lunes, 14 de enero de 2013

Trastornos Obsesivos



_Mire doctor, vengo solo a concertar una visita, no para mí; es para mi esposa,  sin embargo prefiero hacer esta consulta previa, sin ella, puesto que tiene un comportamiento un tanto raro y no quiero ponerla nerviosa.

_ Bien pues, antes que nada, hábleme de ella, que síntomas le detecta usted que es tan observador y cuando se los ha descubierto.

_ Mire usted, todos creo tenemos hábitos, en nuestra vida y alguna rutina que otra, como cepillar los zapatos cuando están sucios, peinarnos antes de salir a la calle. En el caso de mi mujer es algo extraordinario, tiene preocupación con el orden, simetría y balance con la exactitud, Necesita cerciorarse interminablemente de las cosas. Cuando vamos de visita a casa de los amigos, pasa disimuladamente la mano por encima de los muebles para revisar si están limpios, analiza si no han limpiado el polvo y eso me crea unos problemas descomunales con la gente, porque me doy cuenta que me están dejando de invitar a su casa, y ya comienzan a pasar de nosotros. Se los he detectado desde siempre, pero ahora se hacen inoportunos y cada día se notan más. ¿No cree usted que es una falta de educación?

_ Bueno, muy elegante y educado no es, ¿pero esto lo hace descaradamente delante de las personas?

_ Sí; por supuesto, y cuando le ponen algún refresco, el vaso, lo relimpia con la servilleta de papel, es un número. Doctor y a mí me pone de los nervios, pero no puedo decirle nada puesto que me da mucho miedo, me mira de una forma desquiciada tras sus gafas de pasta y después, la toma conmigo.

_ ¿Suele atenderse mucho?__ apuntó el médico__, quiero decir… es femenina, ¿gasta tiempo con ella, arreglándose? ¿Se cuida las manos y el rostro con cremas nutrientes? En definitiva ¿Se quiere?

No es una estropajosa, pero no suele llegar a esos extremos, se baña, se peina, pero no se acicala, no le gusta, a veces comenta que no le vale la pena; ¡no quiere!  Critica bastante a las presumidas, les regala calificativos groseros, en definitiva ella dice que la que se perfuma, se pinta, se mima, descuida la limpieza de su domicilio. Vive para poder enseñar la casa a los demás, para aclarar que es la más limpia.  No se depila, ni las piernas, ni el sobaco ni el bigote.

_ ¿Usted quiere a su mujer?  ¿Le importa ella?  __ Preguntó Morcillo, con retintín.

_ ¡Claro! Porque lo dice, me ofende su duda. El médico no respondió, siguió con su interrogatorio.

El doctor Morcillo, después de tomar unas anotaciones en lo que serviría después como expediente de Maruja, hablo con la enfermera y llamándola por el comunicador, preparó una visita para la esposa de Hernando__, señorita, por favor disponga de una visita para la semana próxima para__, ¿Cómo se llama su mujer?__, le preguntó el doctor Morcillo a su cliente Hernando Sobado__, se llama Maruja Martínez Sustancia_. El doctor con agrado preguntó si había escuchado el nombre de la paciente, a su enfermera y quedó establecida la visita.

Hernando salió de la consulta, bastante preocupado, porque observaba hacía tiempo que las cosas en casa no le iban del todo bien, y además ahora se enfrentaba a Maruja, una persona, altiva, engreída y arrogante, que vivía dedicada al trapo, al cubo de fregar y al tío Don Limpio un desengrasante para desinfectar, su cocina, su wáter y sus grifos. Pasar el plumero por sus figuras decorativas, el aspirador por sus alfombras de la india. Olvidando incluso en ocasiones el cuidado de su persona, de echarse cremita en las manos, de esa peluquería tan necesaria a la hora del tinte, del arreglo de las cejas y de la depilación cosmética facial, que olvidarlo tanto afea a las damas abandonadas.

No tenía idea, de cómo le iba a plantear que debía pasar consulta;  con el doctor Morcillo, igual podía camuflar la visita con la excusa tan traída y emergente de un análisis completo, para incorporar un régimen especial, el seguir una dieta mediterránea, que siempre tiene gancho entre las mujeres, por aquello de la celulitis y del peso excesivo. ¡Claro!   …pensaba; si no se pinta los labios, ni se gusta ella misma, para que va a querer, perder peso.

Algo tenía que rumiar para que le pudiese acompañar al consultorio del Doctor Morcillo. Tampoco sería desdeñable, el invitarla a que por su bien y su estética, pudiera pasar por la clínica para un estiramiento de la piel, o una corrección de la nariz, hacerse los labios más sensuales. ¡No dará resultado! continuaba en la búsqueda de excusas para sentarla frente a Morcillo__. hablaba en voz baja, para sí mismo Hernando__, Se va a dormir, con un pijama de hombre, para no pasar frío, y ya ni siquiera se pone los rulos en la cabellera, como le va a interesar una cirugía o un estiramiento, si cada día se enrosca mas dentro de la bata de boatiné que lleva.

Como último extremo caviló, en decirle que no se encontraba bien de salud y pedirle que le acompañara al médico, insinuando, que padecía de una dolencia rara y poco reconocida. En lugar de afrontarle la verdad, de forma llana y contundente. Una vez que estuviera en el despacho del médico, despejar la auténtica razón por la que la llevaba de la mano a tomar consejo.

Llegó decidido a la puerta de su casa, aparcó su vehículo y ascendió las escaleras de dos en dos, jadeante, llegó al umbral de la puerta y al entrar saludó, como siempre lo hacía, cariñoso, efusivo y resignado.

_ Hola Maruja, ¡que tal estás!

_ Limpiando el suelo, pero arrodillada, porque esas fregonas que venden, no quitan la mugre del suelo, y éste ha de estar como los chorros del oro, cualquiera que venga y mire al piso, dirá; si no está limpio, que somos unos guarros en esta casa.

_ Mujer, no te pases, que lo has fregado ya tres veces, en lo que llevamos de fin de semana y no ensuciamos tanto, ¿no crees?

_ ¡Claro, tú que vas a decir, con lo tranquilo que eres!  Te da lo mismo, tres que treinta y tres, ¡A ti qué! ...si no estuviera yo al cabo de todo, te iba a comer la mierda. ¡Porque guarro, lo eres un rato!

Hernando, pensaba… Si se lo digo ahora, me manda a la mierda ¡Directamente! Pero la verdad que está de atar__, siguió discurriendo__. Que es esta perturbación obsesiva__, se preguntaba Hernando en su interior pensando para sus adentros, sin dar señales de padecimiento__, y llegó a la conclusión que es una enfermedad que hace que las personas tengan pensamientos insistentes que no desean y que repitan ciertas conductas y exigencias una y otra vez. Él sabia que las obsesiones de Maruja no tenían sentido, pero ella, no era competente para frenarlas__. Seguía especulando en su mente__. Estas obsesiones son ideas, imágenes e impulsos que pasan por su mente una y otra vez.

Aquel padecimiento que llevaba hacía tiempo, ya no lo podía prolongar más puesto que veía peligrar ya no el contacto con sus semejantes, si no la salud de su propia esposa que, de una forma silenciosa estaba reclamando que Hernando, tomara cartas en el asunto y la pusiera en manos de clínicos profesionales que mitigaran esa dolencia, que no hace ruido, que no alarma a nadie, que no produce dolor físico, pero que acumula cantidad de contraindicaciones que llevan a mal fin.

No era el momento adecuado para afrontar tan seria conversación, por lo que lo pospuso con su relajada benevolencia, para dentro de un par de días, que estarían los ánimos más en su sitio, y ella, Maruja, ya habría desinfectado suficientemente el suelo, como para comer papas fritas en él.

Aquella tarde, Hernando, había vuelto del trabajo más pronto de lo habitual, pretendiendo llevar a Maruja de compras y de ese modo ir, preparando esa noticia que quería darle, la de llevarla al doctor, sin que ella tomara, nervios, ni compulsiones. Al entrar en la casa, notó algo extraño y no supo reaccionar hasta que los pensamientos obsesivos de Maruja hicieron que su persona se sintiera muy nerviosa y con miedo. Ella trataba de deshacerse de estos sentimientos realizando ejercicios costumbristas de acuerdo a lo que toda la vida le habían enseñado y que en este caso ella misma elaboró. Estos comportamientos no eran otra cosa que compulsiones.

Estos procederes coercitivos a veces también se llaman rituales. Aquella tarde Maruja tuvo obsesiones relacionadas con los gérmenes. Por esa causa, se había lavado las manos cada tres minutos, haciendo que su nerviosismo le desapareciera durante ese corto espacio de tiempo.

Sin más preámbulo, Hernando, preparó a su esposa y antes de comenzar a exponerle los motivos de su presencia tan temprana en la casa, Maruja le dijo, de forma directa y sin cortapisas.

_Estoy muy nerviosa, porque he de darte una noticia, ¿sabes?

_ ¡Qué bien me lo pones Maruja porque, yo venía a lo mismo! Sin embargo, creo que puedo escucharte con tranquilidad, y sin nervios por mi parte_, presagió Hernando, a la espera de que su esposa le dijera, que ya no podía más, que la llevara a que la ayudaran.

_ Hernando, te dejo. Me voy de esta casa, ya no te aguanto más. No te quiero, hace mucho dejé de hacerlo y creo que lo nuestro ha acabado. ¡Hace años que no te quiero! He aguantado mucho, pero ya no quiero seguir fingiendo.

_ ¡Pero qué dices! Tú estás enferma, Maruja, he de llevarte a la consulta del doctor, para que corrija esos trastornos obsesivos compulsivos, que padeces y volveremos a ser felices.

_ No; Hernando, no padezco la enfermedad del TOC. Esas sucesiones o alteraciones que tú llamas, no son más que dejación hacia ti, por tu forma de ser, porque eres una persona irritante, que no sabes amar. Demasiado obsesionado por el ahorro, por el no gastar, por no comer si no es en casa de los familiares o amigos, porque me cuentas los euros del monedero, y me tienes completamente atosigada, con que si gasto mucha electricidad, demasiado gas, controlando el consumo de la cesta de la compra.

No me sacas de casa, no vamos a casi ningún sitio juntos, no compartimos conversaciones, no me llevas al cine, ni a pasear, no me atiendes como se debe, procuras sacarme de encima en cuanto puedes y con la manía de enviarme temporadas a casa de mi hermana, con la excusa de que no me encuentro bien, y tan solo lo haces por ahorrar y por esa tacañería tuya tan aguda, que pretendes vivamos casi de los demás. Si; Hernando, con ese halo de atento, que das, llevas una auténtica careta entre tus doctrinas, ¡No gastar!

_ Con quien te vas a ir tú, ¿Quién te va a aguantar? ¡Estás enferma! Si en cuanto menos te descuidas, pasas el dedo por encima de los muebles en casa de los amigos, miras descaradamente como visten, les sacas faltas a sus ropas, no bebes de sus vasos, sin antes sacarles brillo con la servilleta. Al final, te darán un chasco y te quedarás con las patas colgando, por tu falta de cultura, provocada por esa deficiencia enfermiza.

_ Eres patético, te crees con la razón siempre de tu parte, y yo tendré como dices defectos, pero igual, saben de qué me viene, todo lo contrario de ti, que te has hecho de un traje de tolerante, de atento, de religioso, de sumiso, de barato y de tonto, que no puedes contigo mismo. Se ríen de ti, de tus comentarios, de tus consejos y de tu imaginaria valía.

Las disputas fueron grandes, la discusiones de siempre, las que solían tener de puertas hacia adentro, después en público, eran dos personas de lo más común. Entrañables, cariñosas, atentas, pero sin dirigirse una palabra.

Acordaron visitar al doctor Morcillo, en aquel estado de nerviosismo y fuera de toda normalidad, habiendo discutido fuerte y de haberse faltado el respeto. Cuando llegaron a la consulta no les hicieron esperar demasiado recibiéndoles rápidamente el doctor.

_Pasa Maruja, y tu marido también estará presente, veras como te pondrás bien, dime que sientes en este momento, que síntomas notas, que te perturba, que te entristece. ¡Habla! de lo que quieras, sin cortarte, sin prisas, sin miedo y sin que te coarte nadie.

Después de mirar durante un espacio corto de tiempo, por todo aquel amplio despacho, Maruja, muy relajada, en contra de todos los nervios que mostraba en su propio domicilio, comenzó su relato sin importarle absolutamente, lo que dijera el mundo. Mientras Morcillo, mandó preparar un inyectable a la enfermera y tras hacerle mella la dosis que le suministró el doctor, comenzó a decir Maruja, con un semblante sereno y con una voz muy sosegada_. Me da mucho miedo la pringue, los gérmenes que están por todas partes, yo sé que están por todas partes. Se limpia y vuelven a llegar. Me aterra el desorden y la suciedad, el polvo de los muebles, que se dejen las cosas sin orden ni concierto. Estoy aburrida de mi vida conyugal con este hombre, que me acompaña, es un ser absolutamente distante, grosero, tacaño, que hace los posibles porque la gente, le crea estupendo y servicial, amante de su hogar, comprensivo con su mujer, regala consejos que después él mismo, en sus procederes no los hace suyos.

_ Tienes pensamientos malos, los cuales te preocupan, por si pudieran apoderarse de ti__, siguió interrogando Morcillo__. Eso son bobadas, mis pensamientos, son tan normales como los suyos, ocurre que una se desespera, tan sola ante tan poca sensibilidad. A mí, ya me tenéis,  con lo que igual conseguís curarme de mis dolencias, o me acabáis de estropear, con esas malditas medicinas que usáis para drogarnos. ¡No me enteraré! Pero, no te olvides de esa mosca muerta, que tienes ahí sentado haciendo cara de buena gente, jeta de sufridor, santiguándose y llamando a su ¡Dios mío!  Es un falso, un Judas tacaño, también deberías pasarlo por el tamiz y por la máquina de la verdad, con seguridad, para él también hay algún remedio, alguna medicina, o alguna enfermedad que tendríais que corregirle.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

ME HE REIDO MUCHO. CADA DÍA MEJOR. NIKITTA.

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