sábado, 29 de marzo de 2014

El Ictus de Lupe


Era una señora madura, pero con un físico de los que incluso quitan el resuello. Rubia de ojos claros, cuidada, alta y bien parecida, acostumbrada al gimnasio diario para fortalecer sus flojas cumbres y con ese acento puesto en la cresta de querer disfrutar de aquello que el destino no le había proporcionado a pesar de su cincuentena larguita de años.

Guadalupe una bella mujer de las de autentica ilustración, que a pesar de los sinsabores del diario y común de los acontecimientos y la falta de afán por parte de los que la rodeaban. Sin prestarle el más mínimo argumento, supo abrirse en su interior y no pecar de ignorancia y ver la belleza de aquello en que aún creía.

Comercial de Marketing y especialista en la venta a clientes selectos de apartamentos nuevos y usados en el Distrito Federal y el área metropolitana de la capital Mexicana. Casada desde hacía más de veinte años con Adolfo, con un hijo fruto de la pasión de una noche conyugal.

Matrimonio desavenido como tantos, y que sus antagonismos derivaban de la falta de amor. Ese caprichoso que a base de disparates se escapa para no volver jamás y dejar una especie de misterio que levita entre los antepechos de la pareja
Lupe había llegado al fin de un trayecto y estaba dispuesta a afrontar su viaje final de una forma agradable y satisfecha. Tras haber degustado la parte amarga de la misma, y admitiendo todos los requisitos que la propia existencia le había puesto en su camino, pretendía a partir de ya, viajar, ver mundo, sobre todo recorrer Europa y disfrutar de los buenos manjares de reconocidos restaurantes, acompañada de sus amigas, que eran en definitiva quien en el último tiempo le hacían reír.

A pesar de que ella se sentía y admitía sus anormalidades, cumplía con sus obligaciones. Algo había en ella que le faltaba desde hacía muchos años, tras la crianza de René, su hijo, se había quedado tan vacía como inerte. Solo tenía para aferrarse y no volverse loca,  su propio empleo, sus galanteos con los compañeros y clientes guapos.

Era el único afecto que tenia para sentirse querida, considerarse guapa y atractiva.  Con lo que hacía de su profesión un sustento de lo material y de lo subliminal, que todo ser humano necesita. Ella en todo momento comedida y elegante, no osaba en protagonizar escenas lujuriosas que le pudieran llevar a la llamada al orden por parte de sus jefes que la tenían muy bien considerada, por su físico, por su persona y además por lo que para ellos les era más importante por sus ventas, fuera de toda duda una emprendedora y una cerradora de negocios finales hacía que sus corretajes, sus beneficios y comisiones fueran modelo y remate de buen hacer.

Adolfo su marido frecuentaba la bebida, el juego y las putas. La excusa que aducía el conforme esposo era la de padecer celos por ella, por perderla, porque lo dejara de amar, cuando aquellas borracheras y aquellos malos tratos, se salían de tono cada vez con más frecuencia. Sin atender la exclusividad de su alcoba, dejándola excitada a pesar de ver que su temperatura corporal aumentaba. Con los correspondientes cosquilleos en sus zonas erógenas. Con ganas de amar en repetidas ocasiones y con el deseo escapándose sin remedio por el quicio de la dependencia alcohólica.

Le reprochaba a menudo que le echara en cara todos los defectos que acumulaba, que esa ansiedad a él, le abocaba a celos enfermizos, que su adicción a las variadas corruptelas no eran vicio, ni adhesión ni dependencia y lo hacía porque creía la iba a perder, que no le daba horas de ilusión ni complacencia en la cama, que todo en ella era fingido y atónito y que le había robado el deseo de poseerla, lo tiene contaminado con la anorexia sexual y por ese motivo no la toca.

Desde hacía años había sido suficiente amigo de las botellas de tequila José Cuervo, como para que el alcohol de su interior, se le adosara a sus venas y eso le hizo perder sensualidad, deseo, apego y contacto con ella.  La relación de pareja para Adolfo con Guadalupe, convertida en rutina, añadida a sus muchas salidas con prostitutas y la ayuda de las anfetaminas y drogas fue una de las peores cosas que le pasó al componente sexual.

Su hijo René, ya mayor, miraba a su madre desde un prisma cambiado. Sin entender que les pasaba a sus padres, creyendo por ser lo más fácil, que entre ellos había infortunio, pero que todo seguiría la marcha de los sucesos sin alteraciones ni cambios. Conocía las aventuras de su papá, pero entendía que para un alcohólico no hay  medicinas posibles ni apaños viables que eviten esa adicción y que su madre toda la vida lo soportaría, como hasta ese momento había hecho. Seguiría dejándose insultar y vejar. Era su penitencia de años y cuando Adolfo, volviera de la calle cargado, ella acostumbrada continuaría disimulando.

Uno de aquellos viernes en los que las gestiones estaban más apuradas por falta de tiempo en hacer nuevos contratos, visitas con clientes a los diversos escenarios del parque de departamentos de la ciudad, conoció a Críspulo que se lo había presentado a su vez Indalecio, un compañero de la oficina, el cual en ese momento no podía atenderle y para no perder la gestión se lo derivó a Lupe, en una práctica habitual entre colegas para evitar que las ventas se perdieran y fueran a parar a la competencia. Este señor estaba interesado en la compra de un departamento de dimensiones no muy amplias en el distrito de la ciudad.

Críspulo se dedicaba a hacer viajes de negocios entre Madrid y México, por motivos de negocios, derivados del mundo de la publicidad,  era un tipo bastante atrevido y sin miedos estereotipados, con el que enseguida entró en detalles profesionales dada la empatía, por las coincidencias que existía entre ellos.

Esa misma noche y para celebrar la venta del departamento en la zona de Narvarte muy cerca del centro comercial  y disfrutar de los pingues beneficios de la comisión, Guadalupe invitaba a sus colegas de la oficina, y por supuesto a Críspulo, ya que estaba en el Distrito Federal, sin compañía y sin amigos.
Un coctel fue lo degustado, saliendo al final cada uno para sus destinos excepto Lupe y su cliente que a petición de este fueron a cenar, tranquilos para acabar de concretar la forma y conveniencias de compra, ingresos bancarios y demás cuestiones pecuniarias.

Reservaron mesa en el restaurante “Mi Gusto es”, en la zona del mismo Narvarte, Diagonal San Antonio, en la que cenaron de forma excepcional con un vino español extraordinario Marqués de Riscal. Pescados y mariscos al mejor estilo de la cocina de Sonora y Sinaloa, destacando los buenísimos tacos de pescado y marisco, las tostas y el  molcajete, además de los cocteles y caldos sugeridos. Una velada extraordinaria y beneficiosa para Lupe si no hubiese sido por la indisposición súbita que acaeció.

Un desvanecimiento y un imaginado corte de digestión llevaron al hospital Central de aquella zona a Guadalupe Coronas, con la clásica prisa de urgencia, y los momentos de nefasta calamidad para Críspulo Rendueles, que de buenas a primeras tuvo que hacer de buen samaritano, y buscar entre sus documentos su teléfono para dar el aviso de la contingencia a su familia.

Los médicos diagnosticaron que el accidente fue ocasionado por un hematoma o tumor interno en la cabeza que le presionaba cierta parte del cerebro, que hacía meses se le habría ido desarrollando sin el menor de los avisos, manteniéndola al frente de la vida normal, hasta que esa noche le produjo el “break” en su cena. Cuando igual comenzaba o podía ser el principio de algo extraordinario en su vida.

Tras las operaciones quirúrgicas de gravedad a las que fue sometida la buena de Lupe, con el riesgo de la pérdida de su vida, se le diagnosticó un Ictus cerebral, Hemorrágico, producido por la rotura de un vaso sanguíneo.

El Ictus cerebral le interrumpió a Guadalupe el normal  flujo sanguíneo al cerebro y su consecuente aporte de oxígeno, el mínimo indispensable que necesita para funcionar, y su efecto y gravedad registró la intensidad en la zona cerebral afectada, siendo un episodio agudo afectando sus funciones del sistema nervioso central quedándose todas ellas afectadas.

Le salvaron la vida en el centro hospitalario, en último extremo, sin embargo quedó tan afectada de salud, que jamás llegó a reconocer a Críspulo, el que sigue viviendo en la zona de Narvarte muy cerca del centro comercial  y disfrutando de su departamento cuando vuelve a México procedente de España




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