Aquello que se queda dentro pudre,
lo que no se cuenta acaba con la entereza y el temple.
El silencio obligado, fermenta sacude y acalambra.
He vuelto a este rincón, donde parece que no me consuela
el instante ¿Recuerdas aquellos días grises tan alegres?_
Preguntaba mi conciencia_ Se habían esfumado de mi mente y hoy revierten.
Quisiera mutarme en calandria y llegar a ese lado del mar,
donde pudiera ser verbo y acompañarte si me dijeras: no
temo
Lo
que callas te corrompe,
sin
dejar huella, ni nombre.
Mutando
una llaga que lesiona
ya
seas mujer u hombre.
Amargas, extrañas enfermas, por la ausencia del circular
en tus
venas, por perder esa indulgencia y el control de la
paciencia.
Busco en la penitencia, un antídoto que mitigue mi pena.
En este rincón perdido, sin luces
con muchas ansias, aprovecho este preludio
para reconocer que: sin ti; ¡Nada!
Dar las gracias ¡No basta! Sería la excusa, el basto recurso
de los que: ” aparentan”. El “quítame de encima”, esa conciencia, que
por no consumirse no acaba de convencer y con otra expresión, mentirle al alma.
Lo
que callas te corrompe,
sin
dejar huella, ni nombre.
Mutando
una llaga que lesiona
ya
seas mujer u hombre.
Me hechiza de vez en cuando volver a este rincón fantasma
y hablar conmigo sin retórica, sin ocultarme nada,
poniendo las
cosas claras, sin tapujos ni trampas, aquello que por lo
habitual no se habla,
¡Todo lo que amarga!
A menudo reprocho aquello que se disimula y como norma, ¡Mata!
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