jueves, 29 de noviembre de 2012

Virgitanos y su salsa



Más de cincuenta semanas han pasado, desde la última cita con el grupo de Virgitanos  y agregados.  Aquellos amigos que celebran una vez cada doce meses su reencuentro. Lo hacen amparándose en una comida y albergando toda su simpatía  y camaradería. Llegan de varios lugares, dispersos por la geografía comarcal catalana, incluso alguno de Andorra la Vieja.

Grupo de personas amigas y conocidas, vecinos simpatizantes y amistades del primo del cuñado del hijo del bar del pueblo, sobrinos del farmacéutico y camaradas de antaño, el hijo de la señora Paca, aquella viejita que tenía una casita en la sierrecilla. El nieto del peón caminero y el sobrino de don Juan el maestro de escuela. Además también se adhieren, estos catalanes que tienen amistad con el tendero de la “placetilla” y no nos olvidemos del que hizo la mili con Paco y Eduardo. Todos juntos, una mezcla estupenda de caracteres y de talantes que se amalgaman en una ceremonia preciosa, comiendo de la misma fuente, de la misma comida y en la misma mesa. Riendo de los mismos chistes, de anécdotas semejantes y de la similar traza.

Eduardo, _amigo de todos y uno de los promotores de la idea_ decía, amablemente y poniendo énfasis en sus palabras, aquel refrán o dicho castellano: “No hay que juntar las Churras con las Merinas”. En referencia a que había que procurarse, no mezclar a personas que no tuvieran los mismos gustos, o fuesen de otras regiones o partes de la geografía. En el intento de agradar a todos y nunca dejar a nadie insatisfecho._ Cosa difícil por otra parte, ya que los individuos se unen y entablan amistad, sin regla fija previa. Por lo que ya hay nacidos fuera de los límites de la milenaria Berja, y alrededores de Almería, que también saben adaptarse y buena muestra dan de ello.

Ya comienzan a venir tímidamente, y estar presente en las comidas anuales, los hijos de aquellos que iniciaron la singladura, familiares allegados y amigos de estos que se encuentran tan a gusto en esos “meneos”. Consecuencia que se va incrementando a medida que unos a otros, se dan la noticia de boca en boca y se conoce el detalle de esa celebración, que ya se está haciendo popular.

La verdad, que a todos no puedes atenderles como merecen, puesto que hay tantas personas, que no da tiempo, en el lapso de la comida poder departir y recabar todo lo que interesa, saber cómo les va la vida, conocer cuántos nietos tienen cada uno de ellos, sus nombres, preocuparte o hacerte partícipe de sus inquietudes, de sus necesidades, de todas esas peculiaridades que se dan en el día. En pocas palabras, conocerles mejor para ofrecerles más conversación, poder departir con ellos después de la comida, quedar a tomar un café en momentos determinados. Hacer broza de la amistad y conjugar alegrías. Algo debe tener el agua cuando la bendicen, ya que incluso sin llegar a todas estas máximas, nos reunimos cada mes de noviembre.

Después si nos fijamos y atendemos los diálogos que se dan en cada una de las mesas, observas que los temas son variados y atrayentes. Ninguno habla de la crisis, de la prima de riesgo, de que si nos van a intervenir quirúrgicamente los ahorros que tenemos. Con todo el esfuerzo que ha costado, ni más ni menos que una vida trabajando. Si vamos a tener más divisorias…  de las ya habidas. En cambio, ¡Sí! …disfrutas oyendo que Manolo o José, le cuenta a Juan o a María, aquellos recuerdos de la niñez, de la juventud, que vivieron allá en sus lugares de nacimiento y que ahora vienen a cuenta, porque hacía más de un año que no se veían. Igual se han explicado la misma historia diez veces, pero cada una de las versiones da más gusto escucharla, porque le ves diversos matices que antes no apreciabas. También reconoces el aprecio que se tienen Paco y Julio, y no digamos el esfuerzo que hace Joaquín y Teresa ayudando a Manuela y a Ramón, son todos sin dejarme ni a uno excepcionales y una gente estupenda. Para no olvidarse la tarea de Juan Céspedes, amable que reparte gusto sin esperar nada a cambio.

Felicitar a estos promotores de la comida, a Juan José Pérez, el hombre que unió Roma con Santiago, por su gracia, templanza y saber hacer, él que a base de paciencia averigua la deriva de los apellidos y que hace esta labor sorda de ir hallando almerienses por las redes y encima animarles para que asistan al festín. Un gran amigo; este Juan, por eso lo aprecia todo el mundo aunque algunos ni siquiera lo refieran. La idea del programa de televisión de: “españoles por el mundo”, igual es original del propio Pérez López y lo desconocemos.
 

Seguiremos en la brecha, con la causa enraizada, agradeciendo al cielo nos dispense tiempo,  para poder disfrutar de muchas comilonas más, de un encuentro tras otro, que podamos volver a reunirnos el próximo noviembre, aún y cuando no sepamos si nuestra prima; esa tan neurasténica, la del riesgo, se ha cortado los cordones del zapato, se ha tirado de los pelos, se ha afeitado el ombligo,  o se ha montado en el dólar, tratando de embelesar a tantos alemanes listos y concienzudos que parece ser; vuelven a ser los dueños de la nueva Europa.

Amigos felicidades por vuestra alegría, por dejarnos pasar un día tan ameno y agradable y por los ánimos que regaláis que son del todo naturales y de cosecha propia.

 



 

 

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