viernes, 28 de diciembre de 2012

Otro adiós


Llegaba la cena de la Nochebuena, se reunían aquellas personas, alrededor de la mesa y celebraban una de las razones más emblemáticas del año. Por medio del teléfono llamaban a sus familiares lejanos para dedicarles aquellas alegrías que sentían y por dar las buenas nuevas de la tradicional navidad.  

Ellos, como tantos…  no tenían costumbre de escribir la clásica felicitación, que datas antes se ha de rumiar, escribir y mandar por el cotidiano correo postal. Preferían_, ahora es más actual_,  la inmediatez del tiempo, la locura de la prisa y el no tener que pensar a quien le envío y quien se queda sin llamada. Lo más fácil, pero además lo más común. 

Recapacitaba sin dar señales de concentración, mientras observaba tras el ventanal del salón como la gente precipitada, evitaba evadirse de la lluvia que caía sobre aquella ciudad_. Al pronto volvió a lo tangible, y pulsando aquella tecla del comunicador, quiso descubrir si tenía mensajes pendientes. Esos que esperaba año tras año, sin reclamar pero contabilizando quien, le olvidaba. Descolgó el auricular y esperó los tonos para la comprobación de lo no revisado, tras el acento de bienvenida la voz en off  confirmó: tiene un mensaje nuevo, recibido hoy a las dieciocho horas doce minutos.

_ Hola; soy Charles, no les llamé antes, no pudimos; estamos en el hospital. Sepan que Emilie, está muy mal. Estaremos en contacto, chao y un abrazo_. El semblante de Bruno, se transformó mientras borraba aquel recado y colgaba el auricular del equipo. 

En un tiempo alejados por un mar, un océano, un mundo, ahora más cerca y sin haber sabido ceñir distancias. A la vez que existía cariño, apego, ternura, estima y amor por aquella viejita, que ahora se despedía sin remisión, sin grandes ruidos y sin campanudos avisos. Sin acabar el año y dejando una gran tristeza para los que la admiramos.

Misteriosos los caprichos de su existencia, habiendo nacido en época raquítica. Aquella de las tantas restricciones, tener que bucear a contra corriente, sin saber nadar ni flotar. Con el peligro de emerger, en el lugar contraindicado con la certeza de lo inseguro y de aquella inmediatez gris y desolada.

Luego, la vida le regaló y retornó todo el amparo y cariño que ella misma había repartido, yéndose de este infierno, para ahondar en el cielo seguro, acompañada por aquellos, que le importaban y a los que tanto quería.
 

Para ti: 

Que seguro vas al cielo.
Ese reino celestial,
nítido y sereno,
que te supiste ganar.
 

 

Difíciles comienzos
tuviste que soportar.
Una guerra despiadada
acabó por separar.
El alma quedó en la tierra
el cuerpo nadó en el mar.
 

A tierras preciosas fuiste,
con tu huella y seriedad,
supiste ganar respeto,
de los que vivían a cuyá.
Mientras el alma congoja
por lo que dejaste atrás.
 

El capricho de la vida
no jugueteó con el azar,
que bien siguieron los tuyos,
cruzando de nuevo el mar.
Para quedarte en tu sitio
velando por los demás.
 

¿Recuerdas?
 

¡Claro!  Que  ¡Recuerdas!
Como se puede olvidar.
Lo que se fija no vuela.
De la mente, no se va.
En la memoria inscrita,
Imposible despintar
 

Hoy ha sido un día triste,
todos te vimos marchar.
En ese viaje de ida,
que debemos aceptar.
Quedamos afligidos todos.
¡Te echaremos a faltar!

 
http://emiliomorenod.blogspot.com.es/2011/09/aquel-abrazo-del-retorno.html
 

2 comentarios:

SHE dijo...

Un sentir que se palpa.un recuerdo verdadero.se siente y se acompana.

Anónimo dijo...

Gracias por tan lindo escrito, eres el mejor para trasmitir tantas emociones con tus escritos....de eso doy fe. Bunica

Publicar un comentario