viernes, 29 de octubre de 2010

Jarabe para los bajos...

Se encaminaba hacia el ambulatorio médico, una gripe le tenía medio mareado y con calentura. No era muy amante de las pócimas bebedizas y fue directamente al especialista para que erradicara de cuajo la crisis conflictiva.
Al llegar al dispensario, observó la cantidad de enfermos que existe, y mantuvo su fila aguardando el turno en que debería entrar a consulta. Tras la espera relativa, y presentar su tarjeta de la seguridad social, le concedieron un número de orden para visitarse con su doctor.
Al llegar a la planta, fue directamente a la puerta a leer que médico, estaba pasando consulta y certificó que era el que le tenía que solucionar los temblores febriles con alguna de esas medicinas a base de paracetamol que son tan dados a recetar. En el pasillo una hilera de sillas asidas entre sí, color caramelo soportaban a la ingente parroquia, todos ellos, con caras de contagiado, con sus párpados hinchados, con sus narices rojas de tanto sonarse, y con la musiquilla de moda en aquel lugar la tos popular, desde todos los rincones de aquel sitio, que más que una sala de espera semejaba un patíbulo.
__ ¿Es usted, la última señora?_ preguntó Marco Antonio.
__ ¡Si joven! Me llaman Martina Churret, para servirle, tengo el siete dos, aún nos falta un buen rato, pero va rapidito, este médico no se complica y nos manda a hacer puñetas_ Le respondió una señora de unos sesenta años, muy despierta y sin mostrar detalles de enfermedad ninguna.
Marco Antonio, dio las gracias y miró de soslayo el justificante de la tanda que le dieron en admisión, viendo que tenía el setenta y tres. Todo se correspondía con la normalidad, guardándolo entre su cartilla de seguro y disponiéndose a esperar.
Al poco, una enfermera lustrosa abrió la puerta, con un fajo de cartillas entre las cuales estaban las recetas de los pacientes que habían pasado ya consulta y esperaban que les retornasen los documentos con las fórmulas de los medicamentos que les debían curar. Comenzando a nombrar a los susodichos y entregándoles sus credenciales. Frente a ella iban pasando a medida que les iban mencionando y con cara de pocos amigos los iba despidiendo.
Quiso constatar de nuevo que lo que veía era justo lo que parecía y al poco notó salir del despacho al paciente que mientras ella charlaba; se visitaba y éste tomaba asiento de nuevo a la espera de sus recetas.
Esa operación la hizo un montón de veces hasta que pasó casi la hora desde que Marco Antonio esperaba. Volvió a aparecer de nuevo la asistenta para hacer entrega de las recetas y vociferó tantos cuantos habían pasado por el doctor en el último ciclo. Antes de retornar con el facultativo, confirmó que los próximos en acceder al despacho serían los números setenta y dos y el siguiente.
Martina Churret, haciendo un gesto de despedirse se levantó de su lugar y entró a visitarse. Todo iba encadenado, no había tiempo para el bostezo, aquello era como el supermercado de la salud, entrabas y salías como petardo encendido. El Gran Prix de los Sanados. La señora no estuvo más de minuto y medio frente al matasanos y salió rechiflada a esperar.
__ Lleva usted el 73;
__ Si doctor, quiso comenzar a presentarse y explicar lo que le ocurría y le cortó con una voz fortísima, casi de tenor.
__ ¡Dígame que síntomas tiene!
__Me duele al tragar, tengo fiebre y estoy medio…
__ Ya puede salir, espere fuera, gracias; la enfermera le dará su jarabe con hidrobromuro con anti expectoración, se lo toma cada seis horas
__ Oiga… pero, quería explicarle
__ Por favor salga y espere fuera, no es el único malito de este caos, con esto que le receto, se le irán los mareos, las fiebres y la tos. ¡Salga por favor!
Marco Antonio, con una especie de sonrisa burlona y con sus achaques de griposo apareció en el patio de butacas y tomó el mismo asiento que había dejado libre pocos instantes antes. La suerte estaba echada__ pensó __ “ en poco… el antídoto de aquella crisis febril se iba a atajar gracias a los conocimientos del doctor “prisitas” y a los desvelos que tenía por todos sus pacientes “
Volvió a abrirse la puerta saliendo la adiestrada enfermera con todas sus cartillas que entre voces iba haciendo la nombradía de cada uno de los que allí esperaban para recogerla. Correlativa la entrega, del mismo modo que fueron las entrevistas con el Doc., Marco se situó tras la señora Martina, haciéndole un gesto de aprobación educada.

Al llegar a la farmacia del barrio, Marco Antonio presentó la receta para que el boticario de toda la vida, el ínclito Blas, le sirviese los medicamentos.
__ Hola; buenas tardes Blas, sírveme esto que estoy que no me tengo en pié.
__ Hola Marco, que tal tu por aquí ¿estás griposo? ¡Venga dame esa receta que te vamos a dejar nuevo!
Blas se quedó unos instantes repasando aquella relación extrañándole la medicación que el Doc. Le había enviado para el “trancazo” que llevaba encima, ojos llorosos, semblante febril, tos perruna, tiritones y estragos y sin entender miró a Marco

__ Porqué visitaste al médico, ¿Por la gripe? O por otro motivo que no me has dicho. Ya que esta prescripción no…corresponde para nada con tu estado presencial__ hablaba Blas mirando a Marco intentando descubrir algo.
__ ¿Por qué me dices eso, Blas?
__ Si te tomas esto que te ha enviado el Doc. Tendrás que ir al Hospital Comarcal, a que te hagan un lavado de estómago, porque te ha recetado un champú íntimo para desinfección de las partes sexis de las hembras.
__ ¡Me dijo el médico que era un jarabe! Antitusígeno que llevaba todos los componentes para este cuadro vírico que llevo
__Pues, querido Marco, estamos a viernes; tómate unas aspirinas y métete en la cama este fin de semana para sudar este estacazo y el lunes te vuelves al internista y que vea lo que hace y lo que te ha recetado. Además, observo que hay un error, se han alterado las recetas, el boleto indica en favor de: Martina Churret.

Lo que significa que esta dama lleva tu jarabe.
Estaba pensando_ dijo Marco Antonio en voz alta__ “menos mal, que nos conocemos y siempre que me recetan medicinas, preguntas para… y en base a que las tomamos. Si no hubieses estado interesado sobre la medicación con seguridad, me hubiera tomado una cucharada del lavatorio íntimo femenino y al rato me hubieran tenido que hacer un lavado de estómago “”
Bien dices Marco__ siguió argumentando Blas__ “Imagina a la pobre Martina si no tiene un licenciado en farmacia de confianza, que atienda y aconseje en las prescripciones, o no tiene por costumbre leer los prospectos de los medicamentos que los doctores recetan. En estos momentos, ella se ha lavado el altramuz pelusín, con un jarabe dulce, que en lugar de quitarle la infección vaginal, le está adobando todas las afecciones de los bronquios por vía rectal “

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