domingo, 20 de octubre de 2013

Otro miedo


He visto en sus ojos ese miedo a la muerte, esa conmoción por la que obligan los remordimientos, al no haber cumplido los deberes y que ahora ya no hay tiempo más que para sufrir sin licencia.
 

Tiene ganas de marchar, de dejarlo todo, de evaporarse si pudiera, pero la tregua lo mantiene, desesperado, inmerso en sus tinieblas.
 

Su mirada es inestable y confusa, sabe de su despedida, incontinente vierte sus lágrimas derramarse sin forzarlas. Está sensible, no alcanza, sufre ver a los que le rodean e imploran.
 

Al recordar palabras o sucesos pasados, comenta: me queda poco, y suspira con desprecio a la vida. Calla, sin dejar que sus ojos sigan explicando sus cuitas, todo es del color amanerado con que se inspira.

¡Ay de poder volver atrás!  Con la experiencia adquirida, igual las situaciones no eran las mismas   ¡Ay! …  Como suena simplemente escuchar la queja.


Nos creemos que no nos ha de llegar esa hora de pasar cuentas, el balance con nuestros hechos y…llega.  ¡Claro que llega!  No pensamos;  que envejecemos más a prisa que nuestra merma y un día, sin darnos cuenta. La tenemos en la puerta. 

Nadie se marcha sin haber pagado aquí sus consecuencias, las físicas y las morales. Es muy sencillo decir o pensar: Quiero morir, y con ello es como si nos liberásemos de las impagadas cuentas. Es tan natural decirlo, que suena a mentira, a despreocupación a intriga.
 

¡Está en las últimas!, se lleva sus secretos a su tumba.
 

Nos da pena, pero después recuerdas y en la cabeza retumba, esas mismas flaquezas en otro tiempo notamos inmundas.

 

Mueres cuando has abonado las deudas, cuando nadie te recuerda. Te sepulta

 

 

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