sábado, 15 de febrero de 2014

Equilibrio


 

Estaba como de costumbre en el despacho, tenía una sensación extraña, como si por algún motivo alguien hubiese de descentrarlo con alguna historia o secreto triste y desgarrador.

No era demasiado tarde aquel día de San Valentín, en el que todos se saludan y felicitan por aquello del amor, la amistad y del cariño. Como si estos detalles no tuvieran que usarse cada día de nuestras vidas.
 

En un instante, la puerta sonó con dos toques musicales, pidiendo el permiso para acceder al recinto. En la puerta, una señorita rubiales, no demasiado alta pero si, con una tonalidad de piel clara, como la propia luz que dimanaba a sus espaldas tras los ventanales del edificio. 

_  ¿Se puede pasar?

_ ¡Sí! ¡Claro adelante!, pasa y toma asiento_ replicó el caballero de forma cortés.
 

_ Muchas gracias_ Se despojó de su tabardo de invierno, colocándolo en la silla contigua, y tomó asiento en otra que quedaba libre en el centro de la mesa, esperando que Glenn, preguntara algo. 

_ ¡Sabes! creo sinceramente_ comenzó su habla Glenn, mirando a los ojos a Eyling_ Te veo como un tanto triste, y eso quizás hace que se dimane en los demás, y puede ser que te afecte a la hora incluso de encontrar trabajo, y en tu relación cotidiana.
 

_ Cree usted que yo dispongo de la posibilidad de ser infeliz a ratos, que este estado obedece a una forma disoluta de venderme al mundo. Sepa que hago esfuerzos, y gracias a mi carácter, sigo hacia adelante, sin desplomarme y sin cacarear lo más mínimo mi estado y situación_. Refutó con amargura la mujer
 

_ ¡No me entiendes! _ dijo Glenn_  o quizás me he explicado mal. Me refería a que se nota tu sufrimiento y los demás lo detectan. Ignoro si será conveniente para ti.
 

_ ¡Ay! Sí yo le contara. No podemos ir pregonando nuestras penas. A nadie les interesa y en algún caso, incluso causan asperezas. Tampoco puedo modificar mi expresión a conveniencia_ sacando de su bolsa un laptop diminuto, dijo_ le voy a enseñar unas fotos que tengo gusto que las vea_. Concluyó sus palabras mientras preparaba sobre la mesa, su ordenador. 

 

_ No has de mostrar nada, no has de hacerlo obligada. Quiero que entiendas que no he querido ofenderte, simplemente, quería avisarte que vives en un país donde viven demasiados necios y atribuyen sus miserias a lo primero que se pone por delante, sin pensar, sin conocer, sin saber. Vosotros, los que aún no tenéis documentación. ¡Ya me entiendes!, no tenéis papeles, pues sois, los que de alguna forma recibís el maltrato de los demás. Primero, porque nadie se ocupa de vuestra situación y después porque realmente el futuro es incierto.
 

_ No se insulte usted mismo, diciendo que en el país sobra la contradicción. ¿Se está usted mismo llamando idiota? Como en todos sitios, abunda lo impresentable, sin embargo siempre se salvan de la quema los normales. Gracias a ellos el mundo está equilibrado. ¿No lo cree? _ Se acomodó mientras ya tenía montado su portátil y las fotos iban solapándose una tras otra, mientras las mostraba.
 

El teléfono móvil de su bolso, comenzó a sonar y tomó la llamada_ dispense usted, dijo dirigiéndose al caballero_. Es mi padre_  quedando absorbida por los piropos que recibía y por escuchar tan de cerca la voz de alguien que la adoraba.
 

_ Sí, puedes hablar, estoy en la reunión que ya te comenté, pero dime papá. …¡Ah claro! que sabía que ustedes no se olvidarían de su hijita en un día como este. Yo también les quiero. Hablamos esta noche, que les mando una descarga para que les ayude. Pulsó el botón de final de llamada y volvió sin pestañear a la conversación que estaba manteniendo con Glenn.
 

_ Igual no sabe mi historia, o ha escuchado algún comentario, que seguro está impreciso y no tiene nada que ver con la realidad.

Cuando llegué a la ciudad procedente de mi tierra, me costó mucho integrarme porque no recibía cariño de ninguna parte. A nadie le importaba y yo venía para quedarme si podía. Aunque en mi pueblo, había dejado a mi niña y a mis padres, que es lo que más me importa en este mundo.
 

Aquí conocí a un muchacho, que tuvimos una relación entrañable y duradera, hasta que se rompió. Los motivos no los voy a contar puesto que no vienen al caso, pero no pudo llegar esa unión a buen puerto.
 

Embarazada, tuve que volver a mi país, puesto que ninguna persona atendía mi estado, ni le importaba mi presencia a nadie. De hecho, antes de tomar esa determinación, le pregunté al padre de mi hija, si le importaba que me fuera, o preferiría que me quedara por si lo nuestro pudiera arreglarse. Haciéndome saber, que casi prefería que marchara y con esas quedar exento de las posibles repercusiones o culpas que pudiera ser objeto.
 

Tomé el avión y llegue a mi casa. Mis padres me atendieron como no se lo puede imaginar. Yo me volvía a sentir segura, entre los míos. En mi estado de buena esperanza, junto a mi hijita que había estado más de tres años sin su madre. Todo mi mundo estaba de nuevo alrededor de mi persona. 

Tuve otra niña preciosa, la que murió a los pocos días de nacer. No pudieron salvarla_. Los ojos de Eyling se llenaron de lágrimas, mientras explicaba amargamente el suceso y las fotos de la difunta chiquilla iban mostrándose en el apantallado del equipo.

_ No te emociones por favor, deja de recordar momentos tristes, que no te solucionaran nada. No conocía esos hechos y lo lamento.
 

_ No es nada Glenn. Si quizás me venga bien recordarlos de vez en cuando para tener los pies bien situados en el suelo_ dijo Eyling mientras se limpiaba los párpados_ Por eso le digo a usted que no dispongo de la varita mágica para cambiar el encanto de mi cara, como si se tratase de un semáforo de la avenida.
 

_ Volviste, de nuevo aquí, después de ¿Todo lo que te había ocurrido?
 

_ ¡Sí! Regresé de nuevo, porque yo no me había marchado como lo hacen las personas, por una decisión consensuada. Prácticamente me habían echado de mi nueva vida. No me permitieron pudiera establecerme como las personas lo hacen en condiciones de normalidad y eso me tenia frustrada, casi en estado de depresión y aprovechando que una prima mía,  se venía a trabajar en esta ciudad. Volví a enredarme y a prometer a los que dejaba allí, que regresaría en dos años a lo sumo.

 

 

 

 

 

 

 

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