Narración entregada en capítulos secuenciales
Capítulo Nº 01
Aquella
aplicación para móviles sería un avance sorprendente en el mundo de las redes y
la telefonía. Una autentica obra de ingeniería. El satélite por mediación de
los impulsos cardíacos detectados en el perfil del usuario, encontraba deseos
afines en las personas y por las presunciones de esas indicaciones el cerebro
además, transmitía el grado de insuficiencia y ansia. Todos estos síntomas
procesados por la ciencia aplicada del desarrollo de su aplicación, hacia que
el móvil, fuese el portador e inductor de todos estos prodigios. Que además de
reconocer entre los humanos sus secretos inviolables, sus necesidades
fisiológicas perentorias y urgentes, los podía poner en contacto entre ellos, sin
demasiadas disuasiones. El propio celular, si era preciso, les podría a
petición del interesado, indicar y dirigir al lugar, donde radicaba aquella
persona afín, aquel perfil supletorio, necesitado del mismo deseo, para que
llegado el momento, pudiesen complacerse, conocerse o comenzar una relación interesante.
El teléfono,
vibraría ostensiblemente a trescientos metros de distancia y actuaría como si
se tratase de un indicador de frecuencias dirigidas. El clásico rastreador de
caminos y carreteras. El GPS de los deseos y de las pasiones. El Tontón de los
encuentros vitales. ¡Del amor!
Al cruzarse esas
esperanzas, entre ellas o al detectarse en el radio establecido, el propio
celular, haría gracias a sus poderes tecnológicos de punto de conexión
inteligente.
Indiferente
fueran de países distintos y de idiomas diversos, razas o continentes disímiles.
La gente afín se podría entender tan solo por el lenguaje corporal, que
traducido en deseo por el satélite y la inteligente aplicación, les llevaría
llegado el caso, a desempeñar su necesidad inmediata. Ya no era tan necesario
el correo tradicional, ni siquiera el sms, ni los mensajes. El propio teléfono
ayudado por aquella nueva idea sería una vez pulido quien pondría en contacto a
las personas por afinidad, gustos o incluso deseos íntimos e inmediatos. El
cacharro sabría y situaría a las personas atraídas. Simplemente bastaba con
llevar consigo el telefonito.
Al coincidir
en la calle con el perfil idóneo buscado, avisaría con un sonido. Aquel que
previamente, tu corazón y tu cerebro acomodaban a tus escaseces, gustos y deseos,
tu media parte ideal, aquella porción que tan necesaria fuere para el desenlace
feliz de tu dicha. La persona buscada y que cuesta encontrar para llevar a cabo
todas tus ilusiones imaginadas. En definitiva la compensación positiva.
El avisador se ponía en marcha y procedía,
indicando quien era la persona y la necesidad o el deseo que tuviera en aquel
instante, las ganas de lo que fuese, por intima que se mostrase. Si te miraban
con deseo y lascivia, si te deseaban conquistar, si pretendían ligar, todas
aquellas ocultas y sinceras decisiones, que a menudo no se dicen, ni se quieren
descubrir por lo que de imposible impone la propia urbanidad y el silencio de
lo fingido.
Que una vez
extendida esa práctica y los equipos de telefonía estuvieren pertrechados con las
mismas aplicaciones y tecnología. Los propios teléfonos se entenderían entre
ellos sin mediar sistema y a su vez se avisarían todas las partes.
Capaz de
encontrar a la persona que soñabas a tanta distancia y con el tipo y la clase
de deseo que tenia, lugar exacto, gustos, costumbres, donde paseaba o se hallaba.
El individuo que enviaba el deseo, los pensamientos del que los había recibido como
señal íntima. Sabiendo tanto el receptor como el emisor, si le convenía el
momento, le agradaba lo que pensaba, si le apetecería fuera más tarde, si era
una ilusión pasajera o, si el deseo era inmediato. Ambas partes recibían toda
clase de detalles sensitivos de la necesidad o ansia del emisario, con la
normalidad que estaba ocurriendo.
Ya casi no era
necesario hablar, solo los impulsos del satélite conectados con tus esferas
personales, hacia el trabajo, ya no servía ser tímido ni retraído, hablaba por
ti la ciencia y la ponía en bandeja para que se utilizara fría.
De ese modo se
unirían las gentes con más seguridad y éxito, con una garantía que ahora ya se
encontraba a faltar, por tantas anomalías existentes entre las relaciones de
parejas, por tantas diferencias que surgen a lo largo de la relación íntima,
por tantos secretos que se omiten y se esconden, que no afloran ni se
descubren, hasta que es tarde, debido a los miedos, o por falta de seguridad
entre los humanos. No haría falta un detector de mentiras, era un descubridor
de deseos primarios.
Siendo una
facilitación para la avenencia, por tener muchos puntos en común establecidos,
gama amplia de verificación de comportamientos, todos ellos testados y con
pruebas realizadas con un grado de satisfacción insuperable, gestos aficiones y
caricias establecidas de primera mano, sin tener que fingir, sin tener que
aparentar y sin tener la obligación de enamorar obligado por las tradiciones.
Sin zarandajas ni suposiciones, estando seguro de que enfrente, se sitúa tu
pareja indisoluble.
Se preveía en
corto espacio de tiempo, esa maravilla consiguiera lo que ya hacía tantos años,
se iba perdiendo, la fidelidad entre parejas, entre gustos. Los matrimonios se
rompían mucho antes que de costumbre. El no saber razonar, la falta de tacto,
la poca experiencia, el no disfrutar de la vida en conjunto. El trabajo
diversificado y los horarios establecidos, el usufructo de las necesidades
personales, los hijos, su cuidado y el saber compartir de los pequeños detalles
de la propia convivencia, la costumbre de gozar.
Cómo esta
novedad servía no solo para el trato con los placeres, con la rutina del común
denominador de las parejas, si no que se podía adaptar a cualquier forma de
entendimiento personal. Entre padres e hijos, en la oficina para que los
compañeros supiesen siempre a qué atenerse por no haber ya dudas existenciales
entre humanos.
Los políticos,
se mostraran no solo con palabras, con las miradas, con las buenas intenciones, se arreglarían los conflictos y una vez perfilada y depurada la aplicación, se
conocerían a los estafadores, a los sinvergüenzas, a los ladrones, los
farsantes. En general sería, una solución, aquello que nos hace falta a la raza humana
para que pudiera seguir con su singladura sin perturbarse y por muchos siglos más,
ya que se acabarían las codicias los engaños y malas costumbres.
Eudaldo Manrique,
el figura que ponía en solfa esa nueva gestión informática, es un joven
ingeniero de Ciudad Real, hijo de gentes sencillas dedicadas a la elaboración
de quesos manchegos, poseía una especie de don, un coeficiente mental superior
a lo que nos tienen acostumbrados los más sobresalientes, muy por encima de la
media. No llegaba al 228 de Marilyn Vos Savant, pero quedaba bastante cercano a
la record guiness de los coeficientes. Realizó sus estudios en un tiempo
record, dada las aptitudes y la facilidad que se le daban los condicionantes
del aprendizaje donde fuera o llegase. Le venía esa gracia desde los días de
sus inicios. Inteligencia, intuición y persuasión se juntaban en aquel
muchacho, que ganaba día a día ingenios inverosímiles que ponía en práctica
siempre al servicio de los semejantes, fuera de luchas internas ni mandangas.
To be continued....
Continuará....... en breve será publicado el Capítulo 2
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