Llegaba la cena de la Nochebuena, se reunían aquellas
personas, alrededor de la mesa y celebraban una de las razones más emblemáticas
del año. Por medio del teléfono llamaban a sus familiares lejanos para
dedicarles aquellas alegrías que sentían y por dar las buenas nuevas de la
tradicional navidad.
Ellos, como tantos… no
tenían costumbre de escribir la clásica felicitación, que datas antes se ha de rumiar,
escribir y mandar por el cotidiano correo postal. Preferían_, ahora es más
actual_, la inmediatez del tiempo, la locura de la
prisa y el no tener que pensar a quien le envío y quien se queda sin llamada.
Lo más fácil, pero además lo más común.
Recapacitaba sin dar señales de concentración, mientras
observaba tras el ventanal del salón como la gente precipitada, evitaba
evadirse de la lluvia que caía sobre aquella ciudad_. Al pronto volvió a lo
tangible, y pulsando aquella tecla del comunicador, quiso descubrir si tenía
mensajes pendientes. Esos que esperaba año tras año, sin reclamar pero contabilizando
quien, le olvidaba. Descolgó el auricular y esperó los tonos para la
comprobación de lo no revisado, tras el acento de bienvenida la voz en off confirmó: tiene un mensaje nuevo, recibido hoy
a las dieciocho horas doce minutos.
_ Hola; soy Charles, no les llamé antes, no pudimos;
estamos en el hospital. Sepan que Emilie, está muy mal. Estaremos en contacto,
chao y un abrazo_. El semblante de Bruno, se transformó mientras borraba aquel
recado y colgaba el auricular del equipo.
En un tiempo alejados por un mar, un océano, un mundo,
ahora más cerca y sin haber sabido ceñir distancias. A la vez que existía
cariño, apego, ternura, estima y amor por aquella viejita, que ahora se
despedía sin remisión, sin grandes ruidos y sin campanudos avisos. Sin acabar
el año y dejando una gran tristeza para los que la admiramos.
Misteriosos los caprichos de su existencia, habiendo nacido
en época raquítica. Aquella de las tantas restricciones, tener que bucear a
contra corriente, sin saber nadar ni flotar. Con el peligro de emerger, en el
lugar contraindicado con la certeza de lo inseguro y de aquella inmediatez gris
y desolada.
Luego, la vida le regaló y retornó todo el amparo y cariño
que ella misma había repartido, yéndose de este infierno, para ahondar en el
cielo seguro, acompañada por aquellos, que le importaban y a los que tanto
quería.
Para ti:
Que seguro vas al cielo.
Ese reino celestial,
nítido y sereno,
que te supiste ganar.
Difíciles
comienzos
tuviste
que soportar.
Una
guerra despiadada
acabó
por separar.
El
alma quedó en la tierra
el
cuerpo nadó en el mar.
A
tierras preciosas fuiste,
con
tu huella y seriedad,
supiste
ganar respeto,
de
los que vivían a cuyá.
Mientras
el alma congoja
por
lo que dejaste atrás.
El
capricho de la vida
no
jugueteó con el azar,
que
bien siguieron los tuyos,
cruzando
de nuevo el mar.
Para
quedarte en tu sitio
velando
por los demás.
¿Recuerdas?
¡Claro! Que ¡Recuerdas!
Como
se puede olvidar.
Lo
que se fija no vuela.
De
la mente, no se va.
En
la memoria inscrita,
Imposible
despintar
Hoy
ha sido un día triste,
todos
te vimos marchar.
En
ese viaje de ida,
que
debemos aceptar.
Quedamos
afligidos todos.
¡Te
echaremos a faltar!
2 comentarios:
Un sentir que se palpa.un recuerdo verdadero.se siente y se acompana.
Gracias por tan lindo escrito, eres el mejor para trasmitir tantas emociones con tus escritos....de eso doy fe. Bunica
Publicar un comentario