domingo, 27 de marzo de 2011

Me bajo en Triunfo... Capitulo 6º Desenlace Inaudito

Capitulo 6º Desenlace inaudito
Me bajo en Triunfo 


Seis meses justos habían pasado desde la primera vez que estuvo entre aquellas paredes, confundiendo al oficial de juzgados y con un telegrama en las manos esperando que lo atendieran, ahora ya sabía lo que debía hacer y a ello se dedicó. Buscaba al oficial de sala, pero evidente no era la misma persona, lo supo en cuanto le visó, se acercó con la citación y el documento de identidad personal en la mano y sin mediar se lo ofreció, éste le miró y tomó nota en su cartapacio y le invitó a esperar.
En el primer banco, sentados permanecía un hombre alto y recio, más que fibroso grueso, pelo grisáceo, con su abogado, representándole por querellas con una empleada de su industria, la cual había sido despedida por finalización de contrato, con denuncia interpuesta por la asalariada. Abusos deshonestos y algo más. La zagalona esbelta y original permanecía en pie junto a su representante; una letrada femenina y feminista que tenía más cañonazos pegados que la famosa Agustina de Aragón.
Alta seria y bien plantada, con su cabellera larga y tintada en rubio sobre sus espaldas. Nariz de apagavelas y lindos ojos que protegía con unas gafillas de diseño. Sus labios cubiertos por el carmín de un color carne, brindaban al asomo de unos dientes corregidos de forma artificial, las orejas no se le distinguían por mor del pelo que hacía de telón y las ocultaba. Vestida con un corte muy apropiado al efecto, presumía de su talle. Sobre el traje colocada la toga negra con pliegues muy planchados y las bocamangas de bordados artísticos. Unas piernas largas y modeladas por los rayos uva terminaban en unos pies de talla moderada que protegía con unos zapatos negros de charol que semejaban cristales. En sus manos unos pliegos supuestamente relativos al caso de Matilde, la clienta que le refería no sin temor, pasajes de su propia historia, a los que atendía con agrado.
La patrocinada de la guapa abogada de nombre Matilde Vinuesa, una mujer chocante, más bien raída, vestida con una minifalda no propicia a su edad, ni al cuerpo, demostraba una visión de poca elegancia y de descuido, enseñando parte de sus piernas, y de sus varices azules que a pesar de no ser de una edad avanzada, se le marcaban como autopistas de largo recorrido. Blusa roja, abierta hasta la encrucijada de los senos, que tampoco invitaban a ningún sueño dilecto.
Todas estas sumas individuales añadidas al desamparo del entorno, evidenciaban a los cuatro vientos, la escasa calidad de su higiene personal. Nada recatada, ni con ánimo de la menor compasión.
_Yo entré, a trabajar en la empresa por mediación de una amistad _ Decía Matilde directamente a Lucrecia su abogada, y proseguía.
_ Todos los favores se han de pagar, y en mi caso por partida doble _ enunciaba con descaro, colocándose bien la roja blusa.
_ Tanto insistí a mis amigos y tanto lloré, que en mi anterior trabajo me iban a echar a la puta calle, y por empalago y matraca me colocaron a trabajar en este obrador. Seguía charlando, mientras Lucrecia, se la miraba con bastante pena, viendo que tenía frente a ella una pobre desvalida con muy poca instrucción y menos moralidad.
_ Lo mío me costó y quedé satisfecha, pero al poco, no sé cómo, estaba liada con el jefe y me sometía y sodomizaba, creí sería buena táctica para que mi contrato fuera perdurable. Pero el muy cabrón ha cambiado mi compañía y mis atenciones, por otra tía que ha contratado últimamente y que es peor que yo. _ Sentenciaba sin ambages.
_ Pero ese mamón no sabe con quién se juega los cuartos, porque yo no estoy dispuesta a dejar mi trote. Él me importa una mierda, puedo encontrar otro idiota que me distraiga. _ Finalizó su charla por un gesto que le hizo Lucrecia.
_ No estás obligada a contármelo, ni se te ocurra mencionar absolutamente nada delante del fiscal. No te beneficiaría nada. _ Replicó la licenciada percatándose de la clase de gente que era su representada.
_ No diré nada, pero a usted, si quiero explicarle, de esa manera me desahogo. No puedo decirlo a nadie más, ni siquiera a mi familia. Siempre me han tachado de fresca.
Lucrecia volvió a tomar la palabra diciendo, _ Engañas mucho, Cuando te conocí, hacías el papel de víctima y pretendes ir de pobre y desgraciada, cuando veo que eres una persona completamente distinta.
Quería indicarle con aquellas frases que era una mujer hipócrita y disoluta, pero la pobre Matilde, ni se enteraba. Todo lo contrario, creía que la estaba compadeciendo por su mala suerte.
_ ¡Ah Sí! Gracias a Dios, yo soy muy liberal y voy a mi bola. Lucrecia calló, después de aquella sentencia y dejó a la infeliz que agotara su dramática perorata.
Matilde demostraba ser una persona embustera, lianta y muy traidora. No le daba importancia más que a tener un curro, para ganar las pelas que luego ahorraría de forma enfermiza y tener un jefe o un amigo que de vez en cuando le pagara con prebendas los favores que quizás sin nadie pedirlos ella brindaba.
Cariacontecida y con sus ojeras hinchadas de la propia desazón que ostentaba, charlaba sin ton ni son, dando la cuchipanda a su interlocutora, que no sabía cómo ponerse, ni evadir todo el cúmulo de desventuras que explicaba.
_ Mire que le diga, _ comentaba Matilde. _ El último regalo que me ha hecho ese chichimolla, _ indicando desde lejos al banco del empresario_ Han sido un conjunto de braguita y sostén, lencería fina de color negro. Entonces, fue cuando la licenciada puso punto y final.
_Te repito que no sigas hablando de esta cuestión que no viene al caso, piensa que se ha interpuesto una denuncia por abusos deshonestos y si te descubren a quien van a repasar es a ti. Comprenderás que he de defenderte en el caso concreto que nos ocupa, sin entrar en valoraciones diferentes ni añadiduras de última hora. He de ser creíble y me cuentas unas cosas que no sabía. _ Acabó la frase, con los ojos desorbitados

En ese instante salía el oficial de turno, a colocar las listas en el tablón. Un hombre de unos cincuenta y tantos años, serio y concentrado en su quehacer, de mediana altura, pelo escaso y extremadamente aseado con orejas y nariz prominente. Vestido con gran sencillez, sin corbata con el cuello de la camisa abotonado y un pantalón gris marengo escrupulosamente planchado, sus zapatos brillaban y desentonaba con la suciedad del suelo donde pisaba, que hacía un contraste definitorio de lo lícito y su antónimo.
Prendidas ya, en el tablón de informes las vistas y cuestiones pendientes a celebrar en esa jornada, la gente se arremolinó en torno al expediente el cual, indicaba fehaciente y riguroso los datos necesarios para conocimiento de togados, acusados y testigos. Los juicios estaban descritos por orden de comparecencia y hora de celebración, indicando la causa, el denunciante y los representantes policiales que hubieren intervenido. A medida que los allí interesados saciaban su información se apartaban disimulando como si la cosa no fuese con ellos.
Roberto Diéguez, acusado, cargos. Malos tratos y abusos, después de leerlo en compañía de su legista se retiraron a sus localidades pasando frente a la denunciante, sin mediar ni mirada de soslayo.
Sobre la cincuentena de edad, obeso y largo tanto en la estatura como en las apariencias. Vestido deportivo y con talla de vividor, hombre de empresa, cultivado y ególatra. Sin estridencias charlaba con el togado que le representaba en la causa.
_ Con las pruebas que aportamos, no creo demoren mucho la sentencia. _ Decía con voz tenue el abogado de Roberto.
_ Lo que no entiendo, es como se ha enredado la cosa. Eso me pasa por hacer favores a los amigos. _ Criticaba el acusado.
_ Sobre todo, nos ceñiremos a la estrategia que tenemos discutida, supongo que no se ha quedado nada en el tintero. _ Apostillaba el abogado.
_ Creo que lo he contado con todo lujo de detalles, pero se lo volveré a referir para dejarlo sentado._ Proseguía Roberto, comenzando a explicar con mucho detalle.
Ingresó en mi empresa por mediación de unas referencias que traía de unos buenos amigos y todo funcionaba como un reloj. A parte de las insinuaciones que ofrecía esta arpía, que las declinaba por sistema, por estar en las instalaciones de trabajo y porque no tengo como norma, liarme con empleadas.
Un día, ya no fue insinuación fue atropello, y no reparé en que traería consecuencias, ya que los dos somos mayorcitos y las cosas creía que se las había dejado muy claras. De eso al abuso, dista un abismo, además no es mi conducta, ni necesito merecer por la fuerza y menos a esta chica que carece de luces. _ Con un ademán concluyó su relato.
_ Bien, no le demos más importancia, espero que el señor juez entienda y disponga a favor nuestro.

Frente a ellos en el banco de la izquierda según se salía del corredor hacia la Gran Sala, sentados dos hombres entre veinticinco y treinta años acusados de robo a mano armada a una Institución Benéfica, los cuales habían sido detenidos en el momento del atraco por las brigadas policiales de la ciudad, en pos de una llamada que había efectuado un residente del Centro al observar que se estaba desempolvando algo que no era normal. Uno de los hombres alto y delgado con cara de poco resplandor, bastante calvo, de orejas carnosas y grandes, vestido con pantalón de paño grisáceo y cazadora de piel marrón, esperaba tranquilo fumando tabaco sin boquilla. El compañero de su misma altura con el pelo recogido en una goma tras la coronilla, con cara de gallo de pelea, bigote poblado y gafas de sol graduadas. Vestido con ropa deportiva, mostrando grandes músculos que sobresalían por su tamaño de la manga corta de su camisola, reposaba mirando descaradamente a los que allí permanecían.

El pasante de estos individuos les había comentado por unos instantes y parecía que estaba tratando con la fiscalía en referencia a sus casos según mostraba y platicaba con aire enérgico y desenrollado. _Soy vuestro abogado de Oficio y me gustaría comentar un poco vuestra defensa _ Comenzó diciendo.
_ ¿Cómo entraron en la Residencia? _Preguntó directamente el abogado.
_ Se cagó de miedo el vigilante, y ni siquiera le empujamos, es un cobarde se arrinconó_ Contestó Miguel, el de las orejas grandes
_ Cómo es que elegisteis esa entidad para dar el golpe_ masculló el abogado.
_Sabíamos de ella, por mi madre, que reside ahí y antes de entrar en el chiquero, le visité varias veces_ Adujo el del pelo atado a la corona
_Que pretendíais alcanzar con asustar a tanto abuelo, entre ellos a familia vuestra_ El abogado con más soltura y tuteándolos
_No queríamos asustar, queríamos la pasta que encontrásemos en la conserjería y en los bolsillos de las yayas, casi todos tienen algún dinero y todos cargan con él. Así que es fácil recogerlo._ Siguió diciendo el de la cola, llamado Rafael
_Os habéis jugado la libertad _ El abogado
_ Una mierda para todos, quien nos ayuda, estamos enganchados a los picos, somos adictos, jugadores, maleantes, no podemos subsistir, no me importa lo que quieran hacer conmigo, ni la pena que me caiga. _ Dijo el compañero Miguel, rascándose bruscamente sus grandes orejas
_ Teníamos que chutarnos y como tenemos la tarjeta Visa caducada, allí fuimos. _ Acabó Miguel, con sorna y sin importarle absolutamente nada.
En el centro del pasillo, la parte contraria, los atracados. Un hombrecillo pacífico de edad avanzada acompañado por otro interno que le impartía seguridad. El vejete miraba por encima de sus anteojos a los dos hombres que a lo lejos parecían con la mejor coartada del mundo. Al cabo, estos señores que ocupaban el núcleo perimetral del pasillo, fueron a ubicarse en uno de los rincones, fuera del alcance de las miradas ajenas.
Los dos bribones quisieron quedarse con la recaudación de una Residencia para la tercera edad de una localidad cercana a la ciudad. Serían las diez de la noche, cuando aparecieron estos depravados, recién salidos de prisión, con libertad condicional y sin un céntimo en el bolsillo y haciéndose pasar por familiares de un interno, intentaban acceder a las instalaciones. Como quiera se habían presentado fuera de las horas habituales, el celador les ponía dificultades para su acceso.
Bajo el influjo de la abstinencia obligada, se cometen atrocidades sin mesura y con un golpe arrinconaron al vigilante y se colaron dentro del edificio. Comenzó la camorra, las amenazas y las brutalidades en busca del dinero que pudiese hallarse en el lugar. Aquel hombre; Roque, que estuvo acompañado de otro pensionista, el señor Magín, en el centro del corredor, viendo lo que se protagonizaba y desde un recoveco, con la ayuda de un teléfono móvil que pocos días antes le habían obsequiado sus hijos se puso en contacto con Seguridad Ciudadana.
Tras un periodo de asedio fueron las cosas a la normalidad, quedando tranquilos en la paz que ofrecen normalmente estas Instituciones.
_ Tú hiciste lo que debías, pero y lo bien que nos lo pasamos. No lo olvidaré nunca. _ Decía con alegría Magín, el pensionista dirigiéndose al compañero.
_ Yo, que no recibo visitas de nadie, encontré esta aventura estupenda. Nadie nos aprecia de cerca. Las enfermeras te tratan con ese desencanto, que en la televisión nada más pasan birrias, el hastío es grande. Cuando vi lo que se formó, seré sincero, disfruté mucho. La lástima que todo lo bueno se acaba pronto.
_ Todo lo que quiera Magín, pero podía haber pasado algo muy fuerte. _ Dijo Roque, el que llamó a Seguridad.
_ ¡Roque! Por el amor de la Esencia divina, eres más aburrido y más cobarde que nuestro capellán. Estos muchachos en ningún momento nos hicieron pasar miedo, ni nos apuntaron con armas de ninguna clase. _ Magín.
_ Bueno, a fin de cuentas con la ayuda de Dios y gracias a mi Luisito, que me regaló el móvil, todo salió bien. _ Roque
_ No te confundas, que estos chicos están desesperados, sin futuro y además necesitados de un poco de cordialidad. Van sin un clavel en la faltriquera, nadie les da función, sólo reciben soberbia. _ Hablaba Magín, con la mirada puesta en los dos acusados, haciéndoles jeribeques.
_ No les mires, ¡hombre! _Ordenó Roque
¡Calla, de una vez cobarde! Si pasa algo podrás volver a usar el regalo de tu Luisito para avisar a algún jiliflauta, antes de cagarte en los pantalones. _ Replicaba Magín, sin dejar de observar a los acusados.
_ ¿Te crees capaz de resolverlo todo, con la edad que tienes? - Roque le atosigaba con aire de enojo y cuasi paralítico de miedo.
_ No es eso, pero abre los ojos, cuanto hacía que no teníamos algo diferente que comentar en la Residencia, aparte de los achaques y de los dolores de huesos. No te das cuenta, que al día siguiente de la aventura, esas abuelas que no querían ni mover la silla, todas pretendían bailar pasodobles. _ Magín apostillaba con salero
_ Conmigo, no baila nadie. _ Balbuceó Roque con antipatía.
_ Con tu Luisito, ya tienes bastante. Que equivocado estás, lo mires por dónde quieras. Si te pudieras valer por ti mismo y no causaras fastidios en el entorno familiar, no estarías de residente y le habrías tirado a la cabeza el teléfono a tu Luis, que es tan timorato como tú y te regala esas bobadas para que no le canses, mantenerte distraído y olvidarse de ti a ratos, que creas que te echa de menos y poder mitigar un poco su conciencia. _ Habló Magín sin perder la sonrisa.
_ Mira quien fue a hablar, te escucho y das la sensación que tienes cuarenta años y solo tienes el doble. A quien quieres engañar, que el Cielo no te castigue por ser tan atrevido. _ Apuntó el devoto Roque.
_ Serás bocazas, Dios nos ha olvidado hace muchos años, no se queda con nada de nadie y todo lo pagamos aquí. No nos lo llevaremos a ningún sitio, tanto nombrarlo también podrías interceder para que a estos chavales no les pase más de lo que tienen. Tú que tanta licencia tienes, que eres tan amigo de Dios, del capellán y de la ermita entera, reza un poco por ellos.
Lo crees justo, hemos pasado una guerra y con todo lo que hemos padecido aún estamos aquí, pero yo no he durado tanto para acusar y señalar con el dedo a nadie y menos a estos nenes, que están desorientados. Luego te remorderá la conciencia. _ Argumentaba con gracia el abuelillo Magín.
_ ¡Calla! Que no sabes lo que dices, desvarías cada día más. _ Contestó serio Roque, pensando en lo que había manifestado su compañero.
_ No sé, si tendré oportunidad de hablar en este pleito, cosa que me haría mucha ilusión, pero si me dan bola, diré que estos ingenuos, no tienen culpa, que no les castiguen más y que si algo les han de dar es un buen empleo y una cura para desintoxicarles.
Magín no paraba de hablar, de pronto arguyó algo que le sobrevino, como si recapacitara. _ Sabes el miedo que pasé, cuando estuve condenado en la guerra, la única vez que me han juzgado en consejo de rebeldía.
Me hicieron prisionero en el frente y entonces ¡sí! que era desgraciado, me sentenciaron a muerte. No te imaginas, como lloraba cada noche, cuando nadie me veía, pensaba en todo lo que no podría hacer nunca, en mi familia, que entonces si la tenía._ Triste y compungido, hablaba con el alma, con la nostalgia de lo pasado, de su gente.
Estaba acobardado, me quitaban la vida, la arrebataban de un tiro, sólo por encontrarme en mi pueblo cuando estalló el conflicto, por mis ideas de juventud. Entre los compañeros nos alentábamos, las pasé putas. Además de la hambruna de las enfermedades y de la poca preparación, me faltaba experiencia. Ahora que la tengo, me fallan las piernas, los brazos, hasta la familia me ha abandonado, soy viejo y molesto en cualquier lugar. _ Decía Magín no sin emocionarse un tanto, al haber dado un rápido repaso a su historia.
_ ¡Qué razón tienes! _ Le replicó Roque, que disimuladamente había escuchado todo lo que había pronunciado entre dientes Magín.
_ Si pudiera volver a reanudar mis pasos. Siempre con miedo, obedeciendo y tan esclavo. Para que ahora nadie se acuerde de uno. Pero hemos de hacer lo que está mandado, si no el señor director nos dirá…. _ No acabó Roque, sin ser interrumpido.
_ ¡Coño! Con el señor director, que venga con sus huevos a defender lo que es suyo y no esconda su jodido culo en su butaca. _ Argüía Magín
_ Menudo capullo, ese ¡sí! que está colocado, pero con gente como tú, nunca le faltará la tranquilidad._ Le interrumpió Roque_ ¡Vamos a dejarlo ya!
Magín siguió mirando con simpatía al dúo que sin más estaban esperando la sentencia. El abuelo revivió en minuto su pasada juventud llena de recuerdos, gratos pocos y dolosos muchos. Era historia.

El ir y venir de los transeúntes, las entradas y salidas del oficial llamando con voz de barítono, el paseo de los nerviosos, los secretismos de los encausados, todos o la gran parte de ellos vociferando en tono campanudo, hacía que la concentración fuese escasa.
En aquel momento no se apreciaba el retraso de los juicios, la marcha era bastante apreciable y no se daban motivos para el aplazamiento o la demora, los policías que iban entrando como testigos de la detención de los diversos casos, hablaban entre ellos en forma prudente sin levantar más sospecha que la que acumulaban.
Al aparecer supo que se trataba del autor del robo, no quiso ni mirarlo pero tampoco podía resistirse a no hacerlo, estaba seguro de que se trataba del mismo pisaverde, después de tanto tiempo ni siquiera recordaba su cara, ni su aspecto, lo vio vagamente cuando hizo las diligencias en el fortín de la Guardia Civil. Sentado en aquel despacho, con las quijadas bien abiertas, en el tiempo que le propinaron las bofetadas y luego cuando el agente le introdujo en el despacho, ya estando presente su abogado de oficio. Súbitamente, le vino a la mente toda la historia nefasta de aquel día de mayo, cuando tuvo que enterarse de tan lamentable suceso y vivir aquellas horas de incertidumbre que se fijaron en su vida para siempre.


Fin del capitulo 6º Desenlace Inaudito
Novela Me Bajo en Triunfo
de Emilio Moreno
...Continuará

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