jueves, 9 de enero de 2014

Reyes Magos



Todos duermen, son las seis de la mañana la claridad del día no ha llegado. Los pajes de los magos de oriente descienden por los balcones, han dejado en cada casa, al lado del fuego esos regalos que les traen a los niños.

Anita, se despierta, diría que se hacía la dormida, que no ha pegado ojo en toda la noche, que con tanto nervio de esperar sus regalos, ha descansado lo justo, a duermevela, con una ilusión preciosa.
El éxtasis de saber que llegan los “Reyes” a dispensar lo que ella deseaba, la tiene nerviosa y ya confunde la realidad con sus sueños. Es aún muy chiquita.

De buenas a primeras, escucha movimiento en la casa, su hermano tenía la trompeta de pistones que había pedido por carta a los magos en la boca, tratando de tocar una canción popular. ¡Ya me dirás, tiene cuatro añitos!
El ruido es ya incontenible, tanto regalo, tanta golosina, y aquella imaginación antes de  abrir los paquetes que es divina.

Un salto de la cama, y a por los presentes, que esperan justo donde el año anterior en el borde de la chimenea. Saluda a sus padres con un beso de los rapiditos y sin dejar de mirar a los envoltorios de papel amarillo chillón que transmite ese reflejo tan relampagueante, se desliza de rodillas para tocarlos con sus manos.

El hermano, sin saber solfeo sigue intentando interpretar algo conocido, de momento solo ruido estridente y desafinado sale por el trabuco de aquella corneta plateada, que está haciendo las veces de reloj despertador al vecindario.
Los padres no tienen ojos para mirar a tantos lugares diferentes y disfrutar del aquel espectáculo, que es difícil de imaginar a bote pronto.

Cantidad de relieves ofrecen los papeles del embalaje y las cajitas de cartón saltan de un sitio a otro, los ruidos de admiración de los dos zagales por el agradecimiento son cada vez más sinceros y sus caras reflejan la emoción de saberse tan queridos por tanto juguete llegado.

La muñeca de moda está en las manos de la niña ¡Que abrazo recibe aquel juguete!, que parece tener la sonrisa aún más agradecida que cuando fue envuelto para regalo.
La música del: “ do re mi…”, sigue escuchándose más de tarde en tarde, ya que es compaginada con los aullidos de guerra y aquella cimitarra de corsario con su antifaz, que hace las delicias del muchacho al abordar al papá por la espalda y decirle que se rinda sin remisión que su barco ha sido abordado por los piratas.

Ilusión, alegría desbordada y admiración por tanto obsequio llegado de manos de los magos de oriente. Si nadie pone fin a las escenas, pueden durar tanto como fuelle tengan aquellas criaturas que no dejan de imaginar y de vivir sueños distintos traídos por las ilusiones de sus majestades de oriente.

Nadie recuerda al Papá Noel, de la Nochebuena,  aquello es agua pasada, son otros momentos y diferentes cuestiones. Los jovencitos son muy listos y en estos asuntos de regalos y juguetes, nada de mezclas, lo saben desde recién nacidos.

La madre, intenta poner un poco de orden a tal desmán y por lo menos les pide que se calcen los pies, que han saltado de la cama con el pijama y sin más se han puesto de bruces a jugar. Nadie le hace el mínimo caso. Ella, la mamá, se deja llevar por las circunstancias y recuerda, ese mismo día de tan solo hace treinta años.





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