerada en su presencia y en su persona, mirando de ser concisa pero si era menester, sabia proporcionarse todo aquello de lo que tuviera necesidad o capricho.
No dejando pasar un deleite por mucho que otras fuerzas ajenas a ella se pusieran en contra. Amante de los animales y en especial de su gato Horacio. Estaba empleada en una de las taquillas del metro de Plaza Urquinaona, y se mezclaba con todo dinámico viviente, era abierta, amable y engatusadora. Virtudes que posiblemente le vinieran de su trato intimo con cualquier gato.

_ Mirna se disponía a preparar todo lo necesario para llevar a sepultar a Horacio, ese gatuno tan grande que pesaba más de ocho kilos y que de una forma disimulada tenían que sacar de su casa y llevarlo donde ellas dos; Brenda y Mirna en todo su dolor y decisión usual decidiesen para darle el mejor descanso al felino.

En ocasiones cuando las dos se disputaban el amor de su amigo, dejaban que se les subiera encima y lamiera su cara con esa lengua enroscada de color bermeja y les diera besos húmedos en los morros dejando impregnada esa saliva astuta en sus perfiles.
Ambas coincidían en el futuro de su animal de compaña. Querían que Horacio fuese a un lugar cercano, un jardín libre del mismo barrio de “Playa Distinta”. Lugar que ya había recogido los restos mortales de Antorcha, una perra loba que en su día estuvo con ellas, cuando aun no compartían la misma morada.

Siempre lo habían tenido decidido hasta que se dio el momento de darle sepultura al animal de manera delicada y sin levantar demasiado la atención del Ayuntamiento, que para estas ocasiones tiene montado un proceder. No exento de gastos y papeleo, que se ha de cumplir por todos los ciudadanos, que tienen a los animales de compañía registrados y en condiciones. Pretendieron pasar indefectiblemente por las estrictas normas de Mirna, ya que si se lo dejaba a Brenda el asunto del sepelio, igual le costaba más de la cuenta, en dinero en tiempo y en esfuerzos.







Arsenio intentaba ponerse en contacto con el Padrino de los Substancia Madrina, el jefe de todas sus desgracias, para que le diera los términos de lo que él decía, sería su último encargo y tras una espera prolongada de comunicación le atendieron desde aquel teléfono móvil de un solo uso, que le proporcionaban cada vez que había tenido que hacer trabajillos para esta entidad.

_ ¡Quien llama! _ Contestó un delincuente de forma desagradable con sonido despreciable en el otro lado del hilo telefónico. Una voz rota y ronca de dormir poco y de beber mucho.

_ Soy Arsenio del Pino, amigo de Matías Volcán, que he de recibir instrucciones para un trabajo rápido y sencillo en el barrio de Playa Distinta.

_ ¡Espera!, aunque llamas algo tarde ya pensábamos que te habías rajado, no cuelgues_ Aquella voz le mantuvo en espera, mientras llevaba el encargo a otro lugar, no distanciado al cual llamó. Tras un par de minutos de aguardo, la misma onda se puso al aparato indicándole lo que debía y cuando, el tiempo que le daban y el modo para llegar al lugar.
_ La motocicleta la encontrarás aparcada en la acera del kiosco del paseo de la playa. Ha de ser un visto y no visto, nadie tiene que ver cómo te acercas y como desapareces y cuando tengas la bolsa roja, la traes aquí al antiguo edificio del Consorcio de las Minas de Potasio.

_ ¿Cómo reconoceré a los miembros porteadores del alijo? _ Indagó Arsenio.

_ Ese detalle no lo sabemos, creemos que serán dos tipos de la banda Gluten Severo, pero pueden ser abuelos o dos jóvenes, o vayan disfrazados.
¡Eso has de descubrirlo!   Lo que ¡sí!   Es notorio es el color de la talega, el peso del contenido y el nombre grabado. Donde van todas las pertenecías de Matías, que esos datos lo encontrarás en el sobre que hallarás bajo el sillín de la moto, que te dejamos aparcada.

_ ¿No me podéis dar más pistas? _  No quisiera errar y después vengáis con problemas.
_ Si no lo haces en condiciones, no tendrás necesidad corregir problemas.

Arsenio colgó el aparato y quedó pensativo al lado de su Virginia, contándole con todo lujo de detalles en qué consistía el asunto que debía realizar para esos malhechores, por su mala cabeza.

Salió en busca del kiosco de la playa y allí divisó la moto Guzzi Stone, que le habían dejado apostada con las llaves, y bajo el sillín un sobre con instrucciones para seguir. Abrió la carta y leyó todos los puntos, unos ya anunciados por teléfono y el resto que se lo manifestaban. Bolsa roja de viaje, transportada por dos personas, caracterizadas y disimuladas.



Brenda y Mirna, ya ultimaban los detalles para llevar a Horacio al escampado de Playa Distinta, lo habían colocado por su volumen dentro de una talega bastante amplia de color rojo, que le habían regalado en su último viaje al Caribe, una mochila bastante lucida que le venía al pelo al gato Horacio, por su dimensión  su anagrama, el que iba grabado en los laterales de la maleta.

Bajaron por el ascensor las dos mujeres, soportando el peso de aquella talega roja que trajinaban entre las dos y en la que decía en los laterales de la misma: Vuela y descansa en Paz, y en el otro dorsal anunciaba: Ve al otro mundo es el cielo.

Brenda se puso de minifalda y tacones altos con su cabello escarolado y disimulando con una lentes oscuras a pesar de ser de noche, para que no la reconocieran y Mirna, unos pantalones de paño, y una blusa de lino oscura desabotonada hasta la mitad del pectoral y un sombrero de lluvia color azul marino para pasar si no inadvertida que nadie les inspeccionara.

Caminaban por el paseo de la playa en busca del jardín del Edén para Horacio. Con su disgusto y su llorera por la muerte del gato, cuando repentinamente y a tres manzanas frente a ellas en sentido contrario, se escuchaba claramente en el silencio de la noche, no había ningún paseante y el ruido de la motocicleta de cilindrada corta que se acercaba era claro.


La moto, conducida por un motorista con un casco opaco, invadió la acera por la que estas dos mujeres caminaban no cómodas llevando el fardo donde iba Horacio, sin más y de buen tirón y sin parar el vehículo Arsenio, arrebató aquel saco, arrancándolo de las manos de las señoras que se quedaron estupefactas y el intrépido conductor les desposeyó del morral donde iba el cadáver de su gato perdiéndose en la nocturnidad. 

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