Vuelve a casa vuelve… por Navidad, es el slogan de un
anuncio publicitario, que ya hace años se hizo familiar en los hogares, por la
proclama de una marca famosa de turrón, con una musiquilla pegadiza y
envolvente. Ahora, cuando nos viene a la mente algo inherente, tocante a la natividad,
al nacimiento de Jesús, se suele mezclar el recuerdo con la melodía y se canturrea
sin darnos cuenta.
Y volvió el puchero entre compañeros, como la de tantos colegas
que por estas fechas, se reúnen a cenar o a comer. Disfrutar en compañía de un
plato apetecible y de las anécdotas habidas en el año, en la oficina, en el
tablón, en los despachos, fábricas, talleres. Regocijarse de la convivencia de
los buenos momentos, de lo sucedido entre miembros del mismo negocio, tienda,
laboratorio, dispensario u hospital. Aquellas risas compartidas sin que el jefe
se enterara, aquellas críticas honorables y humanas, del modo de acometer este
o aquel asunto. De las tristezas, que también se viven en estos colectivos. En
definitiva, excusa preciosa que debe persistir.
La llegada de estas fechas acarrean en según qué sitios,
lugares y negocios, un vacío en lo profesional. Unas mini vacaciones
laborales que aunque no sean demasiado
largas, la solemos disfrutar mucho, por el ambiente, el frío, el arbolito, el
pesebre, las reuniones familiares, los juguetes para los pequeños, el perfume
para la señora y el libro o pijama, para el papá. El comercio consumista nos ha
ayudado mucho a saber gastar aún más si cabe, y lo consigue colocándonos esos
anuncios y esas necesidades que no lo son, pero que creemos no poder casi vivir
sin ellas.
Los protagonistas de la historia, como buenos aliados
entre ellos y compañeros volvieron a concertar con mucho tiempo de antelación,
la clásica comida en el Hotel El Castillo, antigua fortificación amurallada de
la localidad de Sant Boi, donde se come estupendamente y tampoco se pasan en la
pecunia.
En esta ocasión, dieron ejemplo, aquellos que ya no
estando en la compañía, por estar en la empresa más grande del país, se
presentan cada vez mejor y más alegres. Contando historias amenas, hechos
conseguidos, batallitas de supermercado y milagros con los nietos, aventuras en
la tercera fase y sensaciones inimaginables. Dado que algunos, que aún
permanecen en activo, por motivos varios, con seguridad inaplazables no
asistieron.
En aquel salón del Hotel el Castillo, antigua fortaleza
cristiana, en su día comieron aquellos ilustres caballeros, que en vez de venir
de las oficinas, volvían de las batallas de las Cruzadas, o las que mantenían
contra los Sarracenos, y en aquel salón se sentaban a comer y a beber vino,
dejando sus espadas apartadas no demasiado lejos por si había que
desenfundarlas y dar algún toque de hierro a alguien.
Recordemos, que no existían los teléfonos móviles, las
tabletas, internet, ni los sms y se presentaban las emboscadas obligadas cuando
menos lo esperabas.
En el establo, ahora llamado parking, ya no están los
alazanes, ni las yeguas, preparadas, comiendo de sus alforjas las algarrobas. Actualmente,
están en ese aparcadero, los diferentes automóviles, que dejan de rugir,
mientras sus dueños están comiendo la sopa, o el canapé. Los mayordomos, han
sido trucados por empleados con chaquetilla roja y corbata amarilla, que cuando
bajas del auto, te hacen reverencia casi, acomodan, y te dan cien mil veces las
gracias, con una sonrisa entre postiza y fingida. Que sabemos comprender puesto
que defienden su trabajo como mejor saben. Son las reglas del juego. Antes
dejabas las riendas del animal y decían que les dieran el pienso y les peinaran
las crines. Ahora, casi con desdén pulsamos el llavero y se atascan
automáticamente las puertas del vehículo, quedando totalmente cerrado, con la
gracias que si lo tocan se dispara una alarma, para disuadir posibles
intenciones.
En aquel comedor, se habían sentado nueve personas, que
habían llegado unos, del paseo matutino, de llevar al nieto a la escuela, del
taller de cerámica, de la mesa de lectura, del mercado chino, los seis hombres.
Las mujeres, que eran tres, venían de resolver asuntos de su oficina.
Regio comedor, amplio, con adornos en las paredes de
blasones de apellidos de relumbrón, ahora reformado y reconstruido, pero que
aún conserva aquel regusto de los siglos, lugar donde se sentaron dirigentes
políticos, soberanos, monarcas, príncipes de las diferentes dinastías, con la
diferencia que ahora a Dios gracias, se utilizan cubiertos para la comida, y ya
no se come con las manos, se usa servilleta y no las amplias mangas del blusón
amarillo o renegrido que portaban. Ni se han de librar batallas y convenios
varios dejando a los pueblos vivan dentro de la democracia y se ocupen de las
leyes, aquellos que mejor sepan. Tampoco, se arreglan tratados eclesiásticos,
ni vienen los adelantados del Papa Romano, a declarar Deo Grace, a nadie.
Acabaron las oscuras maquinaciones de la Santa Inquisición y no se dejan
escapar las barbaridades que antaño se celebraban, siempre en contra del pobre
desgraciado que tenía que padecerlas.
En otro tiempo aquellos mismos señores y damas, bien
pudieren haber venido de Palacio, a lomos de un transporte de la época. Desde
las afueras de la localidad, entre campos de alcachofas y frutales. A pasar
pleitesía a su señor, o a pagar las contribuciones a los recaudadores reales,
que solían hospedarse en ese Castillo, ahora Hotel y restaurante.
Actualmente, en el mismo escenario. ¡Sí! Claro, algo
renovado por el paso de los siglos, nos sentamos cantidad de comensales, en
busca de un menú mediterráneo que además de aplacarnos el estómago, nos hace
que disfrutemos de esas personas, que vemos de año en año.
Para no ir más lejos quede declarado sin tapujos. El menú
fue de lo más normal: Un entrante a base de carrito de verduras frescas,
Fideuada con salsa de ajo y aceite, el clásico alioli, pero hecho a la pera y
para finalizar, una sopa de ballena con tirabuzones de tigresa a la cazadora. De
segundo plato ofrecían: Bacalao a la marinera, con desórdenes de princesa
lunar. Butifarra a la miel, estilo can Collón, Brandada de abadejo a las finas
hierbas y Lomo de pavo amarillo, con salsa de pies de gata de Provenza.
Los postres a base de helados, zumos de afrodisíacos
castizos, profiteroles, fruta del tiempo y pastel de tártaro agonizante con
gotas de liquido de agua ardiente.
Los cafés y el ambiente, como es habitual corrieron a
cargo de los comensales, que una vez y lleno el buche, parecía que se llevaban
en la mesa pues cuatro conversaciones diferentes, ya que cada cual, atendía, hablaba
y gesticulaba, según ponía la mirada, ya que se había desatado la cordialidad.
No se puede precisar la de veces, que se intentó arreglar
el mundo, tampoco contar la de soluciones caseras que cada uno tiene para esta
crisis castigadora. Muchos primeros ministros, deberían juntarse con nosotros
para que supieran la de ideas estupendas que aportaríamos a sus gabinetes, en
pro de soluciones, de trabajo, de sanidad. A veces la vida es más sencilla,
finalizó la comida y nos encontramos en los jardines del Castillo, dándonos
buenas nuevas y deseándonos una feliz Navidad. ¡Hasta el año 2013!
1 comentarios:
Me gusta..... Ets fantastic. Un peto.
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