viernes, 6 de abril de 2012

Rompida, estruendo de bombos,

Aqui ¡Sí!  que sobran las palabras y los poemas, el estruendo habla por sí sólo, y estremece al más pintado. La Sensación de estado que te ofrecen estas tradiciones hechas con tanta fe, con el fervor más destacado que estas personas ponen al acto, regalan al visitante una diferencia cualitativa que no se puede comprender si no se vive IN SITU. Valderrobres se echa a la calle en estas fechas de Semana Santa, y demuestra con entusiasmo lo sencillo y auténtico de la Pasión y Muerte del Señor de los Cristianos. La juventud enfervorizada rompe el Silencio, los niños llevados por sus padres hacen de simiente para que año tras año, se realice este acto PODEROSO, que tanto de bueno regala, los más veteranos, son el alma de la Rompida y entre todos, ellos y nosotros se establece un embrujo precioso, que se transforma en vicio delicioso.

 

En la hora del mediodia del Viernes de Dolor, es la hora de la ROMPIDA y ejerce sobre los que a pie de plaza se disponen a escuchar, una atracción poderosa que no se puede evitar hasta que deja de sonar el último de los bombos, el redoble del tambor que rezagado, impregna nuestros tímpanos y rebosa, lo encantador y embaucador que es para nuestros oidos, sentidos al fin y al cabo tan personales y particulares de cada cual. Es un fenómeno sencillo y a la vez dominante, es esa atracción tan poderosa que te lleva con el estruendo, a ser feliz sin proponértelo. 


Es Viernes Santo, dia de dolor y muerte
estos tambores anuncian la poca suerte,
que en el Calvario, en una Cruz,
Quedó la tradición indeleble.

Valderrobres la recoge y escenifica,
con ese gusto que les caracteriza,
A más ruido, más intriga, mas deseo,
más se enfatiza.

Sobran las palabras, solo una sonrisa,
se queda en el rictus, cuando sintonizas.
Ese bombo, de sonido hueco,
ofrece el camino para el embeleso.

 

Ruge el tambor, con brio turgente,
las manos de algunos, golpean exigentes.
Ese sonido que deja latente,
tantos deseos, que llevas en mente.

Yo bien quisiera, poder ejercer,
y dejar mis sensaciones, con solo tañer
sin complicaciones.
Al acariciar el cuero, al derrochar empeño,
al golpear el bombo, como si fuera el dueño.

Las manos le sangran al cofrade valiente,
espera a la noche, verás que exigente.
Las calles recorre, con su túnica morada,
alegría derrocha, aunque no representada.

Fervor en el pueblo, regalo y respeto,
ya suenan cornetas, en la noche negra.
Procesiones en la acera,
pensamientos en espera, repaso
la vida mientras se consume la vela.



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