Se hacía unas preguntas antes de tomar una determinación, lo llevaba pensado desde hacía un tiempo. La solución a sus graves problemas
quizás no era, sin embargo igual poniendo punto y final acabaría con todo ese
padecer que ofrecía al que le soportaba
con paciencia sin rechistar.
Detuvo el “Mercedes” junto al acantilado, cuando
sonó el teléfono. No opuso resistencia en contestar a la llamada, que
automáticamente conectó mediante el “manos libres”, sabía quién le emplazaba y
directamente saludó.
_ Hola, que cuentas tan temprano. No es lo tuyo_
dijo sin dejar que saludase.
_ ¿Dónde paras si puedo saberlo? _ interrogó la voz del móvil.
_ Estoy en el acantilado Endolive, acabo de llegar,
justo cuando sonaba el móvil
_ No has dormido en casa ¿verdad?
_ No he dormido en ningún sitio, pero sí he estado
en muchas casas, aunque era imposible que me vieras por el desprecio, que le das
a ciertas cosas que son tradicionales.
_ Tú; no te ves, te crees perfecto y eso es lo que
te mata y te hace increíble.
_ Es posible, por eso vengo a poner punto y final,
acabado ya mi cometido.
_ Solo piensas en ti, y en esos chiquillos que te
siguen, eres tan egoísta que tan solo te permiten durar una noche.
_ Por cierto, ahora que me llamas egoista; debajo
del cojín del sofá te he dejado un
presente, con seguridad no te agradará, pero es lo que me han encargado
te reservara.
_ ¿Volverás el año próximo?
_ Estoy seguro, que volveré, sin falta, ¿lo
preguntas por algo en especial?
_ ¡No!, por nada extraordinario, solo para tenerte el
traje rojo planchado, donde tú sabes.
_ He de colgar, ya es demasiado tarde para discusiones
¡Ahora o nunca!
Colgó el teléfono, desconectó la línea, y descendió
del automóvil, convencido que no había otro camino, se quitó su peluca y su barba blanca, las
dejó en los asientos traseros y le hizo un gesto al vigilante del parque de
atracciones para que aparcase el lujoso “Mercedes Benz” y por fin se subió en
la nube que le esperaba y desapareció como si tal cosa hubiese ocurrido.
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