lunes, 20 de junio de 2011

Hispano Paulo y Aldo Gaudencio

Refería la historia con un recuerdo imborrable, como si lo estuviera viviendo en aquel preciso instante, Hugo le escuchaba con mucha atención y vislumbraba todo lo que estaba contando.

_ Antonio, tendrás muchos recuerdos de aquella época ¿verdad?

_ Claro que si, gracias a Dios, de momento la cabeza, la tengo bien y hay cosas que te quedan tan grabadas, que es imposible olvidarlas.

_ Entonces, aquella gente, entró en el pueblo sin más.

_ Como sin más, venían retrocediendo de las tropas que les comían terreno e iban huyendo_ Continuaba hablando Antonio_. Los aviones de las Luftwaffe alemana, bombardeando a todas las poblaciones, sospechosas de tropas rojas y con un miedo imposible de tragar. Nosotros éramos jovencitos y a ratos aún jugábamos con la situación, pero recuerdo la cara y el susto de mis padres y abuelos, que sabían que no se salvaban, y a lo peor se quedaban sin nada.

Era una vivencia, ¿ Una alucinación? Era una situación auténtica, un recuerdo fantástico, de cuando fue niño. Cuando todo lo que ocurre alrededor es impregnado fuertemente en la memoria. Realmente, era preciso con los detalles y en los lugares. Por supuesto en los nombres y en las personas. Cuando hablaba, su cara reflejaba la emoción, la historia se remonta a los difíciles años de la Guerra Civil y las personas del relato pertenecían algunas a su pueblo, otras cercanas a él y las demás a las Brigadas Internacionales. Los italianos, franceses y del resto de Europa, llegados para intervenir en la contienda.

_ El pueblo estaba a merced de todo aquello, los hombres válidos todos en el frente luchando. Excepto los desertores que también los hubo; los que estaban impedidos o ancianos, pero normalmente entonces los hombres estaban en el monte, con las guerrillas, escondidos o; en el frente pegando tiros.

_ Entonces en tu casa, quien ¿estabais?

_ En casa, mi padre, porque era muy viejo cuando comenzó la guerra, y no lo quisieron alistar, mi madre y mis hermanas, y yo que tenía diez años.

_ Pasabais ¿hambre? _ Preguntaba el amigo Hugo, con mucho interés

_ ¡Hambre! No, y de necesidad, algo se sufría. No se podía ir al campo a sembrar; a casi nada, porque todo estaba como un desierto, algún huertecillo se cultivaba cerca de las casas, pero todo se tenía que repartir, porque si no hubiese solidaridad en esos tiempos, no sé como hubiésemos parado.

_ La gente del pueblo, entre ellos, se ¿entendía?

_ ¡Vah! Nadie confiaba en los demás. Había habido muchas delaciones y acusaciones entre familias, ya sea por miedo, por rencor y envidia o porque la gente, somos un desastre, poco solidarios y menos humanos.

Hugo, quedaba estupefacto con todo lo que estaba oyendo, con el relato y más que eso, por todo el pormenor, por la perfección habida en la explicación, por lo que le había penetrado aquella historia y, con interés le preguntaba detalles que él, respondía al punto. Fue una noche agradable y en la que Hugo aprendió que atendiendo a las personas, se puede llegar a creer la vida mejor.

Una taza de manzanilla les acompañaba, por aquellos días el frío se hacía notar y al beneficio de la chimenea, quemando aquellos troncos que férvidos, achicharraban la piel, por el contacto existente, desgranaba la explicación con sencillez.


Hugo; fumaba un pitillo tras otro y él Antonio, en según qué momentos abstraído por su relato, ni siquiera tenía la mirada fija en lugar alguno. Arqueaba sus cejas pobladas y algún detalle se quedaba en su interior, silenciado; por prudencia y por no revelar asuntos de personas cercanas.

El tiempo parecía haberse detenido, Las horas no pasaban y de nuevo metido en “harina” comentaba esto y aquello, pero resaltando a dos personas que fueron nombradas y que estas, parecía que siempre quedaron consigo. Agarrados a su mente, a sus recuerdos, forjados al fuego, para no olvidarlos jamás y que sin lugar a dudas desde dónde estén descansando, que probablemente sea en un vergel cercano. Darán las gracias a su mentor, que entonces era un niño, un verdadero y noble amigo, que trasladó con su voz ésta historia, que Hugo atendía con tanto agrado.

Una noche, golpearon la puerta de la casa con mucho escándalo, muy fuerte, nosotros estábamos cenando lo poco que había, a la luz de una vela. Nos asustamos, padre abrió y era el mandatario del partido que nos traía a Hispano. Herido de metralla, nos obligó a que nos lo quedáramos y le cuidáramos. El comisario y dos soldados, partieron sin dar tregua a explicaciones y dejó a otro, italiano para que nos pusiera al corriente.

_ Os lo tenéis que quedar y mirar de curarle, somos brigadistas, lo han alcanzado con la metralla del fuego de mortero de las escaramuzas._ Matizó el italiano

_ Hacer sitio en una de las habitaciones_ Dijo padre mirando a Purificación, mi hermana; que levantándose corrió a cumplir la petición

_ Salvadle la vida a Hispano, es valiente, honrado y mi amigo. Me llamo Aldo Gaudencio, vendré a verle en cuanto pueda, _volvió a hablar aquel soldado italiano que había acompañado a la comitiva hasta casa.

_ Espera _ dijo mi madre, _ descansa y tomate un vaso de vino, ya es muy tarde y te veo fatigado.

_ Gracias mujer, pero no puedo entretenerme demasiado, dame de beber y rápido; que voy volando._ Aceptando el trago, más por ingerir algo, que por la sed que pudiese tener.

Mientras Purificación y su hermana Consuelo, ya habían comenzado a limpiar las heridas de Hispano, que había perdido mucha sangre y estaba muy debilitado. Una vez lo habían situado en una de las habitaciones que usábamos para la matanza del gorrino, donde había un catre libre. Mi padre un hombre, más bien temeroso, se afanaba en cerrar todas las ventanas y nos hacía gestos para que bajásemos el tono de voz. Quería evitar que se extendiera aquel suceso. Madre le extendió una taza con vino negro, que se bebió de un trago, alargándola de nuevo, solicitando un sorbo más. Madre, ya había cortado una hogaza de pan y se la ofrecía con algo de tocino, al tiempo que llenaba de nuevo su tazón.

_ Gracias, señora. Volveré, cuando pueda, si no me matan. Tengan la bondad de salvar a Hispano, lo recogerán los enfermeros de la Brigada. Si muere, que no sea por falta de humanidad y atención, hagan lo que puedan por darle sepultura.

_ ¡Calla, hijo! No digas eso, es muy joven, trataremos de hacer lo que podamos, Dios, no querrá que se marche tan joven. Ten fe en la Virgen María.

_ He de irme, no puedo entretenerme más, me esperan y no les puedo fallar. Adiós y gracias por todo.

La puerta se volvió a cerrar a cal y canto. El padre, miró a su esposa y con aquellas ojeadas, sobraba cualquier expresión hablada. Ella comenzó a preparar unos ungüentos para aderezar las heridas que ya estaban lavadas por las hermanas. Las lesiones de Hispano, eran sangrantes y feas, aquel soldado además de muy sucio, enardecía de la fiebre que tenía. Se organizó como se le debía curar y puso al frente de esos remedios a la hija mayor: Purificación, que se pasó toda la noche junto al joven, secándole el sudor y la fiebre, atendiéndolo en su gravedad y dándole aquel preparado que dispuso la madre.

En muchas de las casas del pueblo, había pasado la misma circunstancia, en la oscuridad habían llamado a las puertas de algunos vecinos, para que cada cual se hiciera cargo de uno de los tantos heridos que habían caído en aquel combate.


En el espacio de aquella noche, no cesaron de escucharse los sonidos de los proyectiles y del vuelo rasante de aviones sobre aquella población, que mantenía a sus habitantes tan asustados. Hacia la madrugada el circular de camiones con tropas, encrespaban aun más, las pocas esperanzas de aquel sitio, que se había transformado en arsenal de heridos. Sobre las once de aquel día, aquella puerta volvía a abrirse nuevamente para recibir al ya conocido Aldo Gaudencio. Un italiano alistado en las brigadas de unos treinta años, que combatía con las tropas que habían enviado desde varios países Europeos.


_ Hola, gracias por abrir. ¿Cómo está Hispano? ¿Ha mejorado algo?
_ Está muy delicado, ha perdido mucha sangre y no tenemos medicinas para quitarle esa fiebre tan alta. Deberíamos trasladarlo al hospital de campaña._ Alegó Purificación con gran pesar.

_ Ahora, no se puede hacer nada, por lo que deberá permanecer unos días, con ustedes bajo su amparo. Tenemos desperdigados a varios compañeros por todo el pueblo, recibiendo asistencia de la buena gente de aquí . _ Continuó matizando Aldo_ En unos días tenemos previsto venga un furgón clínico para trasladarlos al hospital de Mora de Ebro.

_ Aldo, que vamos a hacer, si entran las tropas moriscas y lo encuentran en casa._ dijo Purificación nerviosa, pensando en los suyos.

_ Si pasara eso, ya no habría lugar a nada, sería lo último que podría pasar, entonces querría decir que todos estaríamos kaputt._ respondía el brigadista.



Pasaron cuatro días, desde que habían dejado al herido en casa de aquella familia, bajo los cuidados de la hija mayor, la que se encargaba de darle la sopa, asearlo y tratarlo. Eso hacía que Hispano fuera entablando cierta relación con ella, una vez había recobrado el conocimiento. A pesar que la infección que tenía por todo su cuerpo se extendía sin freno. Los padres y el resto de la familia de aquella casa, callaban y no manifestaban ningún detalle entre ellos ni siquiera lo sacaban a colación con sus vecinos. Era como una obligación que les había caído desde el cielo y que debían atender.

_ Puri; puedo llamarte Puri-. Preguntó Hispano
_ Llámame, como prefieras, si te es más corto el nombre y te apetece: puedes hacerlo
_ Estoy muriendo ¿verdad?
_ Yo no creo que vayas a acabar así, entonces para que, tanto esfuerzo en curarte y mis esfuerzos por atenderte.
_ Me siento muy flojo, pero me encanta que hayas sido tú, la persona que me has cuidado en estos días, eres una mujer muy guapa y además: buena.
_ No estarás muriéndote mucho, cuando estás tratando de dar pena, o quizás piropeándome de una forma descarada.
_ Si salgo de esta, cuando acabe toda esta desgracia…. ¿Podré verte?
_ Podrás verme siempre, yo no voy escondiéndome por las esquinas, soy una chica muy joven que no tiene miedo a nadie. Otra cosa, será que nos caiga una bomba, o que esta guerra, acabe con todo lo que se menea en el pueblo. Entonces, nadie nos podremos ver.
_ Tengo fe en que todo esto acabe bien y todo este dolor, el de la heridas y el que soporta el pueblo, se diluya. Que llegue el tiempo, que nadie se acuerde de estos días tan crueles y con tanta desgracia.

Purificación era una mujer joven, guapa, con una melena en la espalda que se la recogía en un moño prieto dejándole la frente franca y escenificando unos ojos preciosos y una nariz imperceptible que movía con gracejo. Labios de fuego, referentes a una boca carnosa, y reducida. Propia de una mujer calmada y sin mucho que contar. Sin embargo, con el deseo intacto, salvaje y ardiente. Llegando a ser seductora y coqueta. Determinante en lo que quiere y que siempre lo consigue. Seria y solvente, no muy alta pero clara de piel e impoluta. Con grandes dotes

_ ¿Crees que los hombres volverán a estar cuerdos? ¿Nos dejaran vivir en paz y de forma sencilla? ¿Crees que mis padres y mis hermanos superaran estas heridas? Hay muchas preguntas que me estoy haciendo sola, en la oscuridad, mientras te he cuidado y que no le doy respuesta.
_ Puri; ¿Tienes compromisos adquiridos con alguien? ¿Estás prometida?
_ No creo que eso sea ahora mismo importante, ¿no crees? Estás muy magullado y ahora no merece la pena ni que pienses.
_ Necesito aferrarme a algo, quiero tener ganas de vivir, quiero que valga la pena luchar por salvar mi vida ¡Ayúdame!
_ Has de comer algo, y que Dios permita que en algún momento te baje la fiebre.



Aún pasaron ocho días, hasta que el furgón sanitario no se llevó a Hispano Paulo al hospital de campaña que estaba en Mora de Ebro. Las fiebres no remitían y el cuerpo de aquel joven mermaba rápidamente. Antes de acomodarlo en una de esas camillas benéficas, quiso despedirse de aquella familia. A los padres les agradeció todo el esfuerzo que había supuesto aquel alojamiento forzoso, teniendo incluso que quitarse lo poco que tenían de la boca, para alimentar a un forastero y desconocido, que había caído por gracia del destino en su refugio. A los hermanos menores, les miro con gratitud y al quedarse a solas con su cuidadora y enfermera quiso ser explicito.

_ No sé, si podré salir de esta, incluso dudo que aún y consiguiéndolo, la situación de la guerra me permita volver a verte, dado que esto no se sabe cuánto más va a prolongarse hasta finalizar. _ Seguía argumentando Hispano mirando a Puri y teniéndole una mano entre las suyas_ Si Dios me lo permite. Volveré.

Con unas lágrimas que resbalaban por las mejillas de Purificación, despedía a aquel joven que durante unos días, había podido atenderle en sus momentos menos agradables y en una situación nada prometedora._ Hispano, piensa solo en recuperar la salud, el resto de situaciones y de deseos, no siempre se cumplen, a pesar de quererlo. La vida es así de caprichosa y las cosas siempre suceden por algún motivo _ Le respondía aquella mujer joven muy concienciada.

Los heridos de gravedad, que estaban repartidos en aquella villa, entre sus vecinos, habían sido recogidos por las fuerzas sanitarias y trasladados todos al mismo lugar que Hispano. Los que se repusieron, habían sido dados de alta, volvieron a sus trincheras o escaramuzas y los que no consiguieron mejoría y perdieron la vida, fueron sepultados en el camposanto municipal.

Las tropas del otro Ejército, el de los militares sublevados, no tardaron en ir ganado terreno a las del Popular de la República y ya se hablaba que habían ganado posiciones una vez que intentaban atravesar el gran río Ebro. En una cruel y frenética batalla, donde cayeron muchos jóvenes de uno y otro bando. Una aniquilación mortal, una masacre de una y otra parte. Muerte y desolación por doquier, heridos graves, enfermedades y desencanto a granel. Batallones completos que huían retrocediendo con desesperación y gentes que tomaban la calzada con sus pocas pertenencias, comenzando un éxodo sin destino. En breve la República perdería la guerra.

Aquella madrugada, estaba prevista la ejecución de un grupo de soldados destacados del frente popular, aquellos que habían sobresalido por llevar el mando de las refriegas o que se habían distinguido por capitanear grupos de milicias. Entre tantos condenados españoles e italianos; estaba Aldo Gaudencio, un italiano valiente que había destacado por sus estratagemas militares, sus dotes de brigadista y su camaradería y afecto por los suyos. Todos ellos serían fusilados al amanecer en el cadalso de la población cabecera de Provincia.

Los capellanes y delegados del regimiento ganador, pasaron entre los infortunados condenados a muerte por fusilamiento a ver si alguno quería confesión o solicitar las últimas voluntades.

Organizándose una hilera de prisioneros que solicitaban su derecho. Según les llegaba el turno unos a los comisarios; otros a los sacerdotes que habían dispuesto para tal fin.

_ ¿Cómo te llamas? _ preguntó el comisario, observando el número de placa de soldado.
_ Aldo Gaudencio, italiano nacido en Milán, pertenezco a las XV Brigadas Internacionales y he combatido en la zona del Ebro.
_ Prefieres confesarte o solo bastará con conocer tus deseos o mensajes.
_ Necesito que hagáis llegar tres mensajes, importantes: el primero a mis familiares en Italia, encargaos de que llegue a manos de mi novia “Marietta Buonasera” _ decía casi con la garganta rota por la congoja._ Decidle: te esperaré en el “ángolo in cielo sinistro l’angolo accanto di l’Arcobaleno”_ Finalizó su frase en su idioma materno, mirando con tristeza el suelo de aquella celda sombría.
_ Cuál es el segundo deseo que quieres _ Dijo aquel comisionado, que dada su juventud e inexperiencia, entendía los malos tragos que le esperaban a Aldo.
_ Este mensaje es para la familia de Hispano Gaudencio, amigo intimo de mi infancia, muerto en el Hospital de Campaña de Mora, por las heridas que le produjeron las metrallas de la Batalla del Ebro a la altura de la población de Corbera, y que por falta de medicinas y de una infección galopante, al final murió cristianamente solo y desasistido por gente allegada_ Entregando la chapa identificativa del regimiento y el batallón de la XV Brigada Internacional. Siguió reclamando la última de sus peticiones, mirando al soldado mediador del Ejército Revolucionario.
_ Solicita la última_ Sentenció el mediador, con una carraspera en la garganta propia más de un desconsuelo que de una orden exigente.
_ Entregad esta medallita de la Virgen María a Purificación, la hija del leñador. La más guapa mujer del pueblo, que fue la que atendió a mi amigo Hispano en el trance de sus heridas. “prima di morire” (antes de morir) y que de una forma delicada y amorosa le alargó la vida, dándole una dulzura que jamás había obtenido de ningún mortal.

La medalla en su reverso tenía una inscripción grabada que decía “Puri era tornato per voi” que en su traducción significa: Hubiese vuelto por ti.





Recuerdas: Antonio. Estoy seguro que es ¡así!  De cuando en vez, tu memoria y la mía, viajan al encuentro de tantas historias contadas en confianza, entre ellas la de Hispano y de Aldo. Verás que aquel relato no quedó en el aire, lo recogí con mucho interés y cariño. Ahora con otras palabras, con las mías lo vuelvo a rememorar. Para que veas que las noches de “charratina” que teníamos mano a mano, solos frente a la chimenea, las evoco y disfruto encantado. Vaya una oración en la memoria de Paulo y Gaudencio, de tu familia ausente, que Dios los tenga en la Gloria y ¡Cómo no! Un abrazo entrañable para ti. En estos momentos de enfermedad. Tu amigo siempre.

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