martes, 28 de septiembre de 2010

Cloroformo dental


Aquellos ojos me miraban, sin pestañear, me estudiaban, me conocían de alguna otra ¿vivencia?, no lo se pero no dejaban de examinarme sin parpadear. En sus facciones divisé el comienzo de una sonrisa tenue que daba paso a una gratificante complacencia. Me acerqué y la saludé.
- ¿Cómo te llamas?
Ella me dijo, - ¿No me conoces?
- Quiero hacerlo, pero en este instante, no te relaciono con nada, y me eres familiar, esos ojos, esos labios carnosos y tan bonitos, tus cejas tan perfiladas, y esa sonrisa de dentífrico tan armónica, me recuerdas a alguien.
- Sabes perfectamente quien soy, pero no puedes descifrarlo porque estás bajo los efectos narcotizantes de mi poder personal, y aprovechando esa hipnotización, que ejerzo sobre quien me interesa, intentaré forzarte en tu mente, una serie de detalles que no quiero olvides nunca, y que cuando pienses en mi, sin saberlo, tu psiquis te llevará a cumplir exactamente mis deseos, a pesar de que no podrás recordar nada una vez recobres el sentido.

- ¿Por que lo haces, acaso te importo? Alegué sin poder moverme.
- ¿Y tú que sabes, de mi, es que crees adivinarme, por el mero hecho de unas miradas, un intercambio de frases, o unas sensaciones misteriosas, que no van más allá de tus deseos?, ¿acaso sabes como te imagino y que es lo que pretendo contigo?, ¿no ves que si quisiera estarías bajo mínimos, y serías una marioneta?

- No me has contestado. - Seguí argumentando.

- Claro que no, ni lo haré, no te demostraré, si me importas o me eres indiferente, como mujer que soy, nunca descubriré mi juego - decía ella, sin menoscabo, ni amargura.

- Sin embargo, cuando me tratas, posiblemente, dejas una puerta abierta, a la imaginación, a la ilusión, a la alegría, ahora no lo se, me encuentro extraño, por favor dímelo, háblame, no se que me ocurre, no soy el mismo, ¿puedes ayudarme?

- No puedo ayudarte. De hecho estoy aquí, acompañándote en esa crisis que estás pasando, estás con el pecho abierto en canal, y los médicos, están intentando corregir, no se que cosa, de tu corazón, por eso estás sin fuerza, y he querido venir a tu lado a distraerte, y a escucharte.

- Yo creía, que esta falta de fuerza, obedecía a un mal sueño, y resulta que…y ¿cómo he llegado hasta aquí? dime, ¿me ves demacrado? ; ¿me notas decaído?, observa mi cara, ¿cuantos días dirías tú, que no me rasuro?, por favor dame una pista, ¿es serio, verdad?

- Me pides que te mire a la cara, cuando la tienes tapada por la sábana hospitalaria, sólo observo, el pálpito de un corazón, ni muy grande, pero tampoco pequeño, que se resiste a dejar de berrear, de palpitar.

- ¡.Ah¡ , si te veo las manos que penden inertes y sujetas por una venda, para que no puedas estorbar, y sabes, puedo leerlas desde aquí. Que cuidadas las tienes, como se nota que son instrumento principal tuyo, que velludas y nítidas, y que bien perfiladas las uñas, veo tus líneas en las palmas, y podría estudiártelas, pero me voy a callar, de verdad, que ganas de vivir, no te faltan, lo estás demostrando, ¡ sabes¡ no quiero mirar más, me haces padecer.

- O sea, que no me puedes ayudar, no quieres demostrarme nada, no me dices tu nombre, me acompañas en este trance y ahora me cuentas que estás padeciendo, ¿con cual de las partes me quedo?

- Te dejo, que vienen y no quiero me descubran, este cacharro ha comenzado a sonar muy fuerte, se te altera el pulso, que te pasa, todos corren. Despierta ¡YA!






- Hola ¿qué te ha pasado? Trasnochas demasiado, y llevas una vida un tanto apretada, o es que el trabajo te desborda y ya no aguantas sin cerrar los ojos ni siquiera en la sala de espera del odontólogo, con el miedo que pasan según que pacientes al venir a verme.

- No es eso; doctora Regina, algo me ha pasado en la sala de espera, yo esperaba para la revisión bucal, y de verdad, no se que ha ocurrido.
Por cierto, la señora que esperaba, sentada frente al radiador, ¿dónde está?

-No me hagas reír, o mejor no me asustes, que te conozco de años y no me vas a hacer las bromas que siempre me gastas, luego me quedo sola, y me asusto, eres incorregible.



Pasaba de un extremo a otro comentando mientras me acomodaba en la butaca y me colocaba los mandiles para evitar mancharme.

-De hecho no había ninguna paciente en la sala de espera, era una visitadora médica, que me ha venido a ofertar material quirúrgico, para la clínica. Sin embargo hace más de dos horas que se marchó. No puedes haberle visto. Imposible.

Y ahora que lo dices, no se ha despedido, ha dicho que me entregaba unas muestras y veo que se ha marchado sin más.
Ella. Regina, la médica se ha puesto su protección y sus gafas con el foco frontal incluido, y al mirarla, de verdad te lo digo, no era ella, no es la doctora; estaba frente a la protagonista del suceso.

Te he visto a ti.

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