sábado, 22 de diciembre de 2012

Edicto Navideño en el Castillo


Vuelve a casa vuelve… por Navidad, es el slogan de un anuncio publicitario, que ya hace años se hizo familiar en los hogares, por la proclama de una marca famosa de turrón, con una musiquilla pegadiza y envolvente. Ahora, cuando nos viene a la mente algo inherente, tocante a la natividad, al nacimiento de Jesús, se suele mezclar el recuerdo con la melodía y se canturrea sin darnos cuenta.
 

Y volvió el puchero entre compañeros, como la de tantos colegas que por estas fechas, se reúnen a cenar o a comer. Disfrutar en compañía de un plato apetecible y de las anécdotas habidas en el año, en la oficina, en el tablón, en los despachos, fábricas, talleres. Regocijarse de la convivencia de los buenos momentos, de lo sucedido entre miembros del mismo negocio, tienda, laboratorio, dispensario u hospital. Aquellas risas compartidas sin que el jefe se enterara, aquellas críticas honorables y humanas, del modo de acometer este o aquel asunto. De las tristezas, que también se viven en estos colectivos. En definitiva, excusa preciosa que debe persistir.  

La llegada de estas fechas acarrean en según qué sitios, lugares y negocios, un vacío en lo profesional. Unas mini vacaciones laborales  que aunque no sean demasiado largas, la solemos disfrutar mucho, por el ambiente, el frío, el arbolito, el pesebre, las reuniones familiares, los juguetes para los pequeños, el perfume para la señora y el libro o pijama, para el papá. El comercio consumista nos ha ayudado mucho a saber gastar aún más si cabe, y lo consigue colocándonos esos anuncios y esas necesidades que no lo son, pero que creemos no poder casi vivir sin ellas.  

Los protagonistas de la historia, como buenos aliados entre ellos y compañeros volvieron a concertar con mucho tiempo de antelación, la clásica comida en el Hotel El Castillo, antigua fortificación amurallada de la localidad de Sant Boi, donde se come estupendamente y tampoco se pasan en la pecunia.
 

En esta ocasión, dieron ejemplo, aquellos que ya no estando en la compañía, por estar en la empresa más grande del país, se presentan cada vez mejor y más alegres. Contando historias amenas, hechos conseguidos, batallitas de supermercado y milagros con los nietos, aventuras en la tercera fase y sensaciones inimaginables. Dado que algunos, que aún permanecen en activo, por motivos varios, con seguridad inaplazables no asistieron.  

En aquel salón del Hotel el Castillo, antigua fortaleza cristiana, en su día comieron aquellos ilustres caballeros, que en vez de venir de las oficinas, volvían de las batallas de las Cruzadas, o las que mantenían contra los Sarracenos, y en aquel salón se sentaban a comer y a beber vino, dejando sus espadas apartadas no demasiado lejos por si había que desenfundarlas y dar algún toque de hierro a alguien.
 

Recordemos, que no existían los teléfonos móviles, las tabletas, internet, ni los sms y se presentaban las emboscadas obligadas cuando menos lo esperabas.

En el establo, ahora llamado parking, ya no están los alazanes, ni las yeguas, preparadas, comiendo de sus alforjas las algarrobas. Actualmente, están en ese aparcadero, los diferentes automóviles, que dejan de rugir, mientras sus dueños están comiendo la sopa, o el canapé. Los mayordomos, han sido trucados por empleados con chaquetilla roja y corbata amarilla, que cuando bajas del auto, te hacen reverencia casi, acomodan, y te dan cien mil veces las gracias, con una sonrisa entre postiza y fingida. Que sabemos comprender puesto que defienden su trabajo como mejor saben. Son las reglas del juego. Antes dejabas las riendas del animal y decían que les dieran el pienso y les peinaran las crines. Ahora, casi con desdén pulsamos el llavero y se atascan automáticamente las puertas del vehículo, quedando totalmente cerrado, con la gracias que si lo tocan se dispara una alarma, para disuadir posibles intenciones.
 

En aquel comedor, se habían sentado nueve personas, que habían llegado unos, del paseo matutino, de llevar al nieto a la escuela, del taller de cerámica, de la mesa de lectura, del mercado chino, los seis hombres. Las mujeres, que eran tres, venían de resolver asuntos de su oficina.  

Regio comedor, amplio, con adornos en las paredes de blasones de apellidos de relumbrón, ahora reformado y reconstruido, pero que aún conserva aquel regusto de los siglos, lugar donde se sentaron dirigentes políticos, soberanos, monarcas, príncipes de las diferentes dinastías, con la diferencia que ahora a Dios gracias, se utilizan cubiertos para la comida, y ya no se come con las manos, se usa servilleta y no las amplias mangas del blusón amarillo o renegrido que portaban. Ni se han de librar batallas y convenios varios dejando a los pueblos vivan dentro de la democracia y se ocupen de las leyes, aquellos que mejor sepan. Tampoco, se arreglan tratados eclesiásticos, ni vienen los adelantados del Papa Romano, a declarar Deo Grace, a nadie. Acabaron las oscuras maquinaciones de la Santa Inquisición y no se dejan escapar las barbaridades que antaño se celebraban, siempre en contra del pobre desgraciado que tenía que padecerlas. 

En otro tiempo aquellos mismos señores y damas, bien pudieren haber venido de Palacio, a lomos de un transporte de la época. Desde las afueras de la localidad, entre campos de alcachofas y frutales. A pasar pleitesía a su señor, o a pagar las contribuciones a los recaudadores reales, que solían hospedarse en ese Castillo, ahora Hotel y restaurante.
Actualmente, en el mismo escenario. ¡Sí! Claro, algo renovado por el paso de los siglos, nos sentamos cantidad de comensales, en busca de un menú mediterráneo que además de aplacarnos el estómago, nos hace que disfrutemos de esas personas, que vemos de año en año. 

Para no ir más lejos quede declarado sin tapujos. El menú fue de lo más normal: Un entrante a base de carrito de verduras frescas, Fideuada con salsa de ajo y aceite, el clásico alioli, pero hecho a la pera y para finalizar, una sopa de ballena con tirabuzones de tigresa a la cazadora. De segundo plato ofrecían: Bacalao a la marinera, con desórdenes de princesa lunar. Butifarra a la miel, estilo can Collón, Brandada de abadejo a las finas hierbas y Lomo de pavo amarillo, con salsa de pies de gata de Provenza.
Los postres a base de helados, zumos de afrodisíacos castizos, profiteroles, fruta del tiempo y pastel de tártaro agonizante con gotas de liquido de agua ardiente.  

Los cafés y el ambiente, como es habitual corrieron a cargo de los comensales, que una vez y lleno el buche, parecía que se llevaban en la mesa pues cuatro conversaciones diferentes, ya que cada cual, atendía, hablaba y gesticulaba, según ponía la mirada, ya que se había desatado la cordialidad. 

No se puede precisar la de veces, que se intentó arreglar el mundo, tampoco contar la de soluciones caseras que cada uno tiene para esta crisis castigadora. Muchos primeros ministros, deberían juntarse con nosotros para que supieran la de ideas estupendas que aportaríamos a sus gabinetes, en pro de soluciones, de trabajo, de sanidad. A veces la vida es más sencilla, finalizó la comida y nos encontramos en los jardines del Castillo, dándonos buenas nuevas y deseándonos una feliz Navidad. ¡Hasta el año 2013!

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta..... Ets fantastic. Un peto.

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