viernes, 25 de marzo de 2011

Me bajo en Triunfo... Capitulo 4º Fin de la Parte Primera



Capitulo 4º Desarrollo Creciente

Me bajo en Triunfo




Su inconsciente le sumió en el más profundo de los recuerdos...

… (((""Había llegado de bregar, aquel sábado por la tarde, una emergencia le mantuvo ocupado cuasi todo el día. Antes de alcanzar su domicilio, llenó el tanque del coche de carburante, dejándolo estacionado en su propia calle, cerca de su residencia, sin la precaución por falta de costumbre de desactivar la bobina de arranque, accesorio que se hizo instalar y que no lo utilizaba porque, creía que las contrariedades de robo, sólo le suceden a los demás.
Las fiestas Mayores de la ciudad estaban en pleno apogeo y los carruseles de los errabundos a todo tren, la gente hechizada con la situación y aprovechando el buen tiempo reinante, salieron aquella noche a festejar y disfrutar como cualquiera, caminaba con su esposa del brazo, haciendo planes quiméricos, de esos que siempre se plantean y nunca o casi nunca se cumplen. Esperando pasar una buena noche de distracción, con los amigos, charlar de mil cosas intrascendentes y sin calado, precisamente para poder disfrutar de la libertad de pensamiento y ayudar un tanto a las preocupaciones laborales y familiares que sin duda, dejan marca en toda persona que se precie.
La música sonaba, con gran estridencia, no dejando dormir ni siquiera a los que tenían ese deseo, pero se perdonaba casi todo, por celebrar aquellas fiestas que llegan de año en año.
Después de saborear todo aquel variopinto y escandaloso jaleo y de advertir como la gente se gastaba parte del sueldo en las tómbolas ambulantes, como si de obligación religiosa se tratara, reír con algunas situaciones jocosas y ver cómo bailaban las parejas hasta la extenuación, la tan traída y llevada melodía de moda, “ Macarena “, con sus cadencias rítmicas, sus movimientos alegres y sus gemidos sonoros ¡¡ “ AHUU ” !! . Dándose alegría a su cuerpo como tonada de la canción, volvieron paseando hasta su domicilio de retiro.

Era tarde cuando regresaban a su vivienda, disponiéndose a descansar, después de todo aquel ambiente festivo. El sueño desconectó sus cuerpos y sus mentes, el reloj no había recorrido demasiado trecho, tal vez cuatro vueltas el minutero corto, cuando… Sonó el teléfono, sobresaltado y soñoliento tomó el auricular.
_ ¡Dígame!
_Buenas noches; _Es usted…
_ Sí;.. ¡Diga!
_ Soy el Sargento de la Guardia Civil.
_ ¡Que ocurre! _
_ ¿Usted, es propietario de un vehículo blanco? …con la matrícula…
_ Si, lo soy, es de mi propiedad.
_ ¿Ha prestado esta noche el coche a algún amigo?
_ No,… lo tengo, aparcado cerca de mi casa
_ Aquí, me dice un fulano, que se lo ha prestado
_ ¡Que fulano, es ese! _ ¡Pregúntele, si también les he dejado las llaves!
_ Me parecía extraño; se lo refiero porque, tienen debajo del volante todos los cables despanzurrados, con el puente hecho y han roto la dirección; ¿No lo ha prestado, verdad?
_ ¡Oiga, está de broma!
¡No he prestado el coche a nadie, me lo han robado!_ dijo el hombre, aún adormitado y ya fuera de sí, intentando comprender y recordar detalles a marchas forzadas.
_ Lo suponíamos, por ese motivo le hemos llamado, para asegurar y al tiempo avisarle _ El guardia civil apostilló
_ Desde cuando, lo ha encontrado a faltar.
_ ¡Oiga! No lo he encontrado a faltar en ningún momento, ayer tarde, lo aparque en la zona de mi calle, cerca de mi domicilio y hasta ahora.
_ Bueno…, no perdamos tiempo y preséntese cuanto antes en la Jefatura Central _ inquirió el guardia.
_ ¡De acuerdo! _ Llegaré todo lo rápido que pueda, pero comprenda que me queda bastante alejado ese lugar.
Arruinado el descanso, con celeridad se lanzó de la piltra, metiéndose en la ducha, para aclarar ideas y a la vez despabilarse, después del atropello inesperado. No sabía si era realidad o imaginaba la desdicha.
Los juramentos en prosaica llegaban a las nubes, no daba crédito a lo que le sucedía… “También se ha de tener mala leche y desgracia, con tanto coche artificioso y cojonudo que existe. Yacentes en cualquier esquina, esperando caña y excitación a manos y pies de esos jodidos ladrones exaltados que además de fastidiar a los propietarios, desafían a la policía, con tanto descaro. ¡Ahora normal! Entran por una puerta y les dejan salir por otra. Pues… mira, lo cachondos que son… van y se fijan en el mío, que es de lo más corriente y sencillo.”_ Pensaba con angustia, después de estar plantado en el suelo y haber concitado toda clase de suposiciones, de injuriar a todos los rateros en general y al que lo fastidió en particular.

Partió de su casa vertiginoso y veloz como el lanzamiento de un obelisco a manos de Sansón, caminando con ligereza en busca del ferrocarril que le transportaría aquella madrugada a la Jefatura, de la ciudad colindante, la más alejada posible, la que correspondía al sector de la población donde habían detenido a los delincuentes en la redada; allí le esperaban, aquellos policías, para hacer el atestado y tomar declaración.
Descendía precipitadamente las escalinatas vecinales intentando apurar al máximo. A esa hora temprana y en esa época, los días están levantados, no presidía todavía el sol, pero las luces diurnas acompañaban a las farolas del barrio. Anduvo con zancada doble, casi corriendo, viajaba por las calles, sin notar la mucha pronunciación y los desniveles, ayudado por la prisa y el peso del cuerpo, llegaba al apeadero.
El trayecto fue de lo más ingrato, ya en la estación, el tren tranvía, no llegaba, al preguntar el horario a la vez que adquiría el pasaje, no entendió al empleado y no quiso reparar en detalles. De pie, esperaba al convoy que no podía retrasarse. Las luces artificiales permanecían encendidas, a pesar de beneficiarse de las claras del día. Los pocos pasajeros que iban en aquel rumbo permanecían atentos en el andén. A juzgar por el termómetro y la hora, la jornada sería de mucho sofoco. Notó el cuello muy tenso, por la presión sanguínea que soportaba, debido al esfuerzo y la diligencia que había usado para llegar. Los minutos se le hacían interminables, al rato escuchó el pitido de la expedición y se apresuró a tomarla, en aquel vagón no iban más de cuatro o cinco personas todas ellas de poca edad, volvían de disfrutar de la noche del sábado, costumbre ya muy arraigada en nuestra sociedad, además de haber sido festivo por los festejos Patronales que acostumbran a ser muy celebradas. Repasaba a los individuos del tranvía, los imaginaba con curiosidad, como queriendo averiguar de dónde provenían o hacia qué lugar se dirigían. Los analizó uno a uno, ninguno de ellos le hizo el mínimo caso.
Cada cual estaba en lo pertinente, posturas de tranquilidad, caras de sosiego, cuerpo relajado, adormecimiento en el rictus, contrariamente lo que registraba el suyo, despierto y cabreado, interpretó que tenía que serenarse y retomar la calma para poder tramitar todo lo que debía.
Se apeó en la estación más aproximada al Acuartelamiento y como no sabía nada de aquel contorno, ni dónde se encontraba el reducto, preguntó al jefe de estación en qué dirección más o menos quedaba la plaza fuerte, escuchó atentamente las explicaciones y anduvo durante más de veinte minutos por entre callejas y paseos hasta llegar al lugar de destino. Todo estaba en calma, la mañana era hermosa si hubiese podido disfrutar de ella, pero todos los detalles estaban de más, iba cegado, con una idea fija y en sus adentros pedir a la providencia que además de suponerle un coste monetario prudente, no le fuera a acarrear otros gastos y dispendios amén de las complicaciones que podían sucederse.
No se cruzaba con nadie en su paseo, en su cabeza aún retumbaban las notas de la “macarena “, y el ¡Ahuehué! Pero, no podía darle “alegría a su cuerpo”, estaba ciego de rabia, era temprano y en la calle no había gente, normalmente en día festivo se duerme hasta bien entrada la mañana, los bares y tascas estaban cerrados, tampoco podía tomarse algo calentito para romper aquel ayuno obligado
En la puerta del fortín, tuvo que identificarse y le acompañaron dentro, escoltado por dos guardias llegaron a unas dependencias amplias, el trajín que había, reflejaba que durante toda la noche se había tenido meneo con los amigos de lo ajeno, trabajado para mantener el orden, y los expedientes y detenciones eran evidentes. Al poco le estaban atendiendo, luego le hicieron un gesto para que esperara en la sala contigua y cuando fuera menester le llamarían.
El mundo, y particularmente su vida le paso por la cabeza en treinta segundos, ocurriéndosele que sería de él si se transformara la oración por pasiva, las propias dudas y la falta de conocer ese mundo le hacía estar inquieto, en eso estaba cuando le llamaron.
_ Haga el favor de pasar_ Le ordenó una voz rotunda.
Al comenzar la marcha, observó a la izquierda, en una sala adyacente, al delincuente que había usurpado su propiedad y su descanso, este individuo como si la cosa no fuera con él, estaba soportando con cinismo la presión de un par de civiles, que lo sometían a un tercer grado. Sus miradas se cruzaron en un lapsus cortísimo de tiempo, pero ambos sabían que se volverían a encontrar en algún momento.
Dentro de aquellas inmensas dependencias, un furgón especial, lo recogió y lo guiaron dónde estaba aparcado el vehículo, a lo lejos lo divisó y no pudo por menos que clamar un desaire, onomatopeya vulgar que le salió con dolor del alma. Le invitaron a descender del vehículo y ordenaron que repasara los objetos personales y viera si encontraba a faltar algo.
La dirección quebrada, las puertas violadas, suciedad en el tapizado, restos de alimentos en la moqueta, cables desmayados en amasijo de escoria, detritos y restos de basura. En condiciones de pena se encontraba aquel vehículo que sólo hacía unas horas había cambiado de aspecto, desde que se vio afectado por ese suceso, una vez reposaba aparcado cerca de su albergo.
El agente lo miraba, con cara de comprender lo que estaba pasando por su interior, impertérrito y sin dar muestras de compasión preguntó
_ ¿Le falta algo? _ Mirándole descaradamente con postura de corsario.
_ ¡Oiga! Usted cree que puedo meter las manos ahí y revisar si falta algún objeto personal_ dijo el hombre dirigiéndose al guardia
_ No tenga apuro, ya lo hemos escrutado nosotros y no hay nada que le pueda comprometer_ Asintió el escolta.
Aquel ciudadano, con movimientos torpes empezó a escudriñar lo que creía tenía horas antes, pero su mente iba a una velocidad superior que sus manos, y se movía en el interior del coche como si fuese la primera vez que se hallaba dentro de aquel cacharro, porque el coche había quedado en un verdadero amasijo de cachivaches destrozados y enredados, suciedad interior y exterior de la carrocería, cintas de casete por el suelo pisoteadas, papeles y documentación desorganizada. De pronto observó que las manos le sudaban, los cabellos los tenía erizados y su cara, al encontrarse con el espejo retrovisor era la propia de un enajenado, de un loco. Dejó en aquel instante de revisar y le comentó al guardia, que lo observaba con mucha atención a cuatro o cinco pasos.
_ No veo que falte nada…
Con un gesto de su mano derecha, le indicó que volviera a subir al furgón, para dirigirse a las oficinas y poder atestiguar.
_ ¿Le es muy necesario el coche? _ Preguntó el policía, por entrar en conversación y relajar un poco el estado de aquel hombre.
_ No se trata de eso, este cabrito me ha hecho la Pascua.- Dijo indignado.
El guardia, ya no preguntó absolutamente nada, dedicándose a conducir aquel vehículo hasta la puerta de acceso al edificio.
Mientras esperaba en la recepción, oía voces que salían de una puerta entre abierta que daba al final del amplio corredor; una típica sala de tormento muy iluminada por la luz natural del día que entraba por los grandes ventanales.
Ya estaba sereno, le había bastado aquel tiempo para comprenderlo y dejarse llevar por el destino inmediato, por los sucesos que se iban precipitando uno tras otro, pero por fin paró atención a unas palabras en tono grotesco y violento.
_ ¡Te repito si conducías tú! _Sonó una voz gruesa y bravucona.
_ ¡Si no contestas, peor para ti, te lo repetiré toda la mañana! _ siguió preguntando aquella voz varonil.
Al punto y fue lo que le hizo prestar curiosidad inusitada, un estruendo producido por una soberbia bofetada que estalló en la cara de alguien. - el chasquido fue escandaloso
_ ¡No me pegue! Yo no sé nada _ respondió alguien, que por el timbre de voz, debía ser un hombre joven.

En ese instante apareció un guardia, alto tocado con gorra de tela y visera, de color verde oliva, invitando al afectado a acompañarlo, se levantó y comenzaron a recorrer aquel pasillo tan iluminado, al pasar frente al laberinto dónde provenían los tortazos, los sonidos y el vocerío; miró y observó a un chaval de aspecto deshilachado, con cara de no haber dormido y con el pelo desbaratado de las sonoras púas que estaba recibiendo. Las miradas se entretejieron y comprendió ahí que era el bandido que le había obsequiado con aquella experiencia. Le reconoció con exactitud, era el mismo tipo que había visto con anterioridad y que estaba recibiendo aquella presión desmedida, aunque él, mantuviera cínicamente su tesitura.
Accedieron a un escritorio reducto donde aguardaban tres uniformados y le ofrecieron asiento, el que le había invitado a acompañarle, se posó frente a una máquina de escribir y colocó una cuartilla de formulario de denuncia comenzando a preguntar por el suceso. Sus compañeros oían la declaración, que se iba desarrollando pregunta tras pregunta, mirada tras mirada.
_ ¿Cuándo ha encontrado a faltar el vehículo?.- preguntó el mecanógrafo
_ De madrugada me han llamado ustedes, diciéndome la noticia, realmente no lo he echado en falta _Respondió el interrogado
_ ¿Cuándo lo aparcó, a qué hora?
_ Ayer por la tarde, cuando llegué de trabajar, lo estacioné frente a mi domicilio.
_ ¿Conoce al sinvergüenza ese? - Haciendo un gesto despectivo y alargando su dedo índice hacia el bufete de donde salían los quejidos.
_ Es la primera vez que le veo, y me gustaría fuese la última_ adujo el hombre.
El guardia hizo un soslayo y asintió con la cabeza en sentido negativo. Se suponía que no sería la última vez que se lo iba a echar en la cara. Sacó los impresos de la máquina de escribir y poniéndoselos delante le indicó dónde debía firmar. Una vez rubricados los recogió y de nuevo le preguntó.
_ Quiere denunciar este asunto, de forma particular _ Pregunta el gendarme.
_No…, _ Declinó el ofrecimiento y siguió.
_ Este individuo ha tenido los papeles de mi domicilio en sus manos y no quisiera tener más problemas en el futuro con él.
_ Sígame, por favor.- levantándose el guardia y haciendo un ademán para que le acompañara.
Penetraron en el recinto dónde estaba el proscrito, con sus dos interrogadores. El abogado de oficio hacía poco que había llegado y daba ya instrucciones al inculpado con tono muy reservado y casi sin que los demás pudieran oír sus palabras.
Todas las miradas fueron hacía los que acababan de entrar, el agente alto con la gorra de tela y los papeles en la mano preguntó si había cantado y en el acto el abogado replicó dirigiéndose a su defendido que no dijera nada. El hombre y el ladrón se miraron con firmeza, como haciendo un pulso de valor, el comerse con la vista de desprecio y de asco que estaba recibiendo el rufián, no pudo aguantarlo por más de cinco segundos y fijó sus ojos en el suelo.
Uno de los policías que estaba haciendo el interrogatorio, preguntó directamente a aquel hombre, que estaba a punto de atacar al cuello de aquel sinvergüenza y mentarle la madre.
_ ¿Tiene que alegar alguna cosa? _ la voz era la misma, que minutos antes había amenazado con energía al revienta coches
_ ¡No! _ Respondió el hombre con desprecio. Observando al terrífico con ganas de escupirlo
El carabinero que le había tomado declaración, se lo llevó del brazo saliendo del lugar con rapidez sacando a aquel hombre que se iba a descompasar de un momento a otro, mientras el hacedor del entuerto seguía sentado esposado con las manos en la espalda, habiendo recibido más palos que una estera, tranquilamente y queriendo demostrar que no era causa de molestia.
Imposible que le sirviera de escarmiento, se reía y burlaba de todo lo que oliera a legal. No había cumplido más de veinte años pero la cara le delataba que era un redomado y detestable sinvergüenza. Su presencia podría describirse como un vividor que yace fuera de la ley, tostado, flaco y espigado, con zapatillas deportivas y tatuajes en los brazos, labios pulposos y dientes agudamente descuidados, pelo muy sucio y sin afeitarse los cuatro pelos en guerrilla que asomaban por sus asquerosas mejillas. Falto de educación y de modos, lo que se dice un malhechor en potencia y futuro homicida, un chulo pendenciero, un engendro de la alcantarilla. Sin duda, era un funesto miserable, que se había ejercitado en las calles, revuelto con vicios y barbaridades propias de una conducta depravada. Un esqueleto de penitenciaría.
Cuando le detuvieron estaba bebido. Pasaba por uno de esos controles que habitualmente hacen, sobre todo en las madrugadas de los festivos y en la precaución de evitar algunos accidentes mortales que suelen darse en la juventud a la salida de bares y discotecas. Detuvieron el vehículo, para someter al conductor a la prueba de la alcoholemia.
Por fortuna dieron el alto precisamente al coche blanco, ya que la cadencia de revisión supuestamente era de dos o tres automóviles verificados y otros pasaban el control sin ese ensayo, el destino de la vida hizo que se fijaran en aquel golfo que pasaba por allí en aquel preciso instante.
Le hicieron soplar por la boquilla plastificada que porta el medidor de alcohol en la sangre, dando positivo. Ahí estuvo el punto culminante de que su dueño pudiera recuperar lo que le habían robado y experimentara en su piel una sucesión de sinsabores.
El capricho de la casualidad permitió que el bandido, quedara bajo la tutela de la Guardia Civil, por actos reprochables que nunca se olvidan y que sus repercusiones estuvieran dando aquellos frutos."")))
Al cabo llegó la realidad, dejando pensamientos que no había vuelto a tener desde que recogió el coche ya reparado y completamente en orden, quiso despejarlo de su mente, lo había logrado hasta ese preciso instante, en el que debía permanecer allí presente para complacer a las leyes como dañado principal de la incoación.
Para aquella niña de tan corta edad era demasiado larga la espera, su madre no sabía cómo adaptarla a una postura más cómoda, en busca de que no le diera más complicaciones y pudiera dar vía a su actuación. Habían recorrido el pasillo de punta a punta varias veces y la intranquilidad de la pequeña se iba haciendo patente, ya bien sea por calor, hambre o profilaxis.
Le interesaba detallarse delante de cualquiera, pese a que para conseguirlo tuviera que hacer padecer a aquella criatura; Además del teatro y de la exteriorización que había hecho deambulando el corredor a modo de pasarela por entre todos los allí presentes, iba proclamando la clase de cortesana que era y lo poco que le importaba el bienestar y atención de aquella infeliz que bien podía haberle evitado aquel suplicio dejándola custodiada con algún pariente, mientras ellos resolvían sus cuitas.
En el marginal del corredor, se oyeron el chirriar de unas puertas, que además de sucias no las tenían nada engrasadas, tal era el desaliño del lugar dónde se deliberan y solucionan pleitos que en la balanza que es sostenida por la figura que representa la “LEY” como símbolo de justicia, habían machacado una colilla. Sensación de suciedad, de falsedad, de asco. No se podía relacionar aquel lugar, con lo sagrado que debería ser el cumplimiento del deber, de las leyes, el orden de las cosas y el donde dirimir las diferencias obligando a pagar a los responsables de tales actos y resarcir a los afectados.
El que no es visitador habitual de esos Palacios, tiene constancia de estos trances por las películas, considerando los relatos dónde insignes abogados avispados, dan el cambiazo a la certidumbre y resultan ser los criminales los indultados y los pobres e indefensos inocentes, los viles homicidas que están fuera de la implacable rectitud y les cae la máxima condena. El hombre del traje claro y el telegrama por un instante llegó a pensar que lo que estaba haciendo allí era perder el tiempo, eso que a aquella gente les sobraba y no sabían cómo ni en que gastarlo, si no era en maldades y en historias nefastas que le complican la vida al ajeno.
Por ventura para el género humano gran parte de nuestra sociedad, se dedica a tener otra clase de hábito, ni mejor ni peor, de otra índole, que no necesita codiciar las pertenencias de sus vecinos para subsistir, que le preocupa tener salud para poder seguir cumpliendo con su trabajo y su familia, que quiere llegar a final de mes sin necesidad de derrochar lo que no tiene, la que de vez en cuando ríe, disfruta y se siente feliz por el hecho, de distribuir lo cosechado con honra, la que ve crecer a sus hijos y encanecer a sus padres, la que no necesita del forcejeo para usurpar lo ajeno, que retribuye sus impuestos, para que este dispar subgénero de gentuza pueda delinquir y como término mantenerlos.
¿Dónde iremos a parar con tanta mentira? _ Se estremeció de su elucubración, mientras aquellas puertas volvían a crepitar, tras haber salido Don Ricardo y su comitiva por un lado y los padres de la niña con su legista por el otro, una parte ocupó la diestra y la otra a la izquierda del pasillo, del amplio y sucio pasaje, que por aquellos instantes no se podía respirar de tanto humo y tantas toxinas como contenía, cualquier ecologista que hubiera medido la cantidad de microbios por centímetro cúbico hubiera hecho desalojo inmediato, por el degrade del ambiente.
Don Ricardo trataba de hablar, no le dejaba su defendido, además el verbo no le fluía como antes, estaba bloqueado parecía no haber quedado demasiado satisfecho. El truhán andaba desconcertado y como no se podía esperar de otra manera, su afectuosa, lloraba amargamente sin escaparates ni ruidos, las lágrimas le resbalaban por las mejillas, siendo tan destacadas y llevando tal cantidad de amargura, que cualquier observador vería. No las usaba como recurso, del que se reparten en los entierros de compromiso, eran auténtica desventura e innegable estado de ánimo.
El sujeto rubicundo, trataba con sus brazos de arroparla en sí, pero, tenía que decir tantas cosas en tan poco tiempo, que la abrazaba y la dejaba, pareciendo más un zarandeo que un acto de piedad y de misericordia. El doctor en leyes no había conseguido lo que se proponía y como a todo facultativo que se precie, fastidia el fracaso. Quedó bloqueado su magnetismo y registraba endeblez en su mirada imprecisa y perdida, queriendo adivinar alguna frase manida para resolver aquel dilema, fumaba como siempre, no dejaba de hacerlo, pero no le apetecía nada, ya eran actos reflejos, quería que todo finalizara.
El bribón después de todo lo que adujo, justificaba pobremente su destreza, argumentando banalidades, como insistiendo en su inocencia. Trataba de camuflar una vez más los sucesos con engaños hacia su propia compañera. Respiró, mirándola y viéndola hecha una indulgente y humilde mujer. Abandonando su grotesca y falsa postura en quebranto.
Habían llegado a un acuerdo los dos abogados y eso no fue lo que el juez sentenció. En el poco tiempo que llevaban hablando en ese encuentro, que se celebró tras salir del juicio, se amontonaron tres colillas más del letrado, y como aquel que quiere desaparecer sin dejar detritos en el barbecho, con mucho sigilo tomó su equipaje que instantes antes había apoyado sobre el terreno junto a su pié derecho, comenzó a deslizarse y silenció su presencia como aquel que no quiere la cosa.
En el lado opuesto Ponce, la adulta de los pechos de silicona y la niña que por fin se había dormido, escuchaban atentamente al ramplón que les había representado, todos parecían conformes y satisfechos y todos entendían la jerigonza que les estaba largando, dilataron su marcha y dieron preferencia al grupo perdedor a salir del Palacio de Justicia
La desconsolada llorona agarrada a su querido, esperando aconsejar y tratando de que se sintiera amparado salía del pasillo, el testigo que habían aportado a la vista, andaba de prisa delante de ellos tras haberse despedido fugazmente, no había abierto la boca en todas las horas que estuvo sentado en aquel banco.
_ ¿Habría sido obligado a testificar? _ ¿Sería amigo de aquel truhán y sinvergüenza?
_ ¿Estaba tan harto de escuchar mentiras y por eso corría tanto?
No se sabrá nunca jamás. Desapareció entre el tumulto de la gente de aquellos juzgados mucho antes de lo que nadie se hubiera imaginado.
El doctor en leyes Don Ricardo, les hizo de mecenas hasta la puerta de aquel ascensor y cuando se cerró el acceso tras haberlos despedido, dio una vuelta completa a su alrededor, se le vio que respiraba profundamente y como no, encendió el enésimo pitillo, tomando las escaleras y marchando de aquel lugar sin compañía alguna.
¿Sólo y tranquilo? ¿Sólo y preocupado?.. _Había ejercitado un trámite más en su carrera.
Como en la galería, ya no estaban los agentes de la seguridad que tanto aprecio le daban a las posturitas que ofrecía la mamá de Rosita y andaba más preocupada por la sentencia de la parte contraria, sólo tenía orejas para escuchar las explicaciones del togado bajito y gordinflón y parecía que con la resolución se habían dado por satisfechos.
Aquellos tutores, que no intentaron evitar llevar a su nena de meses a su primer juicio, estaban encantados con su representante, dándole efusivamente las gracias y todo un sinfín de agasajos.
En esta vida la experiencia es como un oficio, y quién sabe si con el tiempo, todos estos escenarios no son habituales para Rosita y, un atajo abonado para la tal señorita. Con las divinas enseñanzas que se presupone le dará su mamá, con los escenarios de los antros y los consejos de su papá. Acaso si sale tan jovial y tan jocunda como la madre, no le costará un ápice el aprender las cuatro reglas de los putiferios con inusitada perfección.
Se perdieron tras sus pasos, por el fondo del pasadizo, caminando cansinamente con la compañía del abogado, que este si tomó el ascensor con la pareja y la niña.
Se deben preguntar las paredes de la Sala Cuarta de lo Penal _ ¿Hasta cuando no tendremos el gusto de volver a considerar vuestros desmanes?
En el pasaje, todavía se encontraban algunas personas entre las cuales se hallaba el hombre del indumento claro la libreta de mano y la circular, ya hacía rato estaba sentado entre los policías, que de vez en cuando se upaban y se desplazaban inquietos, como si quisieran ser más intérpretes que los propios encausados. Aquel corredor gradualmente se quedaba vacío, fue cuando volvió a aparecer el oficial de juzgado, designando a un tal Francesco Losé, como procesado. A los guardias desde su número de identificación interno y al hombre del traje dril, que ya estaba preparado cuando comenzó a escuchar a quien se invocaba. El con causado no aparecía y todos se acercaron al oficial, en aquel instante y por la causa confirmada de no comparecencia del delincuente, se suspendía la vista hasta nuevo aviso.
Los guardias ya barruntaban algo, pero aquel hombre preguntó con desconsuelo que si debía volver a presentarse de nuevo a juicio.
_ ¡Perdone! ¿Si…este fulano no se presenta, que ocurre? _ Preguntó el hombre del traje trigueño
_ Volverán a ser requeridos por citación, en cuanto sea localizado, por busca y captura _ Contestó el oficial
_ Pero, esto no puede ser, tanto ir y venir, así podemos estar toda la vida _ Argumentó el hombre.
_ Caballero, las leyes están así y ni usted ni yo, las vamos a cambiar, por tanto no tengo más que decir _Siguió arguyendo el oficial.

Se miraron los guardias y el testigo y se hicieron el clásico gesto con los hombros como… diciéndose recíprocamente. No hay nada a pelar. Todos; penetraron en el despacho de la ayudante del oficial y solicitaron un volante de presencia para acreditar su permanencia en aquel tribunal. Mientras esperaban el resguardo, uno de los agentes le comentó al afectado, que ya estaba hasta las napias de todo lo que olía a legalidad.
_ Ya le he comentado que imaginaba, se suspendería la vista _ El guardia del pelo engominado, le hablaba muy de cerca y con mucha calma, observándole con avidez.
_ Esa sensación, que ha tenido, debe ser experiencia profesional o quizás imaginación _ Replicó el hombre, mientras guardaba su turno.
_ Debe estar desaparecido y si no lo cazan a este sinvergüenza, no podrán juzgarlo _ Asintió el compañero, abriendo la boca con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.
_ Bueno; pues hasta la próxima, que les vaya bien _ Masculló el hombre, dirigiéndose a los guardias a la vez que recibía de manos de la secretaria su certificado de asistencia.
Despedida calurosa, estrechándose la mano y abandonando aquel recinto. Enfilando el callejón hacia la salida, se cruzó con un fulano que llevaba el pelo teñido de color oro, un pendiente como el aro de un barril en la oreja y vestido como si bailara en algún carnaval de país tercermundista. ¿Se…tratara, del sinvergüenza que llega tarde? _Vaciló y redujo el paso, pensando, haciendo elucubraciones para recuperar la memoria de aquel día que le vio sentado en aquella silla, cuando recibía las bofetadas. No coincidían los perfiles, su memoria no le dio la razón se trataba de otro personaje. Siguió caminando, comprendió que aunque se presentara ahora el juicio estaba suspendido y no se volverían a replantear la condición de reanudar la vista.
Utilizó las escaleras para bajar, caminaba y no entendía ni el cómo… ni el porqué. No hace falta ser demasiado largo para ver y comprender, que las cosas de Palacio van despacio y si tenía suerte le invocarían pronto y a lo mejor no le volvían a convocar, porque pudiera ser, dada la trayectoria del interfecto, lo troncharan en un tiroteo, o por ajuste de cuentas le descuartizaran su abdomen con un sacabuche quincallero, tal vez en una esquina resultara víctima en un pico de esos que se colocan entre las venas, para entonar su cuerpo y colgarse como una lámpara. Quizás y rumiando más allá de lo inverosímil le condonaran la pena por haberse redimido.
Salió a la calle después de pasar ante los cientos de casos sin remediar y de las más inmundas ilicitudes. Allá quedó aquel templo repleto de granujas y canallas, que sujetos a lo que su nombre indica, “Justicia”, se resuelve poco y en muchas ocasiones lento. En cuanto al calificativo de Palacio, se conocen establos que están más higienizados.

La brisa le despejó y aprovechó para respirar profundamente con agrado, había agotado otra experiencia de su destino, intentó zafarse de las incógnitas de las últimas horas y, encaramó la avenida esta vez en sentido opuesto hacia sus quehaceres, reanudando los mismos pasos que había hecho hasta llegar al sitio dónde esperaba encontrarse con la LEY y solo advirtió depravación y una infamia abrumadora.


Fin de la Primera Parte " Me bajo en Triunfo" En breves días.  (Continuará…)
novela narrativa de suspense: escrita por E.Moreno
Los nombres de los personajes, los datos de expedientes, los lugares citados no se ajustan ni corresponden a la realidad. Cualquier parecido con los personajes, situaciones o datos, es pura coincidencia.
Otro capítulo publicado de la novela, sucesivamente se iran editanto hasta completar.
Reservado los derechos de autor.



 



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