Era una señora madura,
pero con un físico de los que incluso quitan el resuello. Rubia de ojos claros,
cuidada, alta y bien parecida, acostumbrada al gimnasio diario para fortalecer
sus flojas cumbres y con ese acento puesto en la cresta de querer disfrutar de
aquello que el destino no le había proporcionado a pesar de su cincuentena
larguita de años.
Guadalupe una
bella mujer de las de autentica ilustración, que a pesar de los sinsabores del
diario y común de los acontecimientos y la falta de afán por parte de los que
la rodeaban. Sin prestarle el más mínimo argumento, supo abrirse en su interior
y no pecar de ignorancia y ver la belleza de aquello en que aún creía.
Comercial de Marketing
y especialista en la venta a clientes selectos de apartamentos nuevos y usados
en el Distrito Federal y el área metropolitana de la capital Mexicana. Casada desde
hacía más de veinte años con Adolfo, con un hijo fruto de la pasión de una
noche conyugal.
Matrimonio
desavenido como tantos, y que sus antagonismos derivaban de la falta de amor. Ese
caprichoso que a base de disparates se escapa para no volver jamás y dejar una
especie de misterio que levita entre los antepechos de la pareja
Lupe había
llegado al fin de un trayecto y estaba dispuesta a afrontar su viaje final de
una forma agradable y satisfecha. Tras haber degustado la parte amarga de la
misma, y admitiendo todos los requisitos que la propia existencia le había
puesto en su camino, pretendía a partir de ya, viajar, ver mundo, sobre todo recorrer
Europa y disfrutar de los buenos manjares de reconocidos restaurantes,
acompañada de sus amigas, que eran en definitiva quien en el último tiempo le
hacían reír.
A pesar de que
ella se sentía y admitía sus anormalidades, cumplía con sus obligaciones. Algo
había en ella que le faltaba desde hacía muchos años, tras la crianza de René,
su hijo, se había quedado tan vacía como inerte. Solo tenía para aferrarse y no
volverse loca, su propio empleo, sus galanteos
con los compañeros y clientes guapos.
Era el único afecto
que tenia para sentirse querida, considerarse guapa y atractiva. Con lo que hacía de su profesión un sustento
de lo material y de lo subliminal, que todo ser humano necesita. Ella en todo
momento comedida y elegante, no osaba en protagonizar escenas lujuriosas que le
pudieran llevar a la llamada al orden por parte de sus jefes que la tenían muy
bien considerada, por su físico, por su persona y además por lo que para ellos
les era más importante por sus ventas, fuera de toda duda una emprendedora y
una cerradora de negocios finales hacía que sus corretajes, sus beneficios y comisiones
fueran modelo y remate de buen hacer.
Adolfo su marido
frecuentaba la bebida, el juego y las putas. La excusa que aducía el conforme esposo
era la de padecer celos por ella, por perderla, porque lo dejara de amar,
cuando aquellas borracheras y aquellos malos tratos, se salían de tono cada vez
con más frecuencia. Sin atender la exclusividad de su alcoba, dejándola excitada
a pesar de ver que su temperatura corporal aumentaba. Con los
correspondientes cosquilleos en sus zonas erógenas. Con ganas de amar en
repetidas ocasiones y con el deseo escapándose sin remedio por el quicio de la
dependencia alcohólica.
Le reprochaba a
menudo que le echara en cara todos los defectos que acumulaba, que esa ansiedad
a él, le abocaba a celos enfermizos, que su adicción a las variadas corruptelas
no eran vicio, ni adhesión ni dependencia y lo hacía porque creía la iba a
perder, que no le daba horas de ilusión ni complacencia en la cama, que todo en
ella era fingido y atónito y que le había robado el deseo de poseerla, lo tiene
contaminado con la anorexia sexual y por ese motivo no la toca.
Desde hacía años
había sido suficiente amigo de las botellas de tequila José Cuervo, como para
que el alcohol de su interior, se le adosara a sus venas y eso le hizo perder
sensualidad, deseo, apego y contacto con ella. La relación de
pareja para Adolfo con Guadalupe, convertida en rutina, añadida a sus muchas
salidas con prostitutas y la ayuda de las anfetaminas y drogas fue una de las
peores cosas que le pasó al componente sexual.
Su hijo René, ya
mayor, miraba a su madre desde un prisma cambiado. Sin entender que les pasaba
a sus padres, creyendo por ser lo más fácil, que entre ellos había infortunio,
pero que todo seguiría la marcha de los sucesos sin alteraciones ni cambios. Conocía
las aventuras de su papá, pero entendía que para un alcohólico no hay medicinas posibles ni apaños viables que
eviten esa adicción y que su madre toda la vida lo soportaría, como hasta ese
momento había hecho. Seguiría dejándose insultar y vejar. Era su penitencia de
años y cuando Adolfo, volviera de la calle cargado, ella acostumbrada continuaría
disimulando.
Uno de aquellos viernes
en los que las gestiones estaban más apuradas por falta de tiempo en hacer nuevos
contratos, visitas con clientes a los diversos escenarios del parque de
departamentos de la ciudad, conoció a Críspulo que se lo había presentado a su
vez Indalecio, un compañero de la oficina, el cual en ese momento no podía
atenderle y para no perder la gestión se lo derivó a Lupe, en una práctica
habitual entre colegas para evitar que las ventas se perdieran y fueran a parar
a la competencia. Este señor estaba interesado en la compra de un departamento
de dimensiones no muy amplias en el distrito de la ciudad.
Críspulo se
dedicaba a hacer viajes de negocios entre Madrid y México, por motivos de negocios,
derivados del mundo de la publicidad, era
un tipo bastante atrevido y sin miedos estereotipados, con el que enseguida
entró en detalles profesionales dada la empatía, por las coincidencias que existía
entre ellos.
Esa misma noche
y para celebrar la venta del departamento en la zona de Narvarte muy cerca del
centro comercial y disfrutar de los
pingues beneficios de la comisión, Guadalupe invitaba a sus colegas de la
oficina, y por supuesto a Críspulo, ya que estaba en el Distrito Federal, sin compañía
y sin amigos.
Un coctel fue lo
degustado, saliendo al final cada uno para sus destinos excepto Lupe y su
cliente que a petición de este fueron a cenar, tranquilos para acabar de
concretar la forma y conveniencias de compra, ingresos bancarios y demás cuestiones
pecuniarias.
Reservaron mesa
en el restaurante “Mi Gusto es”, en la zona del mismo Narvarte, Diagonal San
Antonio, en la que cenaron de forma excepcional con un vino español
extraordinario Marqués de Riscal. Pescados y mariscos
al mejor estilo de la cocina de Sonora y Sinaloa, destacando los buenísimos tacos
de pescado y marisco, las tostas y el molcajete, además de los cocteles y caldos
sugeridos. Una velada extraordinaria y beneficiosa para Lupe si no
hubiese sido por la indisposición súbita que acaeció.
Un desvanecimiento
y un imaginado corte de digestión llevaron al hospital Central de aquella zona
a Guadalupe Coronas, con la clásica prisa de urgencia, y los momentos de
nefasta calamidad para Críspulo Rendueles, que de buenas a primeras tuvo que
hacer de buen samaritano, y buscar entre sus documentos su teléfono para dar el
aviso de la contingencia a su familia.
Los médicos diagnosticaron
que el accidente fue ocasionado por un hematoma o tumor interno en la cabeza
que le presionaba cierta parte del cerebro, que hacía meses se le habría ido desarrollando
sin el menor de los avisos, manteniéndola al frente de la vida normal, hasta
que esa noche le produjo el “break” en su cena. Cuando igual comenzaba o podía
ser el principio de algo extraordinario en su vida.
Tras las
operaciones quirúrgicas de gravedad a las que fue sometida la buena de Lupe,
con el riesgo de la pérdida de su vida, se le diagnosticó un Ictus cerebral, Hemorrágico,
producido por la rotura de un vaso sanguíneo.
El Ictus
cerebral le interrumpió a Guadalupe el normal flujo sanguíneo al cerebro y su consecuente
aporte de oxígeno, el mínimo indispensable que necesita para funcionar, y su
efecto y gravedad registró la intensidad en la zona cerebral afectada, siendo
un episodio agudo afectando sus funciones del sistema nervioso central quedándose
todas ellas afectadas.
Le salvaron la
vida en el centro hospitalario, en último extremo, sin embargo quedó tan
afectada de salud, que jamás llegó a reconocer a Críspulo, el que sigue
viviendo en la zona de Narvarte muy cerca del centro comercial y disfrutando de su departamento cuando vuelve
a México procedente de España
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